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Marcos Galperín: “Sin riesgos no se hace algo distinto

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

Marcos Galperín: “Sin riesgos no se hace algo distinto

Marcos Galperín no sabía nada de teléfonos inteligentes cuando arrancó, en 1999, con MercadoLibre. La computación en la nube era apenas una idea y la realidad aumentada, parte de los efectos especiales de la fábrica de Hollywood. Sin embargo, junto a nombres como Wenceslao Casares y Constancio Larguía (Patagon.com), Alec Oxenford (DeRemate.com) o Santiago Bilinkis y Andy Freire (Officenet), Galperín era parte de esa exclusiva generación de emprendedores locales que, a fines de los '90, anticipó el quiebre de paradigmas que significaba el hecho de que Internet comenzaba a decantar entre los usuarios rasos.

Con un pasado en YPF (1994 -1997) -donde llegó a pertenecer a un selecto grupo de jóvenes talentos junto a un tal Miguel Galuccio- y, luego, en JP Morgan (1998 -1999), el hoy CEO de la compañía cuya facturación ronda los US$ 300 millones anuales avisoró un futuro en el cual todo el comercio podía realizarse a través de la red de redes. Ayudó, claro está, que eran buenos tiempos para los emprendedores argentinos IT. Brasil ni figuraba en el radar de las grandes empresas de venture capital. En materia .com, la Argentina era la niña bonita del continente. Con una población que arañaba la marca de 36 millones de habitantes, el país encandilaba con un volumen de registración de dominios web que la convertían en la quinta potencia del mundo. A principios de 2000, el The Industry Standard, la influyente pero ya desaparecida revista con sede en San Francisco -que tiene en Wired a su más prominente sucesor- contabilizó que el 50 por ciento de los emprendimientos de toda América latina estaban radicados de este lado del Río de Plata.

Hoy, si bien los números de MercadoLibre hablan por sí solos (ver aparte), el éxito no quita que la empresa sea considerada la mayor plataforma de comercio electrónico de la región, con 66 millones de usuarios, pero también una rara historia local de perseverancia y largo plazo. Fue, justamente, ese pasado el que convirtió a Galperín en uno de los centros de atención durante la final del premio al Emprendedor del Año 2012, celebrado en Mónaco, en junio. Allí, APERTURA pudo presenciar cómo pares de la talla de Reid Hoffman, co-fundador y presidente de LinkedIn (Estados Unidos); Mikael Hed, founder de Rovio (Finlandia), la desarrolladora de Angry Birds; o también Enrique Beltranena, CEO de Volaris (México), una de las más exitosas aerolíneas de bajo costo del continente, no dejaban de preguntar por el empresario argentino. Al margen del glamour que generó el evento, que congregó a 59 de los emprendedores más exitosos del mundo, Galperín accedió a una charla íntima con APERTURA. Más allá de los datos duros del caso de éxito, el emprendedor aceptó revivir los momentos que más adrenalina le generaron en el recorrido de 13 años, que lo llevaron desde un desolado estacionamiento estadounidense (ver aparte) hasta el emblemático Hotel Hermitage de Monte Carlo.

Durante la entrevista, Galperín habló sobre MercadoLibre. "Fuimos y somos un equipo", aseguró.

¿Cuáles fueron los retos de los que más aprendió en los primeros años de MercadoLibre?

El principal reto fue sobrevivir y los momentos más difíciles en esa batalla fueron las capitalizaciones. Tuvimos dos rondas de capitalización (1999: US$ 7,6 millones; 2000: US$ 46,7 millones) y una negociación con eBay, por la cual no se capitalizó la empresa, sino que obtuvo el 20 por ciento de MercadoLibre a cambio de darnos un competidor nuestro que ellos habían comprado en Brasil (iBazar). Si bien hoy cambió bastante, en esos días, eran momentos de mucho estrés porque había muy poca red de contención para los emprendedores. Había muy poca educación y entrenamiento en estas cosas. Y, por más que hubieras hecho un posgrado de negocios, no te enseñaban cuáles eran los términos típicos de una ronda de capitalización. Entonces, básicamente, era un amateur negociando con profesionales. Ellos eran tiburones y los emprendedores, unos bebés de pecho.

En esa situación, ¿qué prioridades se puso para no perder el foco?

Yo siempre estuve absolutamente convencido de que esto iba a funcionar y de que nos iba a ir bien. Pero, en ese proceso, es verdad, hubo momentos muy, muy duros, donde se dudaba si íbamos a poder con la competencia o si íbamos a conseguir capitales. Sin embargo, soy una persona, si bien muy activa, también ansiosa en ciertos momentos (ríe), que no suele perder el norte. Siempre traté y trato de hacer balance: (MercadoLibre) no es toda mi vida. Están mi familia, mi mujer, mis hijos, mis amigos, mis padres, mis deportes, que me encanta hacer. Entonces, por mucha presión que tenía siempre traté de ponerlo en perspectiva del todo. Eso me ayudó mucho cuando la presión era muy fuerte. Pero, también, es algo con lo que uno debe saber lidiar: si uno quiere ser emprendedor y exitoso, hay que tener claro que habrá que tomar riesgos. Si no se toman riesgos, no se está haciendo nada distinto.

Cuando se fundó MercadoLibre, levantar la empresa para venderla era lo común. Usted hizo exactamente lo contrario. A 13 años de su lanzamiento, sigue estando en la compañía. ¿Por qué?

Yo creo que esa fue una de las grandes virtudes de MercadoLibre que nos diferencia de otros hasta hoy. Éramos y somos un equipo de personas que quería demostrar que podíamos hacer en y desde América latina algo con excelencia y de primer nivel, como se hace en las principales economías del mundo. Queríamos demostrárnoslo a nosotros mismos pero también al resto de nuestra sociedad. Porque la gente de América latina es tan excelente como en cualquier otra parte. Entonces, la motivación no era armar y vender la empresa y venir a Mónaco. Esto es un accidente (ríe). Es más, en 2003, tuvimos la oportunidad de vender MercadoLibre a eBay por la suma de US$ 200 millones, en un momento cuando nuestra compañía casi no tenía ingresos. Pero nos levantamos y nos fuimos de la mesa.

¿Sus inversores qué dijeron?

Nos querían matar (ríe). Pero estábamos confiados en el potencial enorme que tenía. Incluso, después de todo lo que hemos crecido, esto recién está empezando. Y por más que hoy la valoración de MercadoLibre sea inferior a la de aquella oferta, nuestra mayor satisfacción pasa por haber construido lo que hemos construido. El año pasado hubo 19 millones de personas que usaron el sitio. Eso es algo invalorable para nosotros.

MercadoLibre pasó varias etapas evolutivas: de un sitio de subastas se convirtió en una plataforma de e-commerce y el año pasado decidió abrir no sólo una oficina en Silicon Valley sino también su código para permitir que desarrolladores independientes creen aplicaciones para equipos móviles o para vendedores. ¿Cuál es el próximo paso que proyecta en este sentido para la empresa?

Yo diría que el tema de los celulares y celulares inteligentes es la gran disrupción que vemos hacia delante en lo próximos cinco años. Si bien en algunos procesos me hubiese gustado estar antes, creo que en cuanto a éste (la expansión del mundo móvil) estamos relativamente bien. Somos unos de los primeros en tener este tipo de estructura: tenemos buenas apps, tenemos un sitio móvil que funciona muy bien, tenemos cientos de miles de transacciones que se hacen por celular hoy. No obstante, creo que la disrupción más grande está por llegar y será una oportunidad gigante porque va a masificar nuestro mercado.

La salida a la Bolsa como fuente de financiación parece hoy, en el mejor de los casos, un arma de doble filo. A MercadoLibre le fue muy bien y también a LinkedIn. Sin embargo, ni Zynga, ni Groupon, ni Facebook corrieron la misma suerte. ¿Cómo debe interpretar hoy un emprendedor la opción del mercado de capitales para su futuro?

La Bolsa es un gran disciplinador y obliga a ser transparente. Muchos managers, que hacen las cosas mal, se excusan con que la Bolsa siempre mira el corto plazo. Y no es así. Lo que pasa es que en la Bolsa no te dan crédito: por más que uno argumente "sí, nos fue mal este trimestre pero el siguiente nos irá bárbaro", no hay tu tía, la acción baja. Pero hay que tener paciencia. Si uno demuestra que, realmente, después vuelve a la senda positiva, la acción va a volver a subir. El tema es que hacer crecer una empresa en el tiempo exige tomar riesgo a largo plazo, hacer inversiones cuyos resultados se verán en dos o tres años. Sin embargo, mucha gente compra acciones para dentro de un mes, a corto plazo. Entonces, se da una asimetría entre quien es el dueño y quien invierte. Por eso, me parece que es importante que quien maneje la empresa se reserve una porción importante de las acciones. Eso hizo Facebook y lo hizo muy bien Google. Por eso, creo que la salida a Bolsa puede ser el objetivo de todo emprendedor. Estar en la Bolsa significa jugar en primera. Acá no hay verso que valga, uno se debe presentar sin ropa (ríe). Por otro lado, también les da a los empleados una opción para vender sus acciones.

La Argentina fue, en los '90, una cuna para una generación de emprendedores que dejaron su huella en toda la región, con nombres como Galperín, Oxenford, Bilinkis, Freire, que, a su vez, seguían la estela de Martín Varsavsky. Hoy, el país sigue teniendo un escenario muy prolífico. ¿Qué distingue al argentino para seguir emprendiendo, incluso, en momentos donde el entorno local no genera entusiasmo para pensar en grande?

Creo que gran parte tiene que ver con que el argentino se siente cómodo tomando riesgos. Lamentablemente, por lo que ha sido nuestra historia económica, está acostumbrado a la inestabilidad, a estar cambiando de plan constantemente porque cambiaron las condiciones externas. Y, como emprendedor, uno tiene que estar acostumbrado a lidiar con el caos continuamente. Pero, además, el argentino, en sí, es emprendedor. Por ejemplo, para un español, trabajar en una empresa grande es lo mejor que le puede pasar. Para un argentino, en cambio, no. Al argentino le gusta hacer sus cosas, sus negocios, crecer, arriesgar. Ahora bien, la oportunidad está en hacer el próximo paso y entender un emprendimiento como algo que pueda seguir estando cuando nosotros ya no estemos. Crear algo que dura y perdura en el tiempo.

¿Cómo se hace eso en un entorno de inflación alta, de falta de crédito, de falta de herramientas que permitan proyectar en ese sentido?

Efectivamente, hoy, en la Argentina, si un emprendedor quiere crear algo grande, está obligado a pensar en regionalizar su proyecto, como mínimo. Para un proyecto basado únicamente en la Argentina, hoy es muy difícil -prácticamente, imposible- conseguir financiamiento internacional. Quizás pueda llegar a conseguir financiamiento local pero es difícil conseguirlo en escala. Más allá de temas coyunturales, como la alta inflación o como las restricciones cambiarias, siempre será mejor pensar con una visión regional. En nuestro caso, lanzamos, prácticamente el mismo día de la salida, en Brasil, la Argentina y México.

Jeff Bezos es uno de sus referentes, según su propio testimonio en una reciente entrevista. El creador de Amazon está embarcado hoy en una nueva frontera, la conquista del espacio. ¿Cuál es la próxima frontera de Marcos Galperín?

Yo estoy enfocado totalmente en MercadoLibre y no estoy pensando en mandar cohetes a la luna y conquistar el espacio (ríe). Me contentaría con poder conquistar las plataformas celulares y tener una gran solución.

¿Con qué sueña Marcos Galperín?

Me encantaría que lo que hemos demostrado con MercadoLibre en y para el mundo se pueda demostrar para la Argentina como país. Eso me encantaría, aunque tal vez sea más difícil que conquistar el espacio (ríe). Y lo chistoso es que estoy igual de convencido de que es posible como lo estuve cuando lanzamos hace 13 años MercadoLibre. Veo a los países de la región y veo que les va bien y nos veo a nosotros y me da mucha pena porque, a diferencia de aquellos que dicen que es lógico que nos vaya mal, yo creo que la Argentina es un país que se merece que le vaya bien, que sus ciudadanos puedan vivir mucho mejor.

Fuente http://www.apertura.com/revista/Marcos-Galperin-Sin-riesgos-no-se-hace-algo-distinto

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