Revista Medio Ambiente
Dentro de cinco meses se cumplirán diez años del hundimiento del Prestige en las costas gallegas y de la posterior marea negra que llenó de fuel las costas del Atlántico y el Cantábrico. Hace un par de días, en Asturies se produjo otra marea negra, pero esta vez el barco estaba en tierra, más concretamente en la central térmica de Aboño, propiedad de Hidroeléctrica del Cantábrico. La rotura de una tubería provocó un vertido de fuel que la empresa cifra en 10.000 litros, pero lo más probable es que haya sido mucho mayor, ya que la propia administración regional no se atreve a dar cifras.
El fuel derramado se dispersó rápidamente hacia el litoral del concejo de Carreño debido a los vientos predominantes del nordeste y al día siguiente ya habían embadurnado siete kilómetros de costa, que aparecía llena de manchas pringosas y negras con un olor a combustible que se percibía desde lejos.
La flota de Candás ya está amarrada y las playas cerradas y ahora la mayor preocupación es que un cambio en la dirección del viento lleve el fuel hacia Xixón, pero por mucho que ahora vuelvan a tratar de minimizar el problema, aunque los políticos vuelvan a salir con las frases tópicas de siempre, el daño ya está hecho. Incluso hoy mismo, después de admitir que la empresa no se enteró de la avería en la térmica hasta pasada una hora, el director nacional del salvamento marítimo, nos comenta para aliviarnos que "las playas seguirán siendo magníficas", que recuerda a las "playas esplendorosas" del ex-ministro Trillo tras el accidente del Prestige. Parece que lo único que importa es el aspecto de las playas, mientras que el gravísimo daño ambiental que se ha producido y que tendrá efectos a largo plazo en toda la comunidad litoral no es preocupante. Por eso, la idea es limpiar rápido y meter la porquería debajo de la alfombra, que se olvide todo cuanto antes y que dejemos de hablar de estas cosas que alejan al turismo.
Afortunadamente para los que dirigen este cotarro, la memoria colectiva es muy frágil. Ya nadie se acuerda de los dispositivos de emergencia que se iban a poner en marcha después del accidente del Prestige, ni del doble casco, del puerto sucio, de las fragatas alejando a los barcos "peligrosos", de las leyes para evitar barcos con banderas de conveniencia en un estado deplorable. Barcos igual de peligrosos o más siguen pasando actualmente por nuestras aguas y sólo es cuestión de tiempo que se produzca un nuevo accidente. Y no nos engañemos, si se produjera volvería a pasar lo mismo que entonces.
Tan sólo seis días antes del vertido de fuel, la misma central que ocasionó esta marea negra vertía impunemente su mierda a la ría de Aboño, que tenía un aspecto como el de la foto anterior poco antes de llegar a la mar. Esa contaminación quizás no manchara de negro la arena, ni alejara al turismo, pero probablemente fuera igualmente peligrosa o aun más que la del fuel. Lo cierto es que no lo sabemos, porque en este país hay manga ancha con los delitos ambientales. Normalmente estos "accidentes" se suelen arreglar con sanciones económicas que no tienen una importante repercusión sobre el beneficio de las empresas. De esta forma es más rentable para ellas contaminar y pagar las sanciones que invertir en seguridad para evitar accidentes. Y en estos tiempos más aun, porque ahora sólo importa el beneficio económico y satisfacer a los mercados, tal como el propio presidente del gobierno ha asegurado al afirmar que "economía verde si, pero siempre que sea viable económicamente y genere empleo". ¿Es viable económicamente gastar dinero para modernizar y aumentar la seguridad de la tercera central eléctrica más contamintante de la Unión Europea para evitar un accidente que se soluciona con una multa? Al presidente del gobierno español le parece que no y se encuentra bien asesorado en temas medioambientales. Sus declaraciones, que para más sorna las pronunció en la Conferencia de la ONU sobre desarrollo sostenible, confirman lo anterior, que un accidente de vez en cuando no es muy grave, a él y al resto de gobernantes no les importa.
Mientras sigamos por este camino no hay mucho que hacer. ¿Se sancionará ejemplarmente a Hidroeléctrica del Cantábrico por este vertido y por los vertidos anteriores?, en caso de que se les sancione, ¿amenazará la empresa con despidos masivos aludiendo a las pérdidas económicas que supondría pagar la sanción?, ¿se cerrará de una vez la central de Aboño, una de las centrales más contaminantes de Europa? ¿Se les obligará a invertir en seguridad para evitar futuros accidentes y en caso de que no lo hagan se cerrará la central, como se debería haber hecho hace años? Probablemente no, porque dentro de unos meses todo se habrá olvidado, como la marea negra del Prestige, como el vertido de Aznalcóllar (por el que la empresa Boliden no llegó a pagar ni un céntimo de indemnización), o como el accidente de la central de Fukushima.