Os prometo que esta semana tenía previsto un post mucho más veraniego pero está claro que esta gente ya no sabe que hacer para tejer cortinas de humo aún con los calores estivales (y eso que los del canal Météo nos decían que este año no habría verano). O eso o estamos ante una reedición, corregida y aumentada de aquél “épico y glorioso” episodio del desembarco militar en el islote de Perejil en época del Gobierno de Aznar. Pues bien ahora Mariano Rajoy, su sucesor , que no quiere ser menos en esto del patriotismo desmedido. Ya que llega tarde para poner un banderón en la Plaza de Colón, se lanza al grito ese de ¡Gibraltar español!, como si realmente les fuese a quitar las ganas de tomar el té con pastitas a los del Foreing Office.
Como colofón a una semanita memorable, en la que hemos tenido comparecencia del Plasma, aprobación de las NO BECAS de Wert, subida a traición en impuestos de Sucesiones, liberación de pedófilos a la carta y hasta ración semanal de corruptela con el marido de Cospe. ¿Que nos faltaba? Pues el decimonónico señor García Margallo quien ante el lanzamiento de unos bloques de hormigón, por parte de Gibraltar, “para criar pececitos” (ahora vas y lo crees) responde, en un arranque estilo El Cid sólo equiparable a las formas propias del régimen anterior o si me apuran de Torrente, con hechos un tanto radicales y auto-lesivos a las “provocaciones” británicas. Mucho me temo que nos quieren hacer creer, ahora que están inmersos en corruptelas de todo tipo y nadie daría un duro por sus cabezas, que han sido abducidos por el espíritu de Don Pelayo que les empuja a intentar “reconquistar” el pedrusco, desencadenando una crisis internacional. Mucho me temo que el Gobierno esté tratando de blanquear (en todos los sentidos) su imagen enfrentándose, muy flamencos ellos, a un enemigo exterior con la idea de recuperar votos entre un sector de su electorado partidario de una política de firmeza, aunque sea fingida, con los tiempos que corren.
Lo que sí es chocante es que se apele a normas medioambientales para oponerse a la construcción del dique. Me parece que nuestro gobierno no ha querido caer en que Gibraltar no tiene derecho a arrojar bloques, desde luego, pero no por estar violando la legislación de medio ambiente, que también, sino porque no tiene soberanía sobre el mar ya que el tratado de Utrecht hace del Pedrusco (sólo del peñasco) propiedad de la Queen. No dice que sea territorio de soberanía británica, para aclararnos y salvando las distancias, viene a ser algo así como si un alemán de los de Mallorca se apropiase del pedazo de mar que está frente a su casa. Por tanto recurrir a lo verde huele a populista ya que más correcto sería recurrir a un tratado internacional vigente suscrito por Gran Bretaña para que Londres tragase. Ahí es donde debería dar la batalla el Ministerio porque es por donde se puede si es que de verdad se quiere conseguir algo que no sea la venta de humo con todo este tinglado.
Pero, más allá de los tostones jurídicos creo que el Gobierno ha montado una maniobra de distracción que nos va a costar cara tanto a nivel internacional, dónde podemos quedar como titiriteros sin gracia (ninguna novedad al respecto visto el carrerón que llevamos). Como a nivel interior donde con sus nuevas y caprichosas e imprevisibles amenazas en política aduanera perjudicarán seriamente a la ya dañada economía del campo de Gibraltar. Lo que parece claro es que vamos a tener peñón para entretenernos estos días de agosto y más que Peñón, peñazo…
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y desde hoy en El Kiosquillo…