Revista Cuba

Marginados anónimos

Publicado el 27 enero 2015 por Rouslyn Navia Jordán @RouslynNavia
Marginados anónimos

Hoy estoy catártica...

Por las calles de La Habana donde quiera hallo anuncios del floreciente comercio por cuenta propia. No faltan negocios que se comprometen a desbloquearme el celular e instalarle diez mil aplicaciones (guía de ETECSA incluida), más adelante un amable gastronómico de uniforme, menú en mano, me insta a sentarme y disfrutar de la mejor cena de mi vida, luego alguien me ofrece un volante publicitario donde me anuncian que pueden dejarme el pelo keratinizado y liso cual si una vaca me hubiera acicalado con la lengua, o depilarme con cera, o brindarme un relajante masaje...yo miro y sigo. Nada de eso es para mí, me recuerdo.

Me pregunto más tarde para quién rayos serán todas estas cosas que considero lujos, que quién tiene dinero para tan altos precios...Y alguien me abre los ojos y me explica que la que no tiene dinero soy yo, que el país ha cambiado, y razono que es cierto, que cualquier chofer de almendrón puede disfrutar de lo que esta humilde universitaria considera lujos. Y descubro con tristeza que muchas cosas "no me tocan" por lo prohibitivos de sus precios.

Me da entonces por mentarle la madre a mi puñetero salario de 485 pesos, que parece estarse encogiendo a medida que los precios continúan en alza indetenible, y el ajo se aleja riéndose en mi cara. Y me pregunto que hasta cuándo va a ser esto, y casi valoro la posibilidad de cambiar de profesión cuando descubro que la que limpia el piso en el hospital gana el doble, y me deprimo cuando necesito comprarle un par de chancletas a mi hijo pero no encuentro ninguna que no termine por llevarse casi la mitad de lo que me pagó la cajera del periódico a inicios del mes, y me pregunto por enésima vez si algún día, entre los aumentos salariales, se acordarán de los periodistas, que casi trabajamos "por amor al arte" .

Y finalmente comprendo que las nuevas circunstancias me han convertido en una marginada...

¿Se imaginan si se hicieran reuniones de Marginados Anónimos? Probablemente no existen porque la marginación no se considera como una enfermedad o adicción, pero creo que bien les vendría muchas veces a los esquinados tener un grupo de apoyo donde pudieran narrar sus marginaciones cotidianas y darse valor unos a otros para enfrentar la próxima jornada.

En una típica reunión de MA podríamos encontrar lo previsible: al joven minimizado por los mayores de su centro laboral, que lo suponen inexperto a pesar de sus conocimientos y su flamante título de oro; al obrero calificado con el corazón roto porque su amada y universitaria Julieta lo considera intelectualmente inferior; a la negra ya cansada de que la familia de su novio blanco le recomiende hacerse la keratina y alisarse el pelo rebelde para ver si de ese modo les parece "menos negra"; al santiaguero que ya no sabe cómo hacerle entender a los demás que nunca ha puesto un pie en la sufrida nación Palestina y que su procedencia oriental no le avergüenza, como tampoco su entonación al hablar; al emo que rompe a llorar porque nadie comprende su sensibilidad ni respeta su libre albedrío en cuestiones estéticas; a la mujer profesionalmente frustrada porque sus superiores decidieron que era mejor que el jefe del departamento fuera del sexo masculino, especialmente porque nunca pretextará tener el niño enfermo para ausentarse del trabajo.

¡Cuántas marginaciones insospechadas conviven a nuestro alrededor! Todas dolorosas, lacerantes, listas para abrir un agujero en la dignidad si se le ofrece la más mínima oportunidad. Y ahora, con más fuerza que en décadas anteriores, se abre paso a empujones una vieja conocida que fue por años desterrada pero que, victoriosa, viene con intenciones de reclamar su trono: la marginación económica.

¿Quién no conoce a esos marginados económicos? Quizás para ellos habría que hacer una sección especial en las reuniones de MA, para dar cabida a todos.

A los que viven estrictamente de su salario.

A los que no tienen ni la esperanza de tener casa propia.

A los que, a pesar de sus principios morales (maravillas de eso que se denomina "presión social"), sacrifican con infinito dolor la mitad del salario para comprar el regalo del "Día del Educador" solo para que sus hijos no sean los únicos que se aparezcan con las manos vacías ante la maestra que luego los evaluará.

A los estudiantes que tras concluir su horario de clases en la universidad salen de prisa, porque en la noche trabajan de meseros en una paladar, lo cual les permitirá comprarse la imprescindible computadora para leer toda la bibliografía que el profesor insiste en entregar en formato digital.

A los que comparten cuarto con el hermano, y tienen que verse a escondidas con la novia en un pasillo oscuro del solar porque el salario (¡maldito salario!) no alcanza para pagar algunas horas en una cama de alquiler.

A los que no reciben remesas familiares.

A los que no tienen ni a un tío lejano cumpliendo misión en el exterior.

A los que nunca han viajado o viajarán, por negocios o placer.

A los que no trabajan para el turismo ni reciben estimulación en divisas.

A los que jamás podrán hospedarse en un hotel en Varadero, ni en un cayo remoto del archipiélago nacional...es más, ni en el hotel de la propia ciudad en que residen.

A los que fueron educados para creer que estudiar una carrera universitaria les garantizaría "ser alguien en la vida" y siguen convencidos de ello, negados a correr hacia los brazos abiertos del cuentapropismo.

A los que se insultan cuando en algún medio de comunicación un periodista despistado asegura que "las cajitas" de la televisión digital terrestre se venden a precios accesibles.

A los que no tienen cómo costearse un celular, ni siquiera "de teclitas".

A los que tienen dos pares de zapatos: los "de trabajar y los "de salir" y sienten que el mundo se les viene abajo si se le rompen los primeros.

A los que nunca podrán comer en una paladar.

A los que no tienen ni la más mínima idea de cómo luce la Casa de la Música por dentro, ni ningún otro centro recreativo que se cobre en "moneda fuerte" o su equivalente en la "suave".

A los que no pueden darse el lujo de comprarle tomates o cebolla a un carretillero.

A los que solo entran a una tienda recaudadora de divisas a buscar detergente, champú, maquinitas de afeitar o desodorante...y consideran lo demás como territorio prohibido.

A los que lloran tras ver el pago que les exige la Aduana cuando reciben un paquete desde el exterior vía correo.


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