Sutil y extraño cruce; los poemas exudan un suave, lento y cuidado surrealismo, una especie de oda a lo delirante o a lo que va más allá de la lógica tiránica de la vigilia. Es una especie de amor por lo que está por debajo de lo visible o de lo perceptible. Los ojos están muertos. Lo único que vive son las cosas y las palabras (las palabras y las cosas) para convertirse en poema. El pez, el agua, la muñeca, las voces de los mayores, el pudoroso deseo, el frenesí entran y salen como música que atrae en el desierto.
Y, al mismo tiempo, hay un duro, líquido, amable realismo en tus versos. Una especie de toma de conciencia de la fatalidad de lo cotidiano, de lo extraño y decandente que puede ser el mundo más pedestre. El cruce de la mirada surrealista y de la más escéptica lupa realista hacen tu estilo. Y uso esa vieja y gastada palabra: estilo.
Estas son las primeras palabras que aparecen en mi mente después de leerlo. Creo que hay un trabajo acertado con el ritmo y con la cadencia sonora en los versos. Percibo música lenta y sentido preciso -ajustado- en los versos. Como quería Octavio Paz, el sonido y el sentido forman una música pareja.
Fabián Soberón
"Praga en dos"