La primera alcaldesa de España, en 1932
Pero pasó a la historia como María "la tonta"
María Dominguez en la foto para el Heraldo de Aragón como primera mujer alcaldesa de España.
Acabo de descubrir la vida y obra de esta insigne mujer. Mujer con mayúsculas. Superviviente de un matrimonio nocivo, de un marido maltratador; ignoró el qué dirán de una sociedad rancia y catoliquísima y extremadamente hipócrita y machista; ascendió ella solita desde la posición de mujer de campo analfabeta casada por conveniencia a mujer libre, culta, escritora, política y feminista.Y todo esto, ¿cómo?
María nació en 1882 en Pozuelo de Aragón, un pueblecito del Campo de Borja. Su familia era pobre y trabajó en el campo desde niña. En esa España rancia el machismo, la ignorancia y el peso del pecado eran extremos. Sin embargo, por alguna milagrosa razón, en María cristalizó una sensibilidad cultural, política y social realmente insólita en una chica de pueblo del siglo XIX. A los 18 años se casó con Bonifacio Ba Cercé, de Fuendejalón. Fue un matrimonio de conveniencia, como la inmensa mayoría. Pero su marido resultó ser un maltratador y ella lo abandonó. Esa decisión, cómo no, hizo que sus paisanos la despreciaran y la miraran como a una golfa. Pero ella lo que despreciaba era el qué dirán, la moral infame y el escandaloso retraso que hacía considerar a la mujer como un ser inferior.
Empujada por la rotunda convicción de que la educación engrandecía a la gente y la alejaba de la miseria económica y moral, María se formó para ser maestra, en buena parte de modo autodidacta, en Barcelona y Pamplona y enseñó en una escuela del Valle de Baztán, en Navarra. Sin embargo, su salud quebradiza le obligó a instalarse en Zaragoza, donde continuó con sus estudios y sus clases, trabajó de costurera o sirvienta y escribió en diversas publicaciones progresistas. En los años 20, al morir su primer marido, se casó con Arturo Segundo Romanos, un esquilador viudo y socialista con el que se trasladó a Gallur. María enseñaba, se desvivía por los más débiles y creó con su marido la sección local de la UGT.Durante la Segunda República, en julio de 1932, los vecinos de Gallur presionaron para que dimitiera en pleno el ayuntamiento elegido en abril de 1931 y, a propuesta de ellos, el gobernador civil eligió a María Domínguez como presidenta de la Comisión Gestora que se puso al frente del pueblo. Su experiencia en la política fue decepcionante y fugaz –duró seis meses– pero era la primera vez en la historia de España que una mujer dirigía un ayuntamiento democrático.
María llamaba la atención por más cosas: no dejaba de escribir en periódicos y revistas e impartía charlas sobre el socialismo, la república, Joaquín Costa o la condición femenina. Sus textos eran militantes e incisivos, cargados de ironía, inteligencia y una mirada propia sobre el mundo. Algunos de ellos los firmaba con un seudónimo que ya no podía ser más somarda: ‘María la tonta’. La mítica Hildegart Rodríguez escribió un prólogo muy extenso a un volumen que reunía algunas de sus conferencias y que se llamaba ‘Opiniones de mujeres’. Resultaba inaudito que una campesina enfermiza y humilde hubiera llegado tan alto.
Al estallar la Guerra Civil los echaron de Gallur. María y su marido se refugiaron en Pozuelo de Aragón, en casa de su hermana. Pero ambos fueron fusilados. María murió el siete de septiembre de 1936 en las tapias del cementerio de Fuendejalón, donde reposan sus restos. Pero, desde ese día de septiembre hasta 1995, cuando Javier Barreiro le puso el ojo encima, esta mujer no fue nadie. Mientras tanto, durante toda la dictadura, Zaragoza consagró a Marina Moreno una de sus calles estrella, el actual Paseo de la Constitución. Marina fue una chica falangista de Huesca que, a los 18 años, en agosto de 1936, murió cuando fue ametrallado el camión en el que viajaba al frente de Almudévar para auxiliar a los soldados. El franquismo convirtió a Marina en una mártir a la vez que enterraba concienzudamente la memoria de María.La chica de Pozuelo había cometido el intolerable delito de estar muy por encima de su tiempo y luchar con infinito coraje por la libertad, la igualdad, la tolerancia, la justicia social, la educación, la cultura, la modernidad y por un mundo más decente.Como vemos, el franquismo, una vez más, no tolera que las personas pensaran, y mucho menos las mujeres. Ya sabemos que la labor más ferrea de este periodo fue la de acabar con cualquiera de los logros sociales e ideológicos de la república, cuando la sociedad republicana, no ya los políticos, la sociedad en si, era libre, libre para pensar, para sentir, para vivir, donde una muchacha de campo podía estudiar y convertirse en maestra, pensadora y oradora y podía librarse de un marido maltratador que la mandara a la tumba de un mal golpe.Esa libertad es la que se cargó de un fusilamiento colectivo en miles de paredones la ideología franquista.Franco no quería que nadie pensara, no quería que las mujeres pensaran, ni sintieran, solo quería que callaran y sirvieran...
FUENTE: Heraldo.es