La misión de María en en el pueblo de Dios es entre otras de colaboradora. Dios Padre creó un depósito de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias y lo llamó MARÍA…
El Dios omnipotente posee un tesoro o almacén riquísmo en el que ha guardado lo más hermoso y refulgente, raro y precioso que posee, incluido su propio Hijo. Este inmenso tesoro es MARÍA… A quién los santos llaman el tesoro del Señor, de cuya plenitud se enriquece la humanidad.
Dios Hijo comunicó a su Madre cuanto adquirió mediante su vida y muerte, sus méritos infinitos y virtudes admirables, y la constituyó tesorera de cuanto el Padre le dio en herencia. Por medio de Ella aplica sus méritos a sus miembros y les comunica sus virtudes y les distribuye sus gracias. María constituye el canal misterioso el acueducto por el cual hace pasar suave y abundantemente sus misericordias.
Dios Espíritu Santo comunicó sus dones inefables a María, su fiel Esposa y la escogió por dispensadora de cuanto posee. De manera que Ella distribuye a quien quiere, como quiere, cuanto quiere y cuando quiere todos sus dones y gracias. Y no se concede a los hombres ningún don celestial que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la voluntad de Dios que quiere que lo recibamos todo por María… Y porque así sera enriquecida, ensalzada y honrada por el Altísimo la que durante su vida se empobreció, humilló y ocultó hasta el fondo de la nada por su humildad. Estos son los sentimientos d ela Iglesia y de los Santos Padres.
María es la Madre admirable del Hijo. Quien tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su humildad, la llamó mujer, como si se tratara de una extraña, aunque en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres.
María es la fuente sellada, en la que sólo puede entrar el Espíritu Santo, cuya Esposa fiel es Ella.
María es el santuario y tabernáculo de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y maravillosamente que en ningún otro lugar del universo sin exceptuar los querubines y serafines: a ninguna creatura, por pura que sea, se le permite entrar allí sin privilegio especial.
Entreguémonos al Corazón de María, diciéndole: “¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos Reina y Madre, hasta las profundidades de Su Corazón Adorable! ¡Oh María, sin pecado concebida ruega por nosotros, que recurrimos a ti.! Amén.