María Martillo fue una prostituta que pasó de ejercer en la calle a monja salidilla del siglo XVIII.
Ejercía de Mujer pública en la Gran Vía madrileña, donde era muy popular. A su puerta hacen cola por la noche y a escondidas los que luego en la mañana, personas conocidas la contrataban como acompañante.
La llevaban a grandes fiestas y a trataban como a una dama, pero a espaldas la critican, como es costumbre en España.
Enseñó a fornicar a casi toda la nobleza. Tampoco puso reparos en hacerlo con obreros por no distinguir de clases.
Entró en un convento para redimirse y falleció según dicen en la cama arzobispal. Pero no piense usted mal, estaba haciendo la cama.
También es verdad que antes de eso se trincó a 5 párrocos, unos cientos de feligreses y dos monaguillos.