La Sra. Fernández de la Vega, luce palmito, qué duda cabe, en la inauguración de la fundación “Mujeres por Africa” que, al parecer, se nutre de donaciones privadas exclusivamente. Atribuye su cambio físico al aumento de unos seis kilogramos de peso que refiere haber ganado, pero la pregiunta que flotaba en el ambiente era el nombre del cirujano y el precio de los arreglos realizados. Ya comentamos acerca de su imagen en este mismo espacio el pasado día 12 de Febrero de 2.012, cuando, tras abandonar el gobierno zapateril, también se sometió a unos retoques que llamaron la atención a propios y a extraños. Uno, que se sorprende de pocas cosas, se siente intrigado sobre la conjugación de ese culto a la imagen, necesariamente acompañado de un poder adquisitivo francamente elevado, con el progresismo militante que tampoco impidió a la vicepresidenta entonces, un posado con pieles para la portada de Vogue. Antes que el Sr. Iglesias viese la luz de la fama, ya cabalgaba sobre sus contradicciones Dª Teresa, que pese a no haber modificado su ideario, celebra los eventos en una cadena “Westin”, que no se caracteriza por ofertar establecimientos hoteleros para el gran público, para el pueblo al que nuestra ínclita política representa. A medida que pasan los años siente uno la sana envidia a personajes como el que nos ocupa la entrada de hoy: Solidaria, progresista, exvicepresidenta del país, luciendo arreglos de imagen solo al acceso de los elegidos y cabalgando en la cresta de la ola que conforma la clase de los más favorecidos.