Lo primero que hice cuando tuve ante mí los dos títulos fue comprobar sus fechas de publicación, pues quienes ya los habían leído o estaban leyéndolos me habían dicho que ambos estaban muy relacionados. Al hacerlo vi que Como si existiese el perdón apareció en 2016, mientras que Quebrada era mucho más reciente, concretamente del año 2022. Habrá que comenzar en orden, dije para mí.
➢«El calor trae malos humores, y el viento norte, allá, nos traía estas cosas. Loprete acabó malherido, y nosotros, sin remedio a la mano. Agonizó toda la noche. Lo enterramos poco antes del amanecer. Juancho hizo el pozo. Yo sostenía la lámpara. Y el Tano vigilaba que el cadáver no tuviera otro ataque de ira.» (‘Como si existiese el perdón')
➢«La única certeza que tengo hoy, padre, es que muy pronto nos iremos de esta tierra. Y me cuesta, porque esta tierra será poca cosa, pero acá nacimos y acá somos quienes somos. Si nos vamos, tendremos que ir por ahí explicando que de dónde venimos y para dónde vamos. Y eso no da mucho aliento.» (‘Quebrada’)
COMO SI EXISTIESE EL PERDÓNHe leído de una sentada esta novela corta o relato largo de la argentina Mariana Travacio (Rosario, Argentina, 1967). Me ha gustado y me ha recordado mucho esa buena literatura sudamericana del tipo de la de Juan Rulfo, pero con menos magia, menos sorpresiva, quizás, precisamente, porque estos jóvenes autores -ya no tan jóvenes, ¡vive Dios!- hayan asimilado perfectísimamente la prosa del mexicano ilustre.
La publica en España por primera vez la editorial Las afueras en una bonita edición de 144 páginas. De la historia proporciona el editor la sinopsis siguiente:
Como si existiese el perdón es una historia de venganza y redención. Mariana Travacio nos conduce a través de un mundo desolado, que traerá inevitablemente a la memoria las mejores páginas de Juan Rulfo, hasta un final inevitable que tiene sabor de venganza antigua. Inevitable decíamos, porque todos los personajes de esta historia parecen marcados por la fatalidad, pero también porque la autora no nos da la oportunidad de apartar la mirada de este libro duro y memorable, con un estilo tan desnudo y poético como los paisajes que describe.
La novela comienza de manera muy intensa con la llegada de uno de los hermanos Loprete «a lo del Tano» (nótese ya mismo en esta brevísima cita la peculiaridad del estilo literario de la autora). El tal Loprete pregunta por Pepa. Todos piensan que es una mujer; en especial, así lo cree el Tano cuya amada tiene tal nombre. Esta creencia y las muchas ginebras que los personajes ingerirán derivarán en el hecho trágico que condiciona todo el relato: José, que así se llama el Loprete inquiridor, muere desangrado por una cuchillada que le da Tano al defenderse de una suya. La tragedia provocará la venganza de los hermanos Loprete. Para evitarlos Juancho, Tano, Manoel y los demás pedirán auxilio a Miranda, hombre rico amigo desde antiguo de Tano, que habita en una estancia y tiene a su servicio un buen número de peones. Con diez hombres de Miranda, Tano y Manoel se aprestarán a cobrarse a su vez venganza porque los Loprete, cuando los buscaban, habían matado a Juancho y quemado el rancho de Tano.
Como se verá todo desemboca en una auténtica balacera, con muertos por todas partes. Estamos ante un auténtico western en terrenos de la Pampa argentina concretamente en aquella en que la sequedad al cabo de unos kilómetros da paso a la humedad, a las lluvias, a fuertes avenidas de agua tras épocas de intensa sequía. El contexto en que se desarrolla la acción está conformado especialmente por un clima desorbitado, irracional, de locura. Un clima que en las personas de los Loprete se materializa en cuatro hermanos locos, las Furias, y los demás, éstos con una racionalidad sanguinaria y también demencial.
QUEBRADA
El asunto mostrado en la novela anterior hizo que nada más finalizarla no pudiese resistir la tentación de leer el otro libro de la escritora argentina recomendado por Marga. De él la editorial Las Afueras da en su página web la siguiente sinopsis:Quebrada es la palabra que define un paso estrecho entre dos montañas. Así, como una hendidura que atraviesa dos historias, discurre la nueva novela de Mariana Travacio. Una obra atemporal en la que sentimientos como el amor y la lealtad conviven con el desarraigo y la pérdida que imponen las migraciones.Conducidos por una prosa precisa y sobria, acompañaremos a Lina, una mujer que parte en busca del mar y un hijo perdido, desde un paisaje seco y agrietado en donde la vida se ha hecho imposible, hasta unas tierras húmedas y fértiles en las que todo es excesivo. También la locura de los personajes y fantasmas que las habitan.
Como ya he dicho, es Quebrada, hasta el momento, el último libro publicado por Mariana Travacio. Curiosamente, yo diría que es una especie de precuela del otro que tanto me gustó y con el que me estrené con la novelista. En esta novela la historia se presenta en dos partes: en la primera los capítulos -breves como es característico en la escritora- son narrados, alternativamente en primera persona, por Lina Ramos y por Relicario Cruz, esposos y padres del Tala, un niño que hace ya catorce años o así marchó con su tío Camilo Ramos a las tierras fértiles que se decía había allá lejos, pasadas las montañas. Comienzan, pues, ya aquí las similitudes entre la historia de Quebrada y la de Como si existiese el perdón. En ambas, un matrimonio pierde por acción u omisión un hijo, mejor dicho, el hijo. Y en ambas también, las tierras fértiles, donde crecen los frutos, donde existe el verdor y el agua las visita con frecuencia inusitada, son las de los Loprete. La historia de los Ramos que vemos en Quebrada se entrevera en la historia de la venganza de los Loprete por la desaparición de José Loprete en la novela de 2016. Las lagunas argumentales de la primera van siendo rellenadas en cierto modo por los sucesos vividos por Lina Ramos y por su marido Relicario Cruz. La segunda parte de Quebrada, sin embargo cambia a otro narrador en primera persona. Su nombre es Rulfino, quien guarda enorme similitud con el caso del Manoel del otro relato. Ambos sienten un odio acendrado hacia el patriarca y hermano mayor de los Loprete. Como se ve, pues, argumentalmente existen entre ambas narraciones concomitancias, analogías, coincidencias y similitudes.
Si hay claras correspondencias en el plano argumental, las existentes en el plano formal son mucho más evidentes. Y es que, como la misma escritora sostiene en alguna entrevista suya que he podido leer, en su literatura prima, por encima de los temas que vienen a ser -dice- los habituales (amor, vida, muerte), la forma con la que se presentan y el lenguaje empleado para mostrarlos. De su estilo seco, desnudo, con escasa florituras, lo que más ha llamado mi atención es el muy frecuente empleo de los pronombres en posición anticipada a sus referentes (los estudiosos denominan 'prolepsis' este uso): «Estaba empapada, esa mujer, pero más me impresionó su tamaño» o «empezó a decirles, a los hijos»; el vocabulario argentino propio de de la Pampa y de los gauchos en general: hamacar (dar al cuerpo un movimiento como de vaivén), bolear (arrojar las boleadoras a las patas o al cuello de un animal), arrevesada (difícil), petiso (pequeño o de poca estatura), tranquera (puerta rústica hecha con trancas), matambres (capa de carne que se saca de entre la piel y el costillar de vacuno y porcino), etc. Pero lo mejor, lo que por encima de todo me ha llegado más de la manera que tiene de escribir Mariana Travacio, es la hermosa imaginería que utiliza. Y lo hace de esa manera tan suya, como si nada hiciera, como si no le costase ningún trabajo ni esfuerzo crearlas, producirlas. He aquí dos citas a modo de ejemplos:
A medio camino de los planos formal y argumental, siendo claramente cuestión de estilo, estarían los comportamientos de algunos personajes. Quizás uno de los más característicos sea en Quebrada Relicario Cruz, quien, muy en la línea del mexicano Juan Rulfo con quien más de una vez se ha relacionado a Mariana Travacio, es incapaz de abandonar a sus muertos por lo que cuando abandona el lugar se los lleva en dos cajones y dialoga con ellos de una manera muy natural, igual que también habla con Jumento, el burro con el que ha emprendido la travesía. Es este Cruz un ser que parece salido de la Comala rulfiana o, más próximo a nosotros en el tiempo, del condado de Yoknawpatapha faulkneriano de 'Mientras agonizo', o hasta del "bardo" del cementerio donde el presidente Abraham Lincoln deambula y quiere retener a su recién fallecido hijo Willi [leer reseña de "Lincoln en el bardo" de George Saunders aquí]. Mucha literatura, pues, contenida en estas pocas páginas de la Travacio.
- «Así comimos esa noche, antes de ponernos a descansar. El Laucha se ofreció a hacer de campana. Todos aceptamos. Nos pareció que el Laucha estaba más entero que cualquiera de nosotros. Nos tiramos alrededor de la carreta y alcanzamos a ver un cielo acribillado de estrellas antes de que nos venciera el cansancio.» (en Como si existiese el perdón)
- «No se vaya a agobiar, doña, con tanta cosa. Si le llegara a pasar que le agarra el agobio, siempre mire para afuera y vea, bien. Va a ver que está lleno de tierra, todo alrededor. No se olvide de eso, doña. Siempre mire afuera, todo lo lejos que pueda, y recuerde que usted busca el mar.» (en Quebrada)
También es rasgo estilístico la ambientación, el paisaje opresor y desubicado en el tiempo y el espacio, donde estos seres se sienten atrapados de una manera casi kafkiana, con pocas posibilidades de abandonarlo y cuando lo hacen como Lina yendo a parar a otro pozo de los horrores de donde también les es muy difícil salir.
Para concluirLiteratura, la de Mariana Travacio, de alto voltaje, de muchos quilates, y de -elija cada uno el término al finalizar su lectura- la imagen magnificente que le apetezca colocar aquí. En ambas narraciones hay un universo de personajes muy bien caracterizados y un estilo breve, conciso, sin ampulosidad ninguna, pero que llega con fuerza al lector por contener dentro de su brevedad una enorme belleza. Así es, en efecto, y así he podido comprobarlo en las dos novelas cortas que he leído. Desde el principio cada una de ellas consiguió captarme, casi abducirme dentro de la belleza y la rotundidad con que la escritora argentina presenta unos asuntos muy duros, muy fuertes, como son la pérdida de un hijo para unos padres, la pérdida de los padres para un hijo, la emigración obligada por la imposibilidad de vivir en una naturaleza hostil, el amor a la tierra de nacimiento donde nuestros padres y abuelos se dejaron la vida para sacarnos adelante, la demencia mental, la venganza, la brutalidad masculina en los enfrentamientos violentos, el sexo y el deseo siempre agazapados que a la menor saltan y abren las puertas de la barbarie... Pero también, especialmente en Quebrada, es elemento destacable el empoderamiento femenino que muestra Lina al decidir dejar esposo y terruño para afrontar una aventura en busca del mar, que en sí mismo y en este relato no es más que un deseo de libertad inalcanzable, una utopía. Y además allí mismo somos testigos del inmenso amor del esposo de Lina, quien, frente a la violencia y machismo mostrado en Como si existiese el perdón por los de su género, permite la marcha de su mujer y luego henchido de amor sale tras ella, casi casi me atrevería a decir recordando a Juan de Yepes «como el ciervo herido».
En definitiva, Mariana Travacio ha escrito dos novelas cortas que me han sorprendido muy gratamente al no ser frecuente, en mi experiencia lectora, ese modo directo de mostrar los asuntos sin perder un ápice de belleza literaria. En otras palabras, muy muy satisfecho tras su lectura.