Comparto las palabras de Mariana Travacio durante la presentación de Imagina la felicidad en La Casa del Árbol. Estoy más que agradecida con Mariana por haberse tomado el tiempo de leer el libro y acompañarme en el encuentro.
Buenas noches a todos.
Tan lindo verlos.Es un inmenso placer, para mí, estar acá, esta noche, acompañando a querida Maumy González en la presentación de su segundo libro de cuentos: Imagina la felicidad. Precioso título que, además, es título del relato con el que cierra el libro.
Imagina la felicidad se compone de doce textos que nos proponen un recorrido sin treguas. Todos ellos ofrecen una tensión narrativa de la que es imposible sustraerse. Maumy González tiene, además, una enorme habilidad: sabe crear la atmósfera necesaria para que cada cuento respire. Es como si crease mundos, pequeños mundos, con el clima y el lenguaje justos para que sus habitantes se muevan como buenos nativos; no importa si estamos en un registro más o menos realista, o más o menos fantástico: todos ellos funcionan con absoluta soltura dentro de sus mundos, con sus reglas y sus lenguajes.
Los personajes que habitan estos mundos atraviesan situaciones peculiares. El lector tiene la sensación de que algo va a estallar en cualquier momento, a la vuelta de la página o en el siguiente renglón.
Esto que menciono así, en genérico, respecto del libro, ya se puede encontrar, y de un modo magistralmente logrado, en el primer relato: se llama Gorgona y narra una escena, una noche, entre una madre anciana y una hija que la cuida. La escena crece hasta desplegar sin miramientos un vínculo de una violencia y de un desprecio insalvables.
El siguiente relato, Cuando hay hambre, narra una escena entre dos hermanos y la orfandad entera del mundo se lee allí, en esas líneas, desde la mirada impotente de esa niña. La misma impotencia que se derrama en las páginas de Arepa con queso, el sexto relato de este libro; impotencia que deviene rencor en Imagina la felicidad, el relato que cierra la obra, y que se vuelve ternura en el décimo relato: se llama Líbrala de todo mal y acaso esas páginas encierren todo el amor del mundo.
Maumy González nos pasea con total soltura por los sentimientos más viscerales del hombre y los expone sin retaceos, sin juicios, sin piedad.
Quiero detenerme un instante en una pregunta que me hacía mientras leía el libro.
Me preguntaba qué lenguaje componía el territorio de estos textos. ¿Qué lenguaje era? Maumy González es venezolana, como sabemos, y sin embargo, me parecía que el territorio lingüístico de estas páginas sólo podía definirse como una construcción propia. Y esa me pareció otra de las riquezas de este libro. Como si la lengua venezolana estuviese teñida del rioplatense, o como si el Río de la Plata se le hubiese metido en la mirada. Hay algo que vuelve absolutamente singular a esta escritura y creo yo que esa singularidad está definida por esa mezcla de lengua venezolana y mirada rioplatense.
Y quiero decir, por último, que no se dejen engañar por el título del libro: la única felicidad que proponen estos textos es la felicidad literaria de su lectura. No hay nada naif en ellos. Son relatos brutales, descarnados, que proponen un recorrido sin reposo. Son relatos donde asoma lo siniestro: lo familiar vuelto extraño: lo cotidiano estallado en la naturalidad de una violencia que emerge como si viniese a descorrer el velo, a abrirnos los ojos, a dejarnos mirar, sin anestesia, en toda su crudeza, la inermidad absoluta del humano: la fragilidad de la vida.
Por eso, Imagina la felicidad sea acaso el título perfecto para reunir estos cuentos.
Imaginar es representar. Es, también, suponer a partir de indicios. Es inventar algo. Y es concebir. Y estos cuentos dibujan escenarios tan brutales que no queda más alternativa que pensar que, en ellos, la felicidad es una cosmogonía que sólo es posible en el terreno utópico de la imaginación.
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El libro se consigue en la librería de La Coop (Bulnes 640, CABA). También a través de la editorial, vía su fanpage.🌼