Si leísteis el primer artículo sobre Marie Curie no hará falta que os recuerde quién es. En cualquier caso, os dejo un enlace por si no habéis podido leer la primera parte.
Andábamos por el año 1897, cuando Marie y Pierre tuvieron a su hija Irene Curie. Como ya dije, Pierre está tan contento con los progresos de Marie que decide dedicarse plenamente al trabajo de Marie y ayudarla en lo que pudiera. Así, los dos empiezan a descubrir el fascinante mundo de la radiactividad.
Becquerel les ayuda mucho, pues no en vano es el descubridor de la radioactividad, pero ellos van más lejos, tienen hambre de saber. Descubren que no es el uranio en sí el que provoca la emanación de rayos, sino algo externo a él. Finalmente, Marie descubre que el torio desprende los mismos rayos que el uranio.
Sin entrar en qué descubrieron o no, me parece importante resaltar cómo trabaja este fantástico matrimonio. Sin apenas recursos, son capaces de seguir trabajando a base de ilusión y, todo hay que decirlo, de los inventos que Pierre crea para que Marie pueda seguir avanzando en su tesis, en poder encontrar elementos en los distintos minerales con los que trabaja
Trabajan día y noche, sin apenas comer. Trabajan tanto que empiezan a sufrir de fatiga: Pierre pasa una época en cama y Marie, pese a padecer fiebre, sigue trabajando, sigue luchando. Todavía no son conscientes de los peligros de la radiactividad.
El verano de 1898 consiguen aislar el primer elemento químico. La emoción es tal que Marie, como buena nacionalista polaca que era, llama “polonio” a dicho elemento.
Entusiasmados, ven que la potencia que desprenden los demás residuos es tal, que no cesan de trabajar para seguir buscando más respuestas. Y, como “el que la sigue la consigue”, a los 6 meses encuentran un segundo elemento, el radio.
La noticia empieza a circular por todos los medios parisinos y franceses, los Curie hacen historia. ¡Y cómo hacen historia! Sin apenas dinero ni recursos e, incluso, poniendo en riesgo sus propias vidas.
Emocionados ante tales descubrimientos, los Curie piensan que éste es el camino hacia la cura contra el cáncer y continúan trabajando pese a las fatigas, pese a las llagas que empiezan a aparecer en sus manos, pese a caer enfermos.
Después de mucho trabajo y sufrimiento, consiguen un gramo de cloruro de radio sacado de, nada más y nada menos, ocho toneladas de pechblenda. En 1902 consiguen presentar el resultado y, es tal el descubrimiento, que en seguida son aclamados en el mundo entero. Todos quieren conocer al matrimonio Curie y saber de su trabajo.
Ante esta situación, Pierre le dice a Marie: “Tenemos dos opciones, una es dar a conocer al mundo entero nuestros descubrimientos“. Marie, sin conocer la otra opción, acepta en seguida. “La segunda opción es patentarlo y hacernos ricos ya que el trabajo de estos años ha sido muy grande”. Marie alega que sus descubrimientos tienen que ser compartidos con el mundo entero, que nadie se debería beneficiar en exclusiva de ellos.
A continuación los Curie escriben una carta a unos prestigiosos científicos estadounidenses que anteriormente les habían pedido que dieran a conocer sus logros. En seguida el mundo de la ciencia se rinde a Marie y Pierre.
Pudieron haberse hecho millonarios, pudieron haberse hecho poderosos, pero les pudo la humanidad, ayudar gratuitamente. Algo excepcional. Ellos lo eran…