A Marimar Blanco, presidente de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, terminarán llamándole asesina, aunque de momento sólo exigen su destitución unas pocas víctimas de ETA por el delito de crimentalidad, o criminalidad mental, según Orwell.
La hermana de Miguel Ángel Blanco dijo, que “aun sabiendo que es políticamente incorrecto reconocerlo”, le desea la muerte de Bolinaga, el etarra liberado por padecer cáncer.
Es quien cuando lo detuvieron se negaba a decir que tenía a Ortega Lara secuestrado en una mínima covacha bajo una enorme máquina, donde llevaba año y medio. Quería a dejarlo morir de sed y hambre.
Miguel Ángel, concejal de Ermua, fue secuestrado el 11 de julio de 1997 por ETA. Los horribles asesinos Txapote y Amaia le dispararon en la cabeza y lo dejaron agonizante. Murió después en un hospital.
Millones de seres buenos y decentes desean lo mismo que Marimar para los monstruos, pero no lo confiesan: se lo impide la hipócrita corrección política, la censura moral laica sustituta del pecado.
Marimar es una pecadora por desear la muerte de un Hitler pequeño. Pero, ¿por qué no iba a desear cualquiera de sus víctimas la muerte de Hitler? El viejo pecado de desear el mal ajeno es ahora un agravio a la corrección política.
Unas cuantas víctimas de ETA en Hipercor con Síndrome de Barcelona (exEstocolmo) gritan “vade retro” ya no ante la idea de la venganza, sino por querer justicia y el mal para el asesino, el crimental de “1984” actualizado.
Definición de crimental: “El pecado de desear la rápida muerte por enfermedad del malvado”.
Para la Nueva Inquisición de esta sociedad enferma de hipocresía y del pecado como delito, Marimar queda condenada a la muerte civil y a poder ser, en prisión perpetua.
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SALAS