Marina Aviñoa enseña una firma con una historia peculiar. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
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Las anécdotas mueven el mundo y Marina Aviñoa (Barcelona, 2004) las genera continuamente. Es puro espectáculo, el alma de la fiesta y la primera en ponerse el mono de trabajo.
A principios de mes me llamó mucho la atención su firma en la camiseta con la que posó Anna Vílchez, jugadora del infantil A del Basket Almeda, en las redes sociales. Roser Martí, la madre de Anna, había ganado el sorteo de ese regalo, con la estampa de todas las jugadoras del primer equipo.
Marina Aviñoa, base-escolta del Basket Almeda, había puesto su nombre en mayúsculas y un par de asteriscos, y debajo, una gran sonrisa pintada.
Cinco minutos después de la derrota de su equipo contra el Segle XXI (54-56), le doy un rotulador negro y le pido que se firme la mano izquierda para la foto principal de la entrevista.
—Ostras, pero si yo no tengo firma fija... –me confiesa. —¿Y la que hiciste el otro día en la camiseta de Anna?—¿Cómo era?
Se la dibujo en la libreta, que luego me olvidaré en el pabellón. Por suerte, Fernando Gordo, el entrenador la tiene a buen recaudo.
—¡Ah, vale!
Sonríe. Marina Aviñoa es puro nervio. Contagia optimismo, cercanía, generosidad y motivación. Es de esas personas que sabes que te van a sorprender en cualquier momento. Regala muchos titulares.
Al día siguiente, por Zoom, me explica la anécdota de la firma: "¡Surgió! Resulta que me equivoqué y Marta Rosanas, la tercera entrenadora, me ayudó a solucionarlo. Tapamos el error con la sonrisa y quedó así. [Risas]. Fue curioso que te fijases en eso... Me hizo gracia".
—Diría que a ti también te encanta observar. ¡Es vital hacerlo! Este año necesito observar todavía más a mis compañeras y rivales para aprender en Liga Femenina 2, un nuevo mundo para mí. Ahora le tengo menos miedo a la categoría. Me he sorprendido a mí misma por mi nivel. Me siento bastante estable.
—Eres más segura que antes. Pase lo que pase, reacciono bien. Me refiero a mi manera de ser. En cuanto a confianza y seguridad en la pista, todavía me queda un gran camino por delante.
—¿En el partido ante el Bàsquet Femení Viladecans fue cuando te diste más cuenta de que podías hacer más cosas? No, no. ¿Por qué me lo preguntas? ¿Lo hice bien?
—Sí. A veces los puntos no reflejan cómo se siente una jugadora. Acabé muy enfadada conmigo misma y con el equipo porque ninguna dimos nuestro 100%. El encuentro supuso un punto de inflexión para el grupo. Ahora estamos en un gran momento. Ha sido en los entrenamientos donde, poco a poco, he visto que podía competir, aguantar los contactos y jugar con más tranquilidad.
—Con mucha tranquilidad no juegas. Con mucha confianza, sí. [Risas]. No sé... Siempre he creído que transmito tranquilidad al equipo. Yo me canso mucho.
—Si para ti tranquilidad es confianza, estoy de acuerdo. En la pista no se te ve tranquila. ¡Tranquila no soy! Soy súper visceral. Transmito confianza, como dices. Cada acción para mí es sinónimo de intensidad infinita. Siempre hay algo que celebrar.
La base-escolta del Basket Almeda en el partido ante el Bàsquet Femení Viladecans. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
—Con 151 puntos eres la segunda mejor anotadora del Basket Almeda. Sólo te supera Clàudia Baraut. Bueno... Ayer [por el lunes] tuve mucha suerte y me entraron, pero no soy una jugadora anotadora. Soy más de pasar.
—Pero últimamente metes bastantes puntos. Sí. Está siendo una temporada llena de descubrimientos para mí.
—Te preocupa mucho que tu entorno esté bien. ¡Son mis amigas! El baloncesto es ayudar a tu compañera a levantarse y que ella haga lo mismo contigo. ¡Mola mucho!
—¿La posición de base es la que más encaja contigo?Hace tiempo que juego al 1, pero puedo ser una 2 y una 3, e incluso una 4. Competiré donde me necesite el equipo. Me siento muy cómoda como base, pero tengo carencias: mido 1,80 metros, soy alta y normalmente las bases rivales son mucho más rápidas que yo y lo pago cuando las defiendo. Eso quizás se equilibre si juego de escolta o de alero. —Es difícil encontrar un banquillo con vuestra química y alegría. Vivís cada segundo como si fuera el último. ¿Esa actitud se entrena? [Sonríe]. ¡Nuestro banquillo es muy guay! Y tanto que la unión se puede entrenar, pero, sobre todo, surge. Es una característica común en los equipos del Basket Almeda, que reúnen un gran ambiente y mucha generosidad. Somos una piña. ¿Sabes? A veces creo que damos un poco de miedo en el banquillo... [Risas]. Y nos tienen que advertir por la técnica cuando hay tiros libres... Pero nos da igual porque nos lo pasamos de coña... Normalmente la gente llora porque no juega minutos y en el Almeda nos lo pasamos en grande sentadas. ¡Es fantástico!
—La implicación de las lesionadas marca la diferencia de vuestro banquillo. ¡Es brutal! Les estamos súper agradecidas porque su papel no es nada fácil. Saben que sus lesiones son de larga duración y son las primeras que te vienen a ayudar cuando tienes un mal momento. Mi hermana Júlia es un apoyo increíble y Paula [Barghout Gili], familia para mí. Quizás Paula tiene un día pésimo porque le duele la pierna o ve muy lejana su recuperación, pero se acerca y te sigue diciendo: "¿Qué tal peque? ¿Cómo estás?". Son un ejemplo a seguir como Olatz [Pino] y Judit [Ortiz].
—Cuando has estado lesionada has hecho lo mismo. Claro. Supongo que lo he aprendido observando a mis compañeras. Ahora Paula, Judit, Olatz o Júlia seguramente estén sirviendo de espejo para que quizás otras jugadoras se comporten igual si se lesionan. Lo habrán aprendido.
El maravilloso banquillo del Basket Almeda. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
—¿Tienes otras referentes fuera del Basket Almeda? Hombre, para mí Laia Palau sido siempre mi gran ídolo porque es un escándalo de jugadora. Siempre me ha flipado verla y ahora no me pierdo ni un partido del Uni Girona. —Tu madre, tu hermana y tú tenéis un problema congénito en los pies. ¿Las lesiones te han ayudado a crecer y valorar más las cosas? Me han hecho ver que el mundo no se acaba en el baloncesto y que no puedes depender de una sola cosa porque todo puede cambiar en un instante. Me he operado dos veces del pie izquierdo y uno del derecho, y me disloqué dos veces el pulgar y tuvieron que operarme. Por eso siempre lo llevo vendado. De momento, ya me he averiado bastante, eh. Las lesiones también me han ayudado a no derrumbarme por cualquier obstáculo.
—¿Temes volver a lesionarte?Es algo que no depende de mí. Soy consciente de que mi físico tiene facilidad para romperse y por eso todavía me dejo más la piel en los ejercicios físicos, para evitar los problemas evitables y muscularme lo máximo. Las lesiones forman parte del baloncesto.
—Supongo que fue muy duro para ti ser el último descarte en la selección catalana infantil y lesionarte con la cadete. El corte en infantil lo llevé bastante bien: se me cayeron tres o cuatro lágrimas y al día siguiente fui a entrenarme con mi equipo como si me hubiesen elegido. Estaba pasando un mal momento interno: no me gustaba tanto el baloncesto ni me esforzaba demasiado en la pista ni en los estudios. ¡La edad del pavo! Descubrí cuántas cosas me estaba perdiendo por no poner los focos en ningún sitio y me centré en seguir mejorando. Lluís Biosca fue quien me cortó en infantil y quien apostó por mí en cadete. Tenemos una muy buena relación y le he reconocido que me fue muy bien. Seguí a mis compañeras desde casa y celebré el oro por todo lo alto.
—¿Cómo viviste tu lesión con la cadete? Claro que me habría encantado jugar el campeonato, aunque lo que me carcomía por dentro era pensar que, si la lesión era grave, no podría seguir compitiendo con el Basket Almeda. Mi prioridad es mi club. Las selecciones son un premio. A las niñas pequeñas del Basket Almeda siempre les repito esa idea.
—Sólo te veo en un oficio con mucho contacto con la gente y un pajarito me ha contado que, de momento, quieres estudiar Psicología... [Se ríe]. ¡Ay, los pajaritos! Es mi idea, pero hoy pienso eso y mañana te diré que quiero ser bombera. No lo sé. —Necesitas ayudar a la gente. Quien ayuda enriquece a ambas partes. Es un acto sencillo con el que mejoras y te mejoran.
—Me cuentan que no te cuesta adaptarte a las circunstancias. ¿Siempre has sido así o lo has ido aprendiendo? Lo he ido aprendiendo. También a ser más humilde. Con 12 años no era como ahora. He bajado las expectativas sobre mí misma y eso me permite adaptarme a todo.
—Y a tener más empatía y entender mejor al resto. Exacto. Siempre he sido muy empática, pero antes no era tan humilde. Como ya no soy tan estricta conmigo misma, me frustro menos y me adapto mejor. Me pregunto continuamente qué necesita el equipo.
Marina Aviñoa, volando con los pies en el suelo. ¿De qué me sonará esa frase? Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
—"Es una líder natural. Más allá de su juego, me sorprende a diario por cómo transmite y comunica con tan sólo 16 años", te retrata Fernando Gordo, tu entrenador. [Se le cae la baba]. ¡Ala! ¡Qué majo! Jolín, ¡qué bien! ¿No? ¿Le podré dar las gracias antes de que salga la entrevista?
—¡Y tanto! Qué guay, qué bien que tenga esta visión de mi. Ojalá sea verdad. No sé qué responder a estar cosas. Me sabe fatal. No sé si tengo que decir algo o...
—Tu reacción ya es una gran respuesta. ¿Te sientes líder? ¿Qué es para ti serlo? No me siento una líder. Me siento una jugadora normal. A la gente de su entorno le viene de gusto seguir a quien es líder. No sé. Es una pregunta muy difícil, Toni.
—Das tu 180% en la pista. ¿Crees que a veces te tienen que frenar o calmar? Ni idea. Soy consciente de que tengo que aprender a dosificar mi energía. No puede ser que al cabo de tres minutos de partido esté sacando el esófago por la oreja porque no pueda más. Diría que es un aspecto más de autocontrol, de no saber dosificarme. Si no me lo dejo todo en la cancha, noto que he faltado algo en aquella defensa y no me lo puedo permitir. Si desde fuera ves que me tienen que frenar, debe de ser porque es algo que necesito aprender.
—Siempre hay un momento en el que no puedes más y entonces coges aire... [Cruza los brazos, la señal de pedir o indicar un cambio].
—También tienes otra técnica... ¡Hombre! [Risas]. ¡Y tanto! Que si me aflojo los cordones y me los ato... A veces, me giro a las compañeras y le digo: "Tías, ¿quién se desata las zapatillas? Que yo no puedo hacerlo más...". Es una técnica estupenda.
"Una técnica estupenda". Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
—Tus padres, Clara e Iñaki, jugaron al baloncesto, tu hermano Guillem y tu hermana Júlia juegan... Casi naciste en un pabellón. ¿En casa habláis mucho de baloncesto?¡Todo el rato! ¡Y necesitaríamos tres teles porque a veces se solapan los horarios! Somos una familia súper baloncestística, aunque, a veces, también tenemos que tratar otros temas. Mis padres siempre nos han insistido en que nos esforcemos al máximo porque, de lo contrario, estamos faltando al respeto al equipo. Nunca nos han exigido números ni resultados. De hecho, no hay cosa que odie más que las estadísticas, que no contemplan mil detalles.
—Necesitas tener la consciencia tranquila. Por supuesto. Si tengo que fallar ocho entradas seguidas, lo hago. Lo que más me enfada es que pierdas una pelota y no seas la primera en bajar a defender. Eso sí depende de ti.
—¿Cómo eras como espectadora en los partidos de tu hermana y hermano? ¿Como en el banquillo del Basket Almeda? Sí, sí. Yo... ¡A tope! "¡JAC Sants, JAC Sants!" para mi hermano y "¡Almeda, Almeda!" para mi hermana. Animaba mucho. Mis padres siempre lo han dado todo también.
La entrevistada, a punto de lanzar un tiro libre contra el Segle XXI. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
—"A Marina a veces le cuesta ser un poco más sincera con ella misma. Se analiza mucho", sigue el pajarito, que te conoce muy bien. Ya me puedo imaginar quién es.—Tu madre, Clara Canals. ¡Estaba claro! Como te comentaba antes, he trabajado mucho estos últimos años para bajar las expectativas sobre mí misma. Antes nunca acababa satisfecha de ningún entrenamiento y partido. Siempre llegaba enfadada a casa. ¡Qué mal lo he hecho! Fui a una psicóloga deportiva, Mar Rovira [exjugadora, entre otros, del UB Barça, el Perfumerías Avenida o el Uni Girona, y analista en Teledeporte] y me dio unas pautas para canalizar la frustración. Una de las que más me marcaron fue la de no evaluarte. Ahora, si hago malos entrenamientos o partidos, pienso: "Marina, ya está. Ya ha pasado". Víctor Calzado, un entrenador que he tenido muchos años en el Basket Almeda [es también director técnico de la sección femenina], me cogió un día y me dijo: "Tía, baja las expectativas de ti misma". Yo le respondí: "Pero yo nunca me he creído buena....". "Marina, la cosa no va por ahí. Trata sobre las expectativas... ¿Por qué te enfadas si fallas tres canastas? ¿Acaso las tienes que meter todas? ¡No! Pues baja tu nivel de exigencia y estarás más conforme con lo que hagas". Ahora me siento mucho más tranquila y satisfecha con lo que hago porque no espero ser nadie que no soy.
—Has aprendido a relativizar las cosas y a aparcar los errores. A no evaluarme y a permitirme fallar, y lo traslado a cualquier aspecto de la vida, como los estudios, las malas épocas personales.
"Marina y Èlia, ¿os doy alguna clase más?". Claudia Soriano. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords.
—¿Desconectas del baloncesto? A veces sí, y me va muy bien. En el partido de la primera vuelta contra el Bàsquet Femení Sant Adrià lo pasé bastante mal en la segunda parte. Es un equipo que presiona mucho y perdimos muchas pelotas. Cuando subía el balón, me sentía muy presionada y no tomaba buenas decisiones. Acabé muy estresada y frustrada. Al día siguiente fui a casa de una de las amigas de la escuela. Nos lo pasamos genial. Hay más vida que el baloncesto y mis amigas me dan aire extra. Se llaman Elisenda, Marta y Júlia. [Me río]. Por si lo quieres saber. [Risas]. ¡Son muy grandes!
—Marina, te aseguro que pondré sus nombres. [Sonríe]. Por cierto... Refugiarte en el piano duró poco, ¿no? [Carcajadas]. ¡El piano! ¡Era muy mala! Tengo manos de pianista, son enormes, pero era pésima en lenguaje musical. Sólo me acuerdo del Moltes felicitats. Tenía nueve años.
—Sí que tocas bien el ukelele y la guitarra... Claudia Soriano ha sido mi maestra. En el campeonato de España de clubs cadete de hace dos años en Valencia nos enseñó a mi compañera de habitación, Èlia [Páez] y a mí los cuatro acordes principales de la guitarra. Me animé a coger la de mi tío Oriol y la toco, igual que el ukelele. Pero, vaya, tampoco te pienses que soy una máquina. Disfruto mucho, eso sí.
—¿Y has compuesto alguna canción? No. Sí que sé tocar bastantes.
—Seguro que se te ocurre alguna. Tienes mucha imaginación. Nunca se sabe... Me gusta escribir. Cuando quedo con alguna amiga, me encanta enviarle un mensaje como "me ha gustado estar este ratito contigo". También mandarle ánimos a quien esté pasando un momento duro.
—¿En qué crees que tienes que mejorar más como persona? Necesito ser más responsable. Soy muy despistada y desorganizada. A veces me he olvidado el DNI o me he presentado a un partido sin mis zapatillas, he jugado con las de una compañera lesionada y me he destrozado los pies. Aunque ese desorden no se transmita en la pista... ¡Soy un desastre total como personal! Bueno, ahora ya no me olvido de las zapatillas, pero en cadete sí. ¡Y cadete era el año pasado...! [Risas].
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