Revista Cultura y Ocio

Marina y el lenguaje de los sueños - #AdoptaUnaAutora4

Publicado el 09 mayo 2017 por Elpajaroverde
"Una carta es una forma de comunicación fuera de este mundo, menos perfecta que el sueño, pero sujeta a sus mismas leyes. Ni la carta ni el sueño se dan por encargo: se sueña y se escribe no cuando nosotros queremos, sino cuando ellos quieren: la carta ser escrita y el sueño ser soñado."
Con todo lo que ya vamos conociendo de Marina no debería extrañarnos, pues, que esta forma de comunicación, la epistolar, precisamente por considerarla ella fuera de este mundo, fuese una de en las que más se prolijeara. Marina Tsvietáieva aborrecía de todo lo mundano, lo material, lo físico; la correspondencia le permitía alimentar ese mundo etéreo que ella tanto necesitaba, y los beneficiarios y a la vez causantes de sus cartas cobraron muchas veces mayor importancia para ella que aquellos otros que protagonizaron su vida cotidiana. Sin embargo, Marina supo mantener un cierto equilibrio. De carácter sacrificado y estoico, primó la lealtad hacia su marido y la entrega a sus hijos e, incluso en los momentos de mayor penuria económica y en los que la vida doméstica la ahogaba y apenas le dejaba tiempo para escribir, no traicionó la lealtad hacia su familia ni dio la espalda a lo que ella consideraba sus obligaciones.
La correspondencia que mantuvo a lo largo de su vida con amigos y personalidades de la época la ayudaron en parte a paliar esa falta de tiempo para escribir que para ella era sinónimo de vivir. Está escrita con mimo y cuidado y, al igual que sucede con sus diarios, contiene en muchas ocasiones lo más interesante y nada despreciable de su producción en prosa, de hecho, y afortunadamente pues muchas se han perdido, sus cuadernos han guardado muchos de los borradores de sus cartas.
Hablamos en la primera entrada de Adopta una autora de los numerosos idilios cerebrales que la poeta mantuvo a lo largo de su vida y mencionamos también que la mayoría de ellos no habían trascendido al plano de lo físico sino que se habían sustentado sobre el envío de misivas. Hubo dos personas, sin embargo, por las que Marina mostró admiración y adoración y cuya relación con ellos se elevó por encima de esos idilios pues se mantuvo a lo largo de los años, aunque con uno sólo pudiese ser a través de la fidelidad del recuerdo; dos personas que además son dos ilustres figuras de la literatura universal. Se trata de Borís Pasternak y Rainer Maria Rilke. Mi cuarta entrada para Adopta una autora está dedicada a la correspondencia que mantuvieron entre sí estos tres enormes poetas, a esos sueños en forma de carta que han llegado hasta nosotros y que dan muestra en una exquisita mezcla de sintonía y desencuentro del sublime arte que hermanó a los tres, a un material que es para todo el que lo lea un sueño hecho realidad aun sin saber que existía ese sueño. Leer las cartas que se cruzaron Tsvietáieva, Pasternak y Rilke, es tener la oportunidad de asistir a un acontecimiento histórico, literario y artístico único, irrepetible y sumamente enriquecedor.

Marina y el lenguaje de los sueños - #AdoptaUnaAutora4

Boris junto al Báltico en Merekule, 1910.
Retrato realizado por Leonid Pasternak

Borís Leonídovich Pasternak (Moscú 1890-Peredélkino 1960) fue compatriota y coetáneo de Marina Tsvietáieva; hijos ambos de un mismo tiempo y contexto. Su madre, al igual que la de Marina, era pianista, por lo que también se crió en un ambiente musical y, sin conocerse por aquel entonces, compartió con ella muchas similitudes en la infancia. Pocos y meramente casuales fueron sus encuentros antes de que Marina abandonara Rusia. No fue hasta 1922 que se puede decir que se inició verdaderamente la relación entre ellos. El año anterior Marina había publicado su libro de poemas Verstas. Cuando Borís lo lee cae rendido ante tal insólito talento y, víctima del embrujo y el entusiasmo, le envía una carta a Marina dejando patente toda su admiración. Se inicia así una relación epistolar que se mantendrá hasta 1935. Ariadna Efrón, hija de Marina, en carta fechada el 20 de agosto de 1955, le escribirá a Pasternak lo siguiente respecto a la consideración que le tenía su madre:
"¡Cómo te amó y cuánto tiempo, toda la vida! Solo a papá y a ti os amó no desamándoos."
Los años en los que Marina y Borís se cartean con más intensidad son los centrales de la década de los veinte. Precisamente, por esa época, entra en escena nuestro tercer corresponsal.
Rainer Maria Rilke (Praga 1875-Montreux 1926) era mayor que los dos poetas rusos y no compartía con ellos nacionalidad. Había viajado a Rusia, sin embargo, en su juventud, país que admiraba profundamente y cuyo idioma tuvo la dedicación de aprender. Fue en esa estancia lejana en la que tuvo ocasión de trabar amistad con el pintor Leonid Ósipovich Pasternak, padre de Borís. El propio Borís atesora el recuerdo de haber coincidido de niño con Rilke en un tren.
A finales de 1925 el poeta austriaco cumple cincuenta años. Es ya un escritor muy considerado y su onomástica tiene una gran repercusión. La noticia llega hasta Berlín, en donde se encuentran afincados los padres y las dos hermanas de Borís (él permanece en Moscú). Leonid Pasternak, al enterarse, se decide a retomar su relación con Rainer Maria Rilke y le escribe una carta felicitándole. Rilke contesta y, no sólo menciona en su misiva que ha tenido la oportunidad de leer al hijo de su antiguo amigo sino que, además, lo alaba. Cuando el pintor traslada estos comentarios a su hijo no puede ni imaginar el maremágnum de emociones que desata en él.
La situación en su país tiene sumido a Borís en una especie de crisis creativa: no es tiempo para la poesía. Ya en el verano de 1925 Marina le sirvió de acicate y bajo su estímulo comenzó a escribir su poema El año 1905. La noticia que le hace llegar su padre coincide con su lectura de El poema del fin de su querida Marina, obra que le maravilla. Esta feliz coincidencia le devuelve su fe perdida.
Se anima a escribir a Rilke. Le muestra su agradecimiento y la gran admiración que le ha tenido toda la vida. No sólo eso: le recomienda a Marina Tsvietáieva, y se atreve a pedir que le envíe (a ella) un ejemplar de sus Elegías de Duino y otro de sus Sonetos a Orfeo. Le advierte además de que si tiene a bien contestarle es mejor que lo haga a través de la propia Marina, pues la comunicación entre Rusia y Suiza es harto improbable. Rainer Maria Rilke vive por entonces recluido en un pequeño castillo en Muzot, Suiza, aunque, víctima ya de la leucemia que acabará con su vida, cada vez pasa mayores temporadas en el balneario de Val-Mont. Marina Tsvietáieva, por su parte, es prácticamente una recién llegada a Francia procedente de Praga.
Rilke accede a las peticiones de Pasternak. Escribe a Marina y le remite los libros solicitados. Corre ya la primavera de 1926 cuando Marina lee con deleite la dedicatoria que acompaña al ejemplar de las Elegías de Duino:
Nos tocamos. ¿Con qué? Con aletazos.
Hasta con lejanías nos tocamos.
Vive un solo poeta, y quien lo lleva
a quien lo llevaba a veces encuentra.
El testimonio del encuentro y reconocimiento de dos magníficos poetas ha quedado escrito para la posteridad.

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La casa de Rainer Maria Rilke en Muzot, cerca de Veyras, en 1967


La respuesta de Marina no se hace esperar y es arrebatadora. Aun así, en su magnificencia hay también espacio para la humildad:
"¿Qué quiero de ti, Rainer? Nada. Todo. El permiso para elevar la mirada hacia ti cada instante de mi vida - como hacia la montaña que me protege (¡un ángel guardián de piedra!). Mientras no te conocía podía hacerlo, pero ahora que te conozco - necesito una autorización.
Porque mi alma es bien educada."
La siguiente carta de Rainer Maria Rilke incluye unas hojas para Borís que este último conservará toda su vida con devoción pero a las que sin embargo no da respuesta.
Entretanto, Marina y Borís continúan carteándose. Desde Moscú no se escatiman palabras para mostrar amor y adoración, incluso una proposición para encontrarse físicamente e ir a visitar juntos a Rilke. Desde St. Gilles, donde Marina pasa el verano, se responde con cautela a este respecto. Años más tarde, en una carta a su gran amiga Anna Tesková, la poeta rusa se referirá a este episodio de la siguiente manera:
"En el verano de 1926, después de haber leído en alguna parte mi Poema del fin, Borís se precipitaba locamente a mí, quería venir - logré disuadirlo: no quería una catástrofe general."
Ella es plenamente consciente de su dualidad y sabedora de que "si usted y yo (Borís y ella) nos encontrásemos, usted no me reconocería y todo desaparecería de inmediato. Yo me desquito en la palabra, como algún día habré de desquitarme en aquel mundo honesto y generoso, de las tortuosidades y carencias de este. - ¿Está claro? - En la vida soy desmesuradamente salvaje, me escurro de entre las manos."
Era frecuente entre ellos enviarse poemas dedicados, así como copias de las obras que escribían a las que contestaban con comentarios. Borís Pasternak está escribiendo por entonces su poema El teniente Schmidt. Envía a Marina la primera parte. Ella se muestra bastante crítica. Las reflexiones de ambos sobre cuestiones poéticas y literarias no tienen desperdicio si bien no voy a extenderme aquí sobre ellas pues las opiniones de Marina sobre la poesía serán objeto de una próxima entrada. Los intercambios de menudencias, percances y preocupaciones cotidianas también ocupan líneas en sus misivas, así como los recuerdos que afloran al leer determinados pasajes de las mismas. "¿Te das cuenta de que me regalo a ti a TROCITOS?", llega a escribirle Marina a su adorado colega.

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Marina Tsvietáieva. París, 1926.
Fotografía de Pierre Choumoff

Por otra parte, la correspondencia entre Marina y Rilke se ve interrumpida momentáneamente. En su última carta el austriaco había insinuado que tal vez no pudiera contestar a las cartas de la rusa de la forma en que ella deseaba. Marina interpreta que lo está agobiando y que él no tiene espacio para ella, y, un tanto dolida, decide dejar de escribirle. Rainer, en realidad, la prevenía de las consecuencias de la falta de fuerzas a la que cada vez más lo condenaba su enfermedad.
Será el 3 de junio de 1926 cuando Marina decide volver a ponerse en contacto con él. Rainer responderá afectuosamente e incluirá en su carta la última Elegía que escribió, que, además, le dedica. En ella califica a los poetas como "dadores de signos" y se funde con Marina en versos como estos:
¡Olas, Marina, nosotros mar! Simas, Marina, nosotros cielo.
Tierra, Marina, nosotros tierra, como miles de primaveras, alondras
que el canto en su erupción lanza a lo invisible.
En su respuesta Marina deja patente cierto sentimiento de culpa que siente respecto a Pasternak. Su afán de posesión y exclusividad respecto a Rilke la ha hecho mantener a su gran amigo al margen de la correspondencia que mantiene con el primero.
"Borís te regaló a mí. Y en cuanto te recibí, quise tenerte para mí sola. Bastante feo. Y bastante doloroso - para él."
Pese a estas palabras de reconocimiento, la relación entre los dos poetas rusos está a punto de sufrir un serio bache.
Borís permanece en Moscú mientras que su mujer y su hijo pasan el verano fuera. La ausencia le hace percatarse de lo que ama a su mujer y, tal vez con cierta torpeza, no duda en comunicárselo a Marina, a la que no hace demasiado tiempo había calificado como "legítima esposa". Ésta no concibe lo que considera una traición. Se sentirá incapaz de seguir carteándose con él y le pedirá que no la vuelva a escribir. Así le expresa su sentimiento:
"B[orís], una aquí, la otra allá - es posible, ambas allá, las dos allá - ni es posible ni sucede."
A Rainer le comenta este percance y se lo explica de la siguiente manera:
"Que le escriba a su mujer, y él - a ella. Dormir con ella y escribirme a mí - sí, escribirle y escribirme, dos sobres, dos direcciones (¡una sola Francia!) - hermanadas por la caligrafía... él como hermano - sí; ella como hermana - no."
Si bien Rilke comprende en parte su sentimiento también considera que está siendo demasiado dura y así se lo hace saber.
"El silencio de Borís me preocupa y me inquieta; o sea que ¿fue, de hecho, mi aparición la que supuso un obstáculo en el camino de su impetuosa inclinación por ti? Y si bien entiendo lo que dices de los dos "extranjeros" (que se excluyen), considero que eres severa, casi cruel con él [...]. Me rebelo contra toda exclusión (que crece a partir de las raíces del amor y se lignifica): ¿me reconoces así, también así?"

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Rainer Maria Rilke, 18 de septiembre de 1900

Pese a esta y a alguna otra discrepancia la relación entre Rainer y Marina atraviesa su mejor momento, tanto que Marina le propone el encuentro que le negó a Borís. "Sí, sí y sí, Marina, todos los síes a lo que quieras y a lo que eres, tan grandes y tan juntos como el sí a la vida misma...", será la repuesta del poeta austriaco a pesar de las dudas que le suscita su enfermedad. Precisamente esas dudas son las causantes de otra pequeña desavenencia. Rilke no quiere esperar al invierno para ver a Marina tal como ella sugiere y esta no sabe interpretar a tiempo las prisas de su admirado poeta. El 22 de agosto le escribe una carta a la que solo obtiene silencio por toda respuesta. El 7 de noviembre le envía una postal desde su nueva dirección en las afueras de París con estas palabras:
Querido Rainer:
Aquí vivo.
¿Todavía me amas?
De la carta de Marina Tsvietáieva a Borís Pasternak fechada el 1 de enero de 1927:
"Borís, nunca iremos a ver a Rilke. Ese lugar - no existe más."
Rainer Maria Rilke había fallecido el 29 de diciembre de 1926.
De la respuesta de Borís Pasternak:
"¿Percibes, en toda su rudeza, cómo tú y yo nos hemos quedado huérfanos?"
A ambos les embarga la desolación.
Marina le comunica a Borís que "el poema sobre tú y yo" que estaba escribiendo y había prometido enviarle había terminado por convertirse en un poema sobre ella y Rainer. Hoy lo conocemos como Tentativa de habitación. La muerte de Rilke le inspira también su poema Carta de año nuevo y años después escribiría la prosa Tu muerte. De Carta de año nuevo son los siguientes versos:
Si tú, un ojo así, se ha apagado
Es que no es muerte la muerte, ni vida la vida.
Es que - se enreda, ¡se hará evidente en nuestra cita!
El esperado encuentro entre Marina y Rainer aún no tiene fecha pero ya tiene lugar.
Por su parte, Borís Pasternak comienza a escribir un ensayo sobre Rilke que terminará por titularse El salvoconducto. Lo comienza rememorando el ya mencionado único encuentro que tuvieron siendo él un niño. Lo concluirá en 1931 escribiendole a su homólogo austriaco la respuesta que quedó pendiente:
"Dejar sin respuesta un regalo tal como sus líneas - no fue fácil. Pero temía que, contentándome con el intercambio epistolar, pudiera instalarme eternamente en la mitad del camino hasta usted. Y yo tenía necesidad de verlo. Y hasta que llegara ese momento renuncié a la comunicación escrita con usted. Cuando me ponía en su lugar (porque mi irresponsabilidad podía haberlo sorprendido), me tranquilizaba recordando que Tsvietáieva mantenía correspondencia con usted, porque aunque yo no puedo sustituir a Tsvietáeva, Tsvietáieva me sustituye a mí."

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Firma de Marina Tsvietáieva


La muerte de Rainer Maria Rilke en cierta manera, y en palabras de la propia Marina, "es el derecho a mi existencia contigo (de Marina con Pasternak), pero no es solo el derecho: es la orden de hacerlo, una orden otorgada por su propia mano."
La relación entre ambos recobra su otrora fluidez. Coquetean de nuevo con la idea de un encuentro en esta ocasión para visitar juntos la tumba de Rilke. "Tú, Borís, me eres tan necesario como el precipicio, como el abismo, para tener a donde lanzar sin oír el fondo. [...] No puedo amar (ASÍ) a un no-poeta. Ni tú puedes", son algunas de las palabras que Marina le dedica a Pasternak. Él, por su parte, preocupado por las penurias económicas por las que atraviesa su compatriota exiliada, ideará un plan mediante el cual ella recibirá sistemáticamente cierta suma de dinero.
Es al final de la década de los veinte cuando la relación entre ellos se vuelve a enfriar y, esta vez, parece que definitivamente. En 1928 Marina escribe:
"Borís, nuestras cartas actuales - son cartas de personas desesperanzadas: resignadas.
[...]
Tú para mí (yo para ti) poco a poco nos volvimos el amigo con quien me quejo: me duele la herida - lámela. (Antes: - me duele la herida - ¡quémala!)"
El anhelado y postergado encuentro se producirá finalmente en el año 1935. Borís, enfermo por aquel entonces y 'persuadido' por el Kremlin, acude al Congreso Internacional en Defensa de la Cultura que se celebra en París en junio de ese año. Para Marina el encuentro será decepcionante. El ambiente que se respira en la URSS por aquella época impide a su amigo vivir la poesía de la misma forma que la vive ella, "y lloraba yo (Marina) porque Borís, el mejor poeta lírico de nuestro tiempo, traicionaba ante mis ojos a la Poesía, llamándose a sí mismo y a todo lo que había en él - enfermedad".
Marina se irá al sur de Francia con su hijo Mur a los pocos días y serán Serguéi y Ariadna Efrón, marido e hija de la poeta, quienes acompañarán a Pasternak en sus paseos por París durante el resto de su estancia en Francia. Para entonces la idea de regresar a Moscú ya está madurando en ambos, anhelo al que Borís intentará sin éxito que renuncien.
Los próximos encuentros se producirán entre 1939 y 1941 con Marina ya en la capital moscovita. El 8 de agosto de ese último año será la última vez que se vean. Serguéi y Ariadna ya han sido detenidos y Marina y su hijo Mur son evacuados a Elabuga. M. Slomin, amigo de Tsvietáieva, cuenta en sus memorias que "Pasternak la ayudó a hacer sus valijas y trajo una cuerda para amarrarlas. Al mismo tiempo que elogiaba la solidez de la cuerda dijo, a manera de broma, que era tan fuerte que hasta podría soportar a un ahorcado. Y ésa fue la cuerda con la que Marina se ahorcó". ¿Truculento destino o leyenda? Quién sabe.

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Borís Pasternak durante el Primer
Congreso de Escritores Soviéticos en 1934

Dos meses después Borís se encuentra con Mur en Moscú. Así relatará el poeta años después la última conversación que el joven le cuenta haber mantenido con su madre:
"-Mur, soy un estorbo en tu camino y no quiero que sea así, habrá que eliminar el obstáculo.
Mur respondió:
-No estaría mal pensarlo -y se fue a dar una vuelta.
Cuando volvió, encontró a su madre ahorcada."
Tras ese encuentro Pasternak es evacuado a Chístopol donde ya se encuentra su familia. Es allí donde surge la semilla de su poema A la memoria de Marina Tsvietáieva que finalmente escribirá en Moscú a finales de 1943. De este poema me he encontrado con dos traducciones: una de Selma Ancira, la genial y habitual traductora de Marina Tsvietáieva al español, y Francisco Segovia, que es la que presenta el volumen Cartas del verano de 1926; la otra, es la recogida por Benjamín Prado en la biografía de la poeta rusa que nos ofrece en su libro Los nombres de Antígona, cuyo origen desconozco. Lo curioso es que esta última versión presenta unos versos iniciales de la que carece la primera, entre ellos, estos que os dejo a continuación:
¡Ay, Marina! Hace mucho que ya debí hacerlo,
y el trabajo no es tanto en verdad;
trasladar con el réquiem tus restos descuidados
desde Elabuga hasta nuestra ciudad.
Y el trabajo realmente no hubiese sido tanto si Borís hubiese conocido el lugar exacto en el que reposaban los restos mortales de su amada amiga.
En 1948, tras cumplir su condena en un campo de trabajos forzados, Ariadna Efrón manifiesta su deseo de acudir a Elabuga para buscar la tumba de su madre. Pasternak retomará entonces sus propias indagaciones y de ellas surge esta reflexión:
"Si hace diez años (ella todavía estaba en París, yo estaba en contra de su regreso) me hubieran dicho que así terminaría sus días y que yo tendría que informarme sobre el lugar donde había sido sepultada, y que nadie sabría nada, lo habría tomado por un desvarío amargo e inadmisible..."
Un desvarío amargo e inadmisible o, tal vez, ni lo uno ni lo otro.
Poco le hubiesen importado a Marina Tsvietáieva sus restos mortales. Si hay alguna capilla ardiente que a la legendaria poeta le hubiese gustado tener es la de sus palabras, la de ese lenguaje de los sueños que rozó en sus cartas y que disfrutó en aquellas que tuvo la fortuna de recibir. Las que le escribiera Rainer Maria Rilke, en concreto, se mantuvieron ocultas durante cincuenta años por expreso deseo de su destinataria. De esta manera se cumpliría el tiempo suficiente para que "las cartas de Rilke sean simplemente las cartas de Rilke - no para mí -sino para todos; cuando yo misma me haya diluido en el todo y - ¡oh, lo más importante! - cuando no necesite más de las cartas de Rilke pues tendré - a Rilke", "y, así, fiel a mi deber y a mis celos, ni lo traicionaré ni lo ocultaré."
No se descubrieron por tanto hasta enero de 1977, dándose la feliz coincidencia de que ese año (aunque unos cuantos meses después) es precisamente el de mi nacimiento. Se cumple así el deseo de Marina de dar esas cartas, esa forma de comunicación que, como ella, está fuera de este mundo, a los futuros lectores:
"Cuando nazcan - las recibirán. Pero cuando ellos nazcan - yo habré partido."
Recibidas. Gracias, Marina, por tan inmenso regalo.

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Tumba de Marina Tsvietáieva: el cementerio viejo, Elábuga, Tartaristán. Fotografía de Surkov Galina


Bibliografía:
Cartas del verano de 1926. Marina Tsvietáieva, Borís Pasternak y Rainer Maria Rilke. Traducción del ruso de Selma Ancira; traducción del alemán de Adan Kovacsics; traducción de los poemas por Selma Ancira y Francisco Segovia. Edición e introducción de Konstantín Azadovski, Evgueni Pasternak y Elena Pasternak. Minúscula, 2012. 435 páginas. ISBN: 978-84-95587-88-6.Los nombres de Antígona. Benjamín Prado. (Contiene biografías de Anna Ajmátova, Marina Tsvietáieva, Carson McCullers, María Teresa León e Isak Dinesen). Aguilar, 2001. 398 páginas. ISBN: 84-03-09241-5.
Confesiones: Vivir en el fuego. Marina Tsvietáieva. Presentado por Tzvetan Todorov.Traducción de Selma Ancira.(Autobiografía póstuma a partir de cuadernos y cartas de Marina Tsvietáieva). Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores, 2008. 598 páginas. ISBN: 978-84-8109-715-3 / 978-84-672-3020-8.
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