Llegaron antes: lupus, homini y esas cosas. Niña Pequeña ataca por el flanco, intentando hacerse un hueco en la selva que es el tobogán y la casita de cuerdas. Un enjambre de niños, más o menos vigilados por sus padres (allá, en los laterales, donde el torero espera y estudia la salida del quinto y último de esta tarde).
Esto de los parques infantiles tiene más de táctica de marines que de hay que compartir, cariño.
Supervivencia y prueba de resistencia: uno de los infantes se ha hecho fuerte en el entramado de cuerdas de psicomotricidad, apoyado de cerca por un sargento raso con vestido de HelloKitty. Niña Pequeña aprovecha un descuido del que parece llevar la voz cantante (cariñooo, ven a por la merienda) para poner un pie en el primer escalón del tobogán. La nueva llamada del cuartel general (cariñooo, ven, toma, ven), humillante por otra parte en su entre líneas de cari-venven, permite la jugada maestra y un quiebro: de un salto se coloca en la línea de salida del tobogán. Una pie, la plaza tomada.
Cari, resignado, no tiene más opción que reconocer su derrota y acudir al cuartel general, quizá con la vana esperanza de recibir dentro del bocadillo, entre pany pan, nuevas órdenes...