Mario Bassino es el responsable de muchas de las imágenes de películas peruanas que forman parte de nuestro imaginario cinematográfico. Conversamos con él sobre esa película que sigue asombrando a espectadores y jurados del mundo entero, esa caja de sorpresas llamada Retablo.
El título de ‘director de fotografía’ no le hace nada de justicia al oficio. Las personas que lo ejercen no solamente se encargan de conceptualizar la imagen a través de la iluminación o lo detalles técnicos de la cámara, sino que también constituyen el centro de las demás áreas de una producción cinematográfica, hecho que lo convierte en el brazo derecho y primer hombre del director. Si este tiene la historia que quiere contar en su cabeza, el director de foto es quien lo orienta hacia el look de las imágenes que van a relatar dicha historia; es decir, todo lo que vemos en la película ha pasado por el filtro de su mirada. Y vaya que Retablo es una película sobre la mirada. Como ya se ha observado, se trata de un universo en la que todo está re-encuadrado; recurso que se refuerza si pensamos en Retablo como el retrato de un artista adolescente (un artesano) frente a su obra.
Libertad creativa
“La luz se fue construyendo a lo largo de la película. En verdad, Álvaro fue muy generoso con cada jefe de área. Nos dijo: Hagan lo que ustedes crean mejor para la película. Todos tuvimos libertad absoluta, entonces, pensando en la imagen que quería para Retablo, imaginaba unos interiores oscuros, pero iluminados con luz muy suave, como si esa penumbra ocultara algo. Quise que la luz se sienta natural, pero que también tuviera una penumbra bien marcada. Todos los interiores están subexpuestos. Nunca fue una exposición normal. Tampoco imaginaba que la luz que entrara por la ventana fuese muy marcada sobre ellos. Creo que cada peícula te va pidiendo lo que necesita, la luz que necesita, la composición que requiere cada encuadre". En Retablo, tanto padre como hijo andan ‘escondidos’ en cierta oscuridad. Noé reprimiendo el secreto de su orientación sexual; y Segundo refugiándose en un silencio hostil que lo aleja de su familia. Estas ‘penumbras’ ayudan a expresar sutilmente el ‘inconsciente’ de la historia a través de la imagen.
Si dentro del hogar estamos a oscuras, la luz alcanza su plenitud en el taller de los artesanos. “Lo más luminoso es el taller, que fue construido desde cero. Ubicamos las ventanas como nosotros queríamos, de acuerdo a la ubicación del sol. En los encuadres de perfil queríamos tener, a través de la ventana, la casa de fondo; y en la otra ventana, queríamos mostrar el paisaje. El taller creo que es donde, de repente, en el arte de construir un retablo está la verdad”. Centro del mundo, lugar donde se realiza la transmisión de conocimiento de una generación a otra en una eterna repetición; para no ser tragado por la muerte o el caos, Segundo se entrega a la creación para entrar en contacto con lo sagrado: la tradición, el retablo.
Una ópera prima compleja
Desde que el creador comienza a tocar puertas con su guion en la mano, a veces resulta tan estimulante como imposible pensar en la metamorfosis por la que atraviesa su proyecto hasta la realización final. Se trata de ese otro relato que se le escapa por completo al espectador ya que, por esta misma condición, solo le interesa el resultado final. Sin embargo, si se escribieran libros sobre Wiñaypacha o Retablo, sobre “¿Cómo se hizo…?”, seguramente serían lecturas apasionantes. Sobre su experiencia con Retablo, Bassino comenta: “Ten en cuenta que es una ópera prima con ingredientes sumamente complejos: se ha filmado fuera de Lima, el protagonista es un chico adolescente (un actor no profesional) y también aparecen animales: hay caballos, ovejas, chanchos, pollos y también hay un gato. Filmar con animales siempre es una locura. Y, además, es en quechua. Esto ha sido increíble porque le ha aportado mucha verdad a la película. Sin embargo, lo bueno de la película es que ha tenido una larga preproducción y esto ha sido importante para pulir un montón de detalles. Tres semanas antes de empezar el rodaje, hicimos un fotoboard de toda la película, de cada locación. 370 fotos en total. Todo el equipo tenía acceso a ellas. Creo que este orden nos ayudó a tener en el set la libertad que quisiéramos. Ya sabes que siempre hay que tener la puerta abierta a la intuición, a sentir el espacio y lo que nos dan los actores". La película al igual que su motivo y metáfora principal, el artefacto retablo, nunca dejó de pasar por toda una serie transformaciones que nutrieron la película, entre su rigor conceptual ya planteado y la inspiración del momento.
Una de las escenas más complejas es cuando Segundo descubre el suicidio de su padre, la escena del pozo. Fue una escena donde el aporte de todo el equipo fue clave. “Es un recorrido de más de cuatro minutos, sin corte. Desde que estábamos en preproducción ya sabíamos que teníamos que dedicarle todo un día. Llegamos temprano, a los ocho de la mañana. Yo quería rodar entre 3:30 y 4:30 pm, porque queria que sea una luz de mañana, entonces necesitaba que las sombras sean largas y el contraste mas marcado, y porque luego de las 4:30pm iba a entrar la sombra del cerro a toda esa zona. Así que solo teníamos una hora para poder contar esta escena. Apenas llegamos, lo primero que hicimos fue ver cuánto de lo que teníamos en la cabeza se podía hacer. Queríamos, por ejemplo, que la cámara entre a todos los lugares con Segundo porque él busca a su padre en distintas locaciones. Pero para entrar al taller hay una subida muy empinada. Entonces conversando con Guillermo García, nuestro operador de stedycam (quien también ha participado en películas como Pájaros de verano o El abrazo de la serpiente) nos sugiere no intentar entrar, y que simplemente quede la silueta de Segundo buscando a su padre. Cuando Segundo sale, supuestamente la cámara debió ir con él hasta el pozo. En ese momento, le sugerí a Álvaro por qué mejor no componemos con el marco de la ventana y tenemos otra vez un retablo. Porque Segundo ve el pozo a través de una ventana, y luego se incorpora en dentro de esta. Si bien Álvaro tenía bastante clara la forma y los desplazamientos de cámara, estábamos dispuestos a escuchar las sugerencias de todos los miembros del equipo”.
En la película todos los elementos están cuidadosamente ordenados. Es una manifestación de amor no solo filial, sino también por la creación, por tratar de ponerle un orden al caos. Uno de los detalles que más enamora de Retablo es la calculada simetría de su composición visual. “Te cuento una vaina maniática mía. Cuando ellos llegan caminando a la casa hacienda para entregar el retablo, hay una pared en el fondo sobre la que cae una sombra en diagonal. En una de las retomas, ellos arman la yikya (manta) con el retablo, y esta tenía una diagonal bien marcada por el diseño. En las primeras tomas, ambas diagonales coincidían en el encuadre. Pero en una retoma la ponen al contrario y yo digo no… hazme un favor, cámbiame esa manta y póntela como la tenías antes. La sombra nos la estaba regalando el sol. Y quise aprovechar la simetría hasta en ese detalle. Ahora, claro, que cuando uno la ve ni cuenta se da. Por otro lado, a lo largo de la película puedes ver que priman las líneas verticales en la composición. Hay maderas, puertas, árboles, los pilares en la iglesia, etc.”. Quizá sea esta búsqueda de la ‘verticalidad’ lo que dota a la película de un tono sumamente espiritual.
¿Cuántos retablos tiene Retablo?
Cuando le hago esta pregunta, Bassino no puede evitar reírse: “No sé. Tendría que ver la peli de nuevo y comenzarlos a contar”. Fuera de la chamba de colorización, Bassino ha visto la película unas doce veces entre Berlín, Cuenca, Lima y La Habana. En este último, durante la celebración del festival más importante de la isla, y donde Retablo ganó otro premio más a Mejor Ópera Prima, Bassino cuenta que al final de la proyección una actriz se le acercó para decirle con lágrimas en los ojos: “Qué bella película han hecho, los felicito, estoy emocionada… ya no te puedo decir nada más”. Y lo cuenta no solo sorprendido, sino medio ‘palteado’. Sin embargo, tiene que aceptarlo: tal es el efecto que Retablo ha generado en personas de todo el mundo. Al menos, a mí no me resultó nada difícil desdoblarme en los agradecimientos de aquella actriz; lo mismo que al público en general, con Retablo mi inconsciente también se sintió ‘descubierto’.
“Creo que eres una persona cuando empiezas una película y otra distinta cuando la terminas. Porque la experiencia que te da es increíble. Se aprende mucho haciendo ficción y documental. Ser director de fotografía y que realizadores con buenos guiones te contacten es tener demasiada suerte y estoy muy agradecido con cada proyectos. Me siento honrado y orgulloso de ser parte del equipo de Retablo”, concluye el artista quien ha dejado su sello en más de veinte películas nacionales.