Revista Comunicación

Mario bava -director de directores

Publicado el 01 septiembre 2021 por Jorge Bertran Garcia @JorgeABertran
MARIO BAVA -DIRECTOR DE DIRECTORES
El estreno de Malignant, la nueva película de terror de James Wan -creador de Saw, Insidious y Expediente Warren- me sirve como excusa para hablar de un director poco conocido para el gran público: el italiano Mario Bava. Un director de directores, que ha sido un referente en cineastas como Federico Fellini, Martin Scorsese, Quentin Tarantino o Tim Burton. James Wan es un fan declarado del cine de terror italiano, sobre todo de Bava y Dario Argento, y ha confesado recientemente que la secuela de su estupenda y divertida Aquaman (2018) -hemos hablado de ella en Indienauta-, estará inspirada nada menos que un título capital de la filmografía de Bava, Terror en el espacio (1965). Así que, si sois curiosos, os ofrezco un breve comentario sobre las mejores películas de Bava. Eso sí, advierto que hay que acercarse a ellas sin prejuicios: se trata de cintas de bajo presupuesto, hechas con efectos especiales artesanales, que además se rodaban sin sonido directo, para ser luego dobladas al italiano o al inglés. Hay que decir, además, que las condiciones para visionar estas películas no son las mejores en muchos casos. Algo importante, porque Mario Bava fue un director que hizo de la imagen, de la estética y de la atmósfera su carta de presentación. Bava se la juega todo en cada plano, y en sus mejores momentos, consigue que cada uno de ellos sea diferente, utilizando herramientas que hoy consideramos desfasadas, que resultan horteras en otros directores, pero que en él tienen un valor expresivo y estético válido: las angulaciones extrañas, el jugar con determinados objetos del decorado para componer el plano, y sobre todo, los desenfocados y el zoom, que le permiten sorprender al espectador creando imágenes de impacto imborrables que parecen salidas de lo más profundo de nuestras peores pesadillas. 

Mario Bava (1914-1980) -hijo del director de cine Eugenio Bava (1866-1966)- fue primero un gran director de fotografía y un inventivo creador de efectos especiales, antes de debutar con La máscara del demonio (1960) -disponible en Filmin- película en blanco y negro que parece rodada en color, que convirtió en estrella a la magnética Barbara Steele, de enormes y diabólicos ojos. Esta película es la definición de terror gótico, con sus macabros escenarios en ruinas, su morbo por los cadáveres putrefactos y su terrible miedo a la muerte -en la línea de Edgar Allan Poe- en una película que nada tiene que envidiar a lo que estaba haciendo la Hammer en aquellos mismos años -de hecho, nace como una respuesta a Drácula (Terence Fisher, 1958)-. La película fue un éxito internacional, que, lamentablemente, no significó mejores oportunidades para Bava, sino todo lo contrario: el italiano comenzaría una carrera de altibajos, de rodajes cortísimos, con presupuestos todavía más cortos, en la que una película sucedía a la otra sin descanso. El Bava más representativo, creo yo, es el gótico, capaz de crear atmósferas extrañísimas -e inquietantes- con el uso expresivo del color. Entre estas yo destacaría, siguiendo la línea de La máscara del demonio, el magnífico film de episodios Las tres caras del miedo (1963) -también en Filmin- sobre todo el capítulo vampírico -Los Wurdalak- que cuenta con la presencia de un ya veterano Boris Karloff, que hace además de impagable maestro de ceremonias: la escena en la que despide el film, montado sobre un caballo de madera, es un buen resumen del sentido lúdico del cine de Bava y de su gusto por el artificio. A esta película le seguiría la sadomasoquista El cuerpo y el látigo (1963) -en Amazon Prime Video- con Christopher Lee y la atractiva Daliah Lavi, en una cinta que expresa muy bien la capacidad de Bava de hacer arte con prácticamente nada. Martin Scorsese lo definió mejor que nadie: Bava hace películas sin argumento, solo con atmósfera. Su cine, hecho con materiales de derribo, es una experiencia estética, irracional, que el espectador recibe a través de los sentidos, lo más parecido a experimentar, despierto, un sueño... o una pesadilla. En la misma línea de muertes misteriosas, leyendas, maldiciones y apariciones espectrales, está Operación miedo (1966) -en Filmin-, absurdo título para otro relato gótico con una espeluznante niña, que incluye una escena de pesadilla en la que el protagonista (Giacomo Rossi Stuart) corre atravesando varias habitaciones hasta darse alcance... a sí mismo. Menos lograda para mí es Orgía de sangre (1972) -Filmin-, con Joseph Cotten, que vuelve a presentar el viejo castillo como escenario y un vengativo fantasma de un ancestro como terrorífico enemigo: pero la violencia de sus asesinatos -más cercanos al giallo que al terror gótico- lo convierten en una amenaza más pedestre que sobrenatural. Mencionemos también la surrealista y onírica El diablo se lleva los muertos (1973) -en Movistar Plus-, rodada en Toledo, con Elke Sommer y un desatado Telly Savalas -anticipándose a Kojak en el uso frecuente del chupa chups- en una fiesta de maniquíes y cadáveres -uno de ellos es Espartaco Santoni- y algunos momentos muy gore. Con esta película, por cierto, el productor de turno le jugaría una mala pasada a Bava, remontándola con nuevas escenas para convertirla en un chapucero exploit de El exorcista (1973), llamado La casa del exorcismo (1975) -en Filmin- del que Bava, lógicamente, reniega. Un último relato de fantasmas marca la despedida de Bava de las pantallas de cine: Shock (1977), en la que contó con su hijo Lamberto -realizador de Demons (1985)- como ayudante de dirección. La película es un nuevo delirio sin sentido que mezcla de forma alucinante el terror psicológico -no sabemos si la protagonista, Daria Nicolodi, actriz y pareja de Dario Argento, se ha vuelto loca-; un exploit de La profecía (1976), con niño diabólico (David Colin Jr.); y la anticipación del cine de casas encantadas que llegaría enseguida con Terror en Amityville (1979) y de la que seguramente James Wan tomó nota para su Insidious (2010) -los sustos a plena luz del día, el niño poseído, la mano demoníaca que acaricia el rostro de la protagonista dormida-. Shock puede resultar anodina o risible -el momento vudú en el que el niño causa turbulencias en el avión pilotado por su padrastro, utilizando un columpio- sobre todo para el espectador actual, pero contiene imágenes de belleza sobrenatural: el plano en cámara lenta de la protagonista, cuyo pelo se mueve sobre su cara como si cobrara vida. La película es, además, una suerte de remake del El cuerpo y el látigo (1963).

La capacidad estética de Bava y su infinita creatividad para encontrar soluciones de bajo presupuesto a las películas a las que se enfrentaba, le ayudó a abordar todo tipo de géneros. Una de sus mayores obras es la mencionada Terror en el espacio (1965) -en Filmin-, en la que disfraza el terror gótico de ciencia ficción, cambiando el castillo ruinoso por una nave espacial averiada. Pero los muertos siguen levantándose de sus tumbas y los fantasmas del pasado -una raza alienígena- vuelven para atormentar a los vivos en un claro precedente de Alien (1979) en el que incluso aparece el gigantesco esqueleto de un astronauta espacial de un planeta desconocido: una imagen que es puro horror cósmico. También inyectó Bava su idea del terror y de la atmósfera gótica en el peplum, en la divertida Hércules en el centro de la Tierra (1961) -también con Christopher Lee- cuyo principal aliciente es ver los colores con los que Bava recrea el Hades. Y es que el italiano ensayó todos los (sub)géneros: el de los 'vikingos' -tras el éxito de la película de Richard Fleischer con Kirk Douglas en 1958- con La furia de los vikingos (1961) -Filmin-, protagonizada por un Cameron Mitchell de rubio imposible quien repitió luego en la muy inferior, hecha con prácticamente nada, Los cuchillos del vengador (1966). Con menos acierto parece ser -yo no he podido verlos- se atrevió con el (spaghetti) western en La strada per Forte Alamo (1964) y Roy Colt y Winchester Jack (1970) en los que tuvo que recurrir al humor para ocultar sus carencias. Se atrevió también Bava con la comedia directa en la insoportable Le spie vengono dal semifredo (1966), parodia del Goldfinger de James Bond y del Dr. Strangelove de Stanley Kubrick, con Vincent Price rompiendo constantemente la cuarta pared -quizás por aburrimiento-, con una jovencísima Laura Antonelli soportando chistes machistas y la pareja cómica italiana formada por Franco y Ciccio. Tampoco he podido ver la supuestamente sexy Quante volte... quella notte (1971). Y no puedo dejar de mencionar Diabolik (1966), en la que Bava aporta su buen ojo a la adaptación del famoso fumetti, con aires de película de espías, pero con la arrolladora estética de un tebeo. Protagonizada por John Phillip Law y Michel Piccoli, la película es puro delirio pop, en la que Bava convierte cada plano en la página de un cómic, dividiendo el encuadre en viñetas utilizando elementos del decorado como puertas, ventanas, espejos o rejas.

Bava es recordado también como el precursor del giallo, ese subgénero puramente italiano del thriller, llamado así por una serie de novelas de temática criminal publicadas en color amarillo, con estructura de whodunit a lo Agatha Christhie, con Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock como gran referente y que desarrolló un escabroso gusto estético por la muerte sangrienta. Mario Bava sería el gran pionero del giallo -su heredero, Dario Argento, gozaría de un éxito mucho mayor por derecho propio- con películas como La muchacha que sabía demasiado (1963) -en Filmin-, en blanco y negro, con John Saxon y Valentina Cortese como protagonistas de una intriga con asesinatos bastante juguetona. Justo después vendría la soberbia Seis mujeres para el asesino (1964) -también en Filmin-, un colorido derroche estético, que define perfectamente el género: un asesino enmascarado, con sombrero y guantes negros, se dedica a aniquilar de forma cruel a hermosas modelos, ya que la acción transcurre en un atelier de moda. Protagonizada por Cameron Mitchell y Eva Bartok, es uno de los trabajos más redondos de Bava, a pesar de su risible argumento repleto de giros, cuyo planteamiento estético es simplemente arrollador. La versión restaurada en 2K, editada por Arrow Films en bluray, es una buena forma de experimentar el cine de Bava con la calidad de imagen que merece. Probad a verla sin sonido. Bava realizaría más relatos criminales como este, siguiendo con la que él mismo considera su peor película, Cinco muñecas para la Luna de Agosto (1970), inspirada en Diez negritos, pero prácticamente sin guión, ni interés ninguno. Y es precisamente en estos casos cuando mejor se ve el talento de Bava, capaz de dotar de vida una película que no cuenta nada, consiguiendo imágenes hipnóticas, enigmáticas, sensuales -ese momento en el que dos amantes se pasan un cigarrillo ¡con el pie!- o macabramente divertidas -el congelador que se va llenando de cadáveres en bolsas de plástico-. Mucho más conseguida es la estupenda Un hacha para la Luna de Miel (1970) -en Movistar Plus-, en la que Bava despliega toda su inventiva visual, todas sus divertidas y originales soluciones de planificación, al servicio de la explotación desvergonzada de temas hitchcockianos: un asesino en serie de mujeres con un trauma infantil, relacionado con su madre. Con nada menos que Laura Betti en un divertido papel: ella misma se ofreció a Bava tras ganar la Copa Volpi en el Festival de Venecia por su papel en Teorema (1968) de Pier Paolo Pasolini. Por último, Bahía de sangre (1971) -en Amazon Prime Video, Movistar Plus y Flixolé- lleva tan lejos los planteamientos del giallo que prácticamente inventa el slasher: con el estimulante título original de Ecología del delito, la película convertía prácticamente a todos sus personajes en asesinos violentos, en un whodunit imposible, que anticipa a Viernes 13 (1980) proponiendo un lago aislado con casas alrededor como escenario de los crímenes y a un grupo de jóvenes ávidos de sexo y diversión como las primeras víctimas. De hecho, los dos primeros capítulos de la saga de Jason Voorhees hacen explícita esta influencia de Bahía sangrienta recreando dos de sus asesinatos más recordados.

Para terminar, según Lamberto Bava, Semáforo rojo (1974) -disponible en Filmin- es la película de la que su padre estuvo más orgulloso, su proyecto verdaderamente personal, que no se estrenó en cines hasta 1997 por problemas de derechos. Su título original, Perros rabiosos, resulta mucho más descriptivo. La película presenta a un grupo de criminales, que tras realizar un atraco huyen tomando rehenes. A partir de ese momento, el film se desarrolla casi en tiempo real, dentro de un coche que huye por carretera de la policía, apoyándose en la tensión entre los violentos delincuentes y sus cautivos, una mujer, un padre y su hijo enfermo. Semáforo rojo parece un antecedente de los films de Tarantino, aunque carente de humor y, por supuesto, de su mirada postmoderna. Es una película incómoda, violenta y sudorosa, que mantiene la tensión durante todo su metraje y que transmite una visión muy pesimista de la sociedad, algo sorprendente en el espíritu lúdico que marcó gran parte de la filmografía de Mario Bava.


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