Michi Strausfeld.
Mariposas amarillas y los señores dictadores.
Traducción de Ibon Zubiaur.
Debate. Barcelona, 2021.
Lo cierto es que en España no salían de su asombro. Había una admiración unánime por los apasionantes libros que llegaban de América Latina y que brindaban nuevos impulsos a la acartonada vida literaria de la España franquista. Al igual que a mí, ya que el viaje a Perú de 1967 cambió mi existencia de raíz. Leí relatos de Jorge Luis Borges, poemas de César Vallejo y Pablo Neruda, ensayos del intelectual peruano y militante marxista José Carlos Mariátegui, y supe de un montón de novelas maravillosas cuyos autores me eran todos desconocidos. ¿Por qué debía seguir estudiando Filología románica e inglesa, y enfrascarme en labores filológicas, cuando podía descubrir una literatura colosal? Eran obras maestras que me procuraban conciencia política, conocimientos históricos y culturales, curiosidad por el continente y un enorme placer estético. Novelas formalmente innovadoras de Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa o Carlos Fuentes contaban historias nunca antes leídas, que además revelaban a sus compatriotas datos nuevos sobre su historia que a menudo desconocían o que les eran tendenciosamente falseados. "La literatura cuenta la historia que la historia que escriben los historiadores no sabe ni puede contar", leemos en el prólogo a La verdad de las mentiras de Mario Vargas Llosa.
El éxito de las nuevas novelas espoleó la autoestima de los latinoamericanos, ya que estas obras, a las que pronto se endosó la dudosa etiqueta de "realismo mágico", despertaron entre los lectores europeos y americanos un enorme interés y una admiración por los autores, países, culturas y problemas políticos del continente. En mi caso desataron una especie de fiebre del oro y el deseo de explorar ese El Dorado literario.
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Casi todo lo que veía y experimentaba me parecía una "realidad maravillosa". Debo aún más impresiones imborrables de esos años a los viajes a México y Guatemala, a Bolivia, Chile, Argentina y Brasil. Desde entonces, América Latina, esa región emocionante e inspiradora que para mí es un arca del tesoro llena de secretos, no ha dejado de cautivarme. Cincuenta años después sigo volcada en su literatura, cultura, política e historia; América Latina ha enriquecido y marcado mi vida, y he tratado de explorar esta parte del continente con curiosidad y con pasión. A ello me han ayudado viajes a casi todos sus países y un sinnúmero de libros portentosos.
Con esos párra el
Organizado en tres partes, la primera abarca hasta el siglo XIX de la independencia y el caudillismo y las otras dosquedan marcadas por sendas revoluciones: la mexicana, que marcó histórica y socialmente la primera mitad del siglo XX, y la cubana, que lo hizo en la segunda mitad.
En torno a esa estructura, boom de la narrativa hispanoamericanaMichi Strausfeld en la Introducción de Mariposas amarillas y los señores dictadores, que publica Debate con traducción de Ibon Zubiaur.
Filóloga y editora alemana residente en España, experta en literatura hispanoamericana, Michi Strausfeld, que hizo su tesis doctoral sobre la nueva novela latinoamericana y Cien años de soledad, amplía en este volumen la mirada a toda su historia cultural.
Michi Strausfeld elabora u na aproximación amplia y apasionada que vincula a Colón y Alejo Carpentier, a los conquistadores y Carlos Fuentes, la búsqueda del Dorado e Isabel Allende, a Bolívar y García Márquez, a los caudillos y Roa Bastos, la revolución mexicana y Rulfo, la naturaleza amazónica y Vargas-Llosa, la identidad hispanoamericana y Octavio Paz, la revolución cubana y Cabrera Infante, los dictadores y Onetti, el desarrollo urbano y Cortázar, hasta llegar a los jóvenes autores y el reportaje literario y al remate con un epílogo panorámico sobre el difícil camino de las frágiles democracias hispanoamericanas en el siglo XXI.
Desde el descubrimiento -explica Michi Strausfeld-, la realidad americana "siempre fue un híbrido entre verdad e invención, entre historia y literatura, como muestran los textos de Colón y los cronistas y también el repetido tratamiento del tema por parte de novelistas, historiadores y ensayistas."
Y por eso historia y literatura van inseparablemente unidas desde los cronistas de Indias hasta hoy en las páginas de este ambicioso volumen cuyo título alude al realismo mágico a través de una constante simbólica que recorre la obra de García Márquez y a uno de los modelos narrativos más característicos de la novela hispanoamericana desde El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias: la novela de dictador, la mejor materialización de los vínculos entre historia y narrativa. Como en ese modelo narrativo, la historia y la literatura van íntimamente relacionados en América Latina, por eso el subtítulo de este volumen es América Latina narra su historia.
Pero esa relación es también el reflejo de un llamativo desajuste, porque si los autores aparecidos entre 1960 y 1970 colocaron la novela hispanoamericana en la cima de la narrativa mundial, a la vez agudizaban el contraste entre la vitalidad de esa literatura y el subdesarrollo político, económico y social de donde surgieron aquellas novelas que abordaban la realidad hispanoamericana.
Un recorrido por Novelas que escriben la historia, el título de la introducción en la que Michi Strausfeld resume su propósito con estas palabras:
Desde hace ya más de cinco siglos hay un diálogo entre Europa y América Latina: a veces manifestó un apego mayor, a veces predominaron las esperanzas defraudadas y los intereses contradictorios y a veces se guardó silencio.
Cómo se llevó a cabo este diálogo y cómo se lleva, qué conocimientos serían deseables para que discurra al fin de igual a igual, es el tema del presente libro. Ha sido una aventura intelectual apasionante, y para ello me he basado exclusivamente en textos literarios de latinoamericanos, en ensayos, poemas y, sobre todo, en novelas que han escrito la historia y cuyo eco ha hecho historia. Espero ofrecer así un recorrido a lo largo de cinco siglos muy diversos, que mediante las voces de los autores brinde mejores conocimientos y refleje su visión del continente. Es la condición necesaria para entenderlo mejor, pues sólo así cabe reconocer la perspectiva eurocéntrica o estadounidense y quizá también logremos "descolonizar" la propia mirada y empatizar con el otro.
Los intelectuales latinoamericanos disponen de un amplio conocimiento de las culturas europeas, pero por desgracia no sucede así a la inversa, donde en lugar de hechos existen demasiadas informaciones falsas y estereotipos.
Y con esa voluntad y esa perspectiva, se propone en este ensayo un diálogo constante entre historia y literatura, porque, como señaló Sergio Ramírez, "en América Latina la historia es el sustrato de la literatura" y, en palabras de Octavio Paz, "la unidad de la desunida Hispanoamérica está en su literatura."