El alboroto y la histeria en torno a la exposición "Arquitectura deconstructivista" de 1988 en el Museo de Arte Moderno desdibujó una importante distinción de términos en la relación entre arquitectura y deconstrucción. Por un lado, la continua problemática de la representación o significado arquitectónico, legado de la teoría arquitectónica de los años setenta. En muchos sentidos, la llamada arquitectura deconstructivista continuó la investigación del significado, pero pasó de los intentos de desarrollar significados arquitectónicos estables y controlables, adecuados a un amplio consenso cultural, a los intentos de des-romper y dispersar el significado, de aprovechar la fragmentación de la cultura actual y la imposibilidad del consenso. Por otro lado, estaban los hechos de que una metáfora arquitectónica había dominado la historia de la filosofía desde Platón hasta Kant, desde Heidegger hasta Derrida, y que Derrida había declarado:
"La deconstrucción en sí misma se asemeja a una metáfora arquitectónica. Se podría decir que no hay nada más arquitectónico que la deconstrucción, pero tampoco menos arquitectónico1"
Si sus roles curatorial y editorial en la exposición "Arquitectura deconstructivista" asociaron a Mark Wigley con la primera comprensión de la relación entre arquitectura y deconstrucción, su obra teórica más importante lo sitúa directamente dentro de esta última, en cuestiones de uso filosófico de la arquitectura como figura de sus propias prácticas de construcción e interrogatorio de estructuras.
Wigley vuelve la investigación de la autoridad de la metáfora arquitectónica sobre los escritos de Derrida, en un intento de mostrar que las nociones centrales (Heideggerianas) de deconstrucción como suelo, estructura, ornamento, domesticación, tumba e institución no pueden sino producir una "arquitectura", y que el pensamiento arquitectónico -tan implicado está en la economía de la traducción de tales nociones- preserva y amenaza a la vez a la filosofía. La traducción de la deconstrucción en arquitectura, de hecho, constituye lo que pretende simplemente reproducir. "La traducción arquitectónica de la deconstrucción, que parece ser la aplicación de último minuto, de último momento, resulta ser parte de la producción misma del discurso deconstructivo desde el principio, un evento continuo organizado por los términos de un antiguo contrato entre arquitectura y filosofía que se inscribe dentro de la estructura de ambos discursos2".
"La traducción de la arquitectura" es una marca de un momento importante en la teoría de la arquitectura, un momento en el que la arquitectura se entendía, entre otras cosas, como una forma de hacer filosofía -no de representar o ilustrar conceptos filosóficos, sino de pensar los problemas filosóficos a través de la arquitectura.
El hecho de que los problemas filosóficos sean ahora arquitectónicos (ornamento/estructura) y no lingüísticos (forma/contenido) implica que las cuestiones de sentido dan paso a cuestiones de fundamentación (fijación, estabilización, autorización) y a las formas en que la arquitectura y la filosofía se apelan constantemente unas a otras por el motivo que no pueden generar a partir de sus propias economías internas.
K. Michael Hays
K. Michael Hays (ed.) Architecture, theory since 1968 (Nueva York, Columbia University, 1998), 642-643
Notas
1 Jacques Derrida, "Architecture Where the Desire May Live", Domus 671 (1986), p. 18.
2 Mark Wigley, La arquitectura de la deconstrucción: Derrida's Haunt (Cambridge: MIT Press, 1993), pág. 6. Una versión revisada del presente ensayo constituyó el núcleo de ese libro.