Muy a menudo se define el marketing de contenidos a partir de la metáfora del Caballo de Troya. Un regalo que se convierte en trampa definiría el sentido que encierra este episodio en la literatura griega.
Y es que ¿quién no se ha sentido en una trampa de contenidos comerciales con los innumerables pop-ups de un boletín electrónico que llevan a uno a una suerte de embudo de ventas aquí y allá. El Caballo que entra en Troya puede ser reconocido como una sorpresa o como una trampa. También lo es el marketing de contenidos. Puede encerrar contenido muy valioso y sobre todo relevante para un público objetivo determinado, pero sin duda puede hacerse un uso deplorable del mismo y entonces convertirse en una trampa, un contenido no responsable, incapaz de poner en equilibrio storytelling y ventas. El buen marketing de contenidos también comparte con el buen maquillaje que su gran virtud está en que no parezca marketing. Hace falta más contenido relevante y que valga la pena.
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