La cumbre Marruecos-España, vendida previamente por la Moncloa como un éxito y un avance importante en las relaciones con Marruecos, se ha convertido en un desastre para el sanchismo porque el que de verdad manda en Marruecos, el rey Mohamed, está ausente y ni siquiera recibirá al presidente español. El ególatra y soberbio Pedro Sánchez debe estar rabiando tras el desplante que le ha hecho el monarca marroquí. Esa humillación pone de relieve que la traidora cesión del Sahara a Marruecos no sirvió para mucho y que las consecuencias de aquella traición a los saharauis constituyen, probablemente, el mayor fracaso de la política exterior de Pedro Sánchez. La sorprendente cesión del Sahara a Marruecos fue vendida como un gesto decisivo para mejorar la relaciones hispano-marroquíes, pero sólo ha servido para ganarnos dos enemigos, Argelia y el pueblo del Sahara, que hasta no hace mucho tenía DNI español, para cerrarnos el vital grifo del gas argelino y para perder miles de millones de euros en negocios. Las relaciones con Marruecos siguen plagada de problemas y desencuentros. Por vez primera en la Historia de las relaciones modernas entre los dos países, el monarca marroquí no ha recibido al presidente del gobierno español en una cumbre bilateral, un gesto que deja a España en ridículo y que por mucho que quiera disimularlo a través de la propaganda de Moncloa, significa un desprecio auténtico y directo a España y al jefe de su gobierno. Lo que está ocurriendo demuestra que la traición de Sánchez al pueblo saharaui y la rotura de la amistad con Argelia ha sido la metedura de pata más inútil, sucia, cobarde y perjudicial de la política exterior de España desde la muerte de Franco. España saldrá de esta fallida cumbre, a la que Sánchez acudió con euforia y con el grueso de sus ministros, humillada y demostrando al mundo entero que se ha convertido en un país insignificante, sin peso en el mundo y sin fuerza para ser respetado por sus vecinos. Lo mas sorprendente del suceso es que España desconocía la ausencia del rey de Marruecos y que la cumbre fue vendida previamente como un éxito, lo que refleja también un fracaso de nuestros servicios de información e inteligencia, que desconocían que el sultán estaba en Gabón desde diciembre. De haberlo sabido antes, Sánchez habría vendido el encuentro no como una "cumbre decisiva" entre los dos países, sino como un "encuentro de nivel técnico" para preparar acuerdos y mejorar las relaciones bilaterales. No sabemos como Sánchez venderá su fracaso y como intentará, a través de la propaganda y de la prensa comprada, convertirlo en un éxito, pero no cabe duda de que la humillación ha sido lo bastante clara y contundente para que el sanchismo se sienta agredido en sus entrañas y su soberbia y acuse seriamente el golpe. Si fuera explotado eficazmente por la oposición, la humillación de Sánchez en Marruecos tendría un fuerte impacto en las próximas elecciones. Francisco Rubiales