Largas
avenidas de gente multicolor, urbano laberinto trepidante, destellos coloniales
suavizan el gesto severo de un antiguo
imperio ilustrado en la perspectiva de una ciudad que, rendida a sus ofrendas, nunca
descansa.
Puerto
abierto al mundo desbordando luz. Risueño horizonte de gaviotas y velada épica ensoñada que la marea incensante
se lleva a capricho habitan la ciudad de
Marsella en el sueño inverso de olímpicos dioses.
Cotidiano desvelo su frenética tarea acrisolando amaneceres contumaces donde (aérea) se bosqueja su propia ilusión creciendo, desdoblada, en un mundo poliédrico e inagotable bajo la bahía.