Suena una música estridente, parece más alta de lo habitual. De repente las personas que me rodean comienzan a bailar de manera espontánea. Por un momento pienso que están todos hechizados. No es un grupo homogéneo, ni tan siquiera visten de la misma manera. Las miro y observo personas normales y corrientes, moviéndose sin parar. ¿Dónde me he metido? Me pregunto qué está pasando, no entiendo nada. Mientras, el ritmo les cautiva y les vuelve locos. No paran de agitarse, de un lado a otro, como legión en orden de combate. Lo hacen como si hubieran ensayado una fenomenal coreografía.
Todos de forma unánime se desplazan sin cesar por la estación. Esto es una locura. Siento que mi cuerpo quiere seguir el ritmo pero mi sorpresa no me deja mover. Quiero disfrutar de este momento lleno de vitalidad pero sigo inmóvil. ¿Pero esto es posible? Me relajo, observo sus caras llenas de alegría y satisfacción. Siento el ritmo, me fijo en los pasos y empiezo a formar parte de esta locura. Qué manera de disfrutar. No me lo puedo creer, estoy danzando junto a 500,700 o 1000 personas en la estación.
Finaliza la música, aplausos, silbidos. Cada uno sigue su marcha como si nada hubiera ocurrido, ha sido un flash mob en la estación central. Quiero más, pero se ha acabado. BAILAR ES MANTENER UNA BUENA RELACIÓN CON EL CUERPO
McLuhan predijo que en el futuro, todos seríamos artistas. ¿No sería bueno empezar a ensayar?
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