He rozado tu cuerpo de celofán
y me he quemado
entre crujidos,
trizas,
flecos
humo
llanto de un bebé quieto
que no cesa
porque no quiere cesar
He sostenido tu corazón entre mis dedos
como una medusa salada,
una espiral de hielo,
la parte gruesa de una eterna bengala de San Juan
He acariciado tu cuello de cisne
transparente
y he sacudido tu pelo largo y ondulado
como si fuera una ortiga rebelde
o un pescado a la venta que pide morir ya
He tocado esa cara afrutada
tan tuya,
inerte y dulce
y me ha matado
tanto azúcar
y he muerto
porque la he tocado,
porque desde aquí dentro la he tenido que tocar,
porque es tuya
y mía
Marta Rodríguez