Empiezo con un dato: las estadísticas hablan de que el 90% de los seres humanos (hombres y mujeres) consideran una buena relación de pareja como lo más importante para la felicidad.
Tela.
Un 90% da vértigo… ¿o no?
Sin embargo, la psicología, la biología, la sociedad e incluso la ciencia nos animan a ser independientes. Buscadores de felicidad autosuficiente. Con este panorama, hay que apechugar con que somos contradictorios. ¡En serio!, somos unos amantes de las paradojas. Porque la rutina nos mata, pero nos cuesta vivir en libertad.
Sigo con un hecho: me encanta contemplar a los hombres. Supongo que en mi cabeza femenina siempre es un misterio qué es lo que les lleva a ser tan llamativos a mis ojos. Disfruto, me encanta contemplarlos despacio… A veces en silencio. Otras mientras tengo la suerte de conversar con ellos. Las más, cuando están como ausentes. Y retener su belleza. ESA belleza. El bello sexo de los hombres…
Quizás este post se convierta en una carta de amor a todos y a ninguno. Creo literalmente en ellos, sin dudas, sin dilación, a pies juntillas y porque sí. Las mujeres tendemos a ver la ternura hasta en lo más rudo, aunque eso a veces nos pase factura. Porque existe una trampa sin trampolín en la que saben soportar mejor el no tener a quién amar, que el no ser amados.
Me resulta fácil entender que la soledad también les duele. Que a veces tropiezan, caen, se levantan, insisten, vuelven a caer y arrancan.
El miedo al miedo es muy duro y su madurez va de la mano de revanchas y malos tragos. En alguna ocasión se cuela un sentimiento gelatinoso que les impide ser vulnerables, sin saber que a una mujer es eso lo que más nos fascina.
He robado minutos a hombres murciélago que viven de noche y burlan el día. He besado a los que tiemblan como hojas; también a algún que otro volcán. A los que se acarician solos. Incluso la suerte me trajo a aquellos que deseé tanto tiempo y muchas veces… Mi piel y mis músculos tienen memoria y saben que todos pueden despertar placeres más intensos…
Hay hombres que buscan la supervivencia de escote en escote y se pierden solos. A esos también los he buscado, pero el boomerang emocional no me los trajo de vuelta nunca.
He aprendido de quienes me pedían abrazar el silencio, dormir en calma… Puede ser tan fácil como eso. Amar intensamente no lleva reglas escritas. Y, por fortuna, esa falta de información es lo que en definitiva los hace realmente grandes.
A veces corro con la imaginación detrás de alguno. Y me dejo llevar hasta que la humedad se resiente. Si supieran que les devoramos con los ojos como ellos a nosotras, romperíamos tantos tabúes que ya no quedaría en pie ni un muro solo.
Hay un piropeo que no se les dice con palabras. De hecho, no encuentro palabras tan exquisitas como lo son algunos besos. Existen hombres que besan y los hay que se recrean. Aunque prefiero a aquellos que se dejan llevar… Porque las lenguas no tienen un idioma definido y éste, que es el universal, puede refugiarse en dos labios que buscan, se lamen y se retienen.
Seguro que hay mujeres pro John Wayne que no les dan tregua. Pero si realmente, en un momento de inercia, parasen en seco, podrían darse cuenta de que las venusinas amamos lo que viene de Marte por ser tan diferente a nosotras. Que las curvas de Venus tienen huecos explícitos para cada marciano. Y que si tenemos las agallas suficientes a sostener la mirada cuando unas pupilas se clavan en las nuestras, seremos capaces de viajar. Viajar sin frenos. Eso sí que sería insuperable…