Tomado de Radio Mambí
Aunque vivieron y actuaron en épocas diferentes, la coherencia de pensamiento del Héroe Nacional José Martí y el Comandante en Jefe Fidel Castro resulta pertinente; y como seres humanos cercanos hasta en la eternidad, al estar desde el 4 de diciembre de 2016 uno al lado del otro en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba.
Desde sus años de estudiante Fidel sustentó sus ideales y criterios de soberanía apelando a las doctrinas de Martí y no en pocas ocasiones encumbró aquellas palabras martianas que testificaban que la libertad costaba muy cara, y era necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio.
Con claridad meridiana invariablemente expresó que le debía al Héroe de Dos Ríos sus sentimientos patrióticos y el concepto profundo de que Patria es Humanidad, idea que supo inculcar y fomentar en su pueblo de tal manera que los cubanos han erigido un monumento a la solidaridad, a la cooperación más desinteresada.
“La audacia, la belleza, el valor y la ética de su pensamiento me ayudaron a convertirme en lo que creo que soy: un revolucionario, aseveró en una ocasión, respetuoso y modesto, el invicto líder de la Revolución cubana.
Tanto la vida como la fecunda obra de Martí fue recurrente en la existencia de Fidel, quien llevó las doctrinas del Maestro en el corazón cuando hizo enmudecer a sus adversarios al pronunciar su histórico alegato La historia me absolverá por los sucesos del Moncada, la gesta a la cual adjudicó al insigne patriota su autoría intelectual.
De tal manera la Generación del Centenario, ejemplarmente conducida por él, fertilizó con legado del Apóstol de la independencia su postura antimperialista, su entrega y la visión de que solo en las masas residen la necesidad y la posibilidad de construir, desde la lucha unida, un futuro de justicia y progreso para todos y por el bien de la sociedad.
Martiano consecuente y muy activo, se recuerda la fecha de marzo de 1949 cuando marines yanquis profanaron la estatua del patriota cubano en el Parque Central, de La Habana, y Fidel encabezó la protesta frente a la entonces omnipotente embajada de los Estados Unidos y ante la ola de indignación que provocó ese hecho en el pueblo.
Las claves que dejó Martí para conquistar nuestra libertad, el avance de Cuba y el equilibrio del mundo, no fue interpretada por ningún ser humano con la claridad de Fidel; y que nadie como él supo convertir en frutos porque desde muy joven se colocó del lado de los humildes y con los pobres de la tierra echó su suerte.
No es casual que la columna primera que se fundó en la Sierra Maestra y combatió bajo su mando durante la lucha insurreccional llevara el nombre de José Martí, y que el líder rebelde hablara del Apóstol más que de sí mismo y lo venerara junto a la inmensa galería de héroes que ha dado esta valiente isla del Caribe.
Así supo poner en marcha la República Martiana con todos y para el bien de todos con el ser humano en el centro, que para orgullo de compatriotas de estos tiempos es uno de los preceptos fundamentales que distinguen la Nueva Carta Magna que rige los destinos de la Patria desde su proclamación en abril de 2019.
Al decir del notable escritor cubano Cintio Vitier, que consagró su vida al estudio de la obra y pensamiento del Héroe de Dos Ríos: “La bondad, el deseo de hacer el bien, y de hacerlo, ha sido la más sobresaliente de las virtudes del Apóstol”.
Para el doctor Pedro Pablo Rodríguez, investigador del Centro de Estudios Martianos: “Martí nos enseñó que, a pesar de que en algún momento podamos sentir cansancio, hay que reemprender la vida, sin que perdamos la fe en el espíritu humano”.
“De él recibimos igualmente su inspirador patriotismo y un concepto tan alto del honor y de la dignidad humana como nadie en el mundo podría habernos enseñado”, dijo otro martiano de acción y corazón, el intelectual y político Armando Hart Dávalos, para concluir enfáticamente: “en la idea del bien está, pues, la clave para salvar a la humanidad”.
De ahí que el programa del Moncada era esencialmente martiano y esa continuidad en el pensamiento está en cada paso, en cada acción de Fidel, que nos enseñaría en el proyecto revolucionario toda la dimensión ética, humana, política, ideológica, internacionalista y antimperialista de Martí.
“Qué bien conocemos nosotros a los yanquis! Si nosotros hubiéramos cedido una sola vez a las exigencias imperialistas, la Revolución Cubana no existiría. Lo que ha frenado a los imperialistas es el heroísmo de nuestro pueblo (…)”, señalaba el Comandante en Jefe, como expresión de que en su intachable conducta heredó como nadie el acendrado antimperialismo de su Maestro.
Aunque vivieron y actuaron en épocas diferentes, la coherencia de pensamiento del Héroe Nacional José Martí y el Comandante en Jefe Fidel Castro resulta pertinente; y como seres humanos cercanos hasta en la eternidad, al estar desde el 4 de diciembre de 2016 uno al lado del otro en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba.
Desde sus años de estudiante Fidel sustentó sus ideales y criterios de soberanía apelando a las doctrinas de Martí y no en pocas ocasiones encumbró aquellas palabras martianas que testificaban que la libertad costaba muy cara, y era necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio.
Con claridad meridiana invariablemente expresó que le debía al Héroe de Dos Ríos sus sentimientos patrióticos y el concepto profundo de que Patria es Humanidad, idea que supo inculcar y fomentar en su pueblo de tal manera que los cubanos han erigido un monumento a la solidaridad, a la cooperación más desinteresada.
“La audacia, la belleza, el valor y la ética de su pensamiento me ayudaron a convertirme en lo que creo que soy: un revolucionario, aseveró en una ocasión, respetuoso y modesto, el invicto líder de la Revolución cubana.
Tanto la vida como la fecunda obra de Martí fue recurrente en la existencia de Fidel, quien llevó las doctrinas del Maestro en el corazón cuando hizo enmudecer a sus adversarios al pronunciar su histórico alegato La historia me absolverá por los sucesos del Moncada, la gesta a la cual adjudicó al insigne patriota su autoría intelectual.
De tal manera la Generación del Centenario, ejemplarmente conducida por él, fertilizó con legado del Apóstol de la independencia su postura antimperialista, su entrega y la visión de que solo en las masas residen la necesidad y la posibilidad de construir, desde la lucha unida, un futuro de justicia y progreso para todos y por el bien de la sociedad.
Martiano consecuente y muy activo, se recuerda la fecha de marzo de 1949 cuando marines yanquis profanaron la estatua del patriota cubano en el Parque Central, de La Habana, y Fidel encabezó la protesta frente a la entonces omnipotente embajada de los Estados Unidos y ante la ola de indignación que provocó ese hecho en el pueblo.
Las claves que dejó Martí para conquistar nuestra libertad, el avance de Cuba y el equilibrio del mundo, no fue interpretada por ningún ser humano con la claridad de Fidel; y que nadie como él supo convertir en frutos porque desde muy joven se colocó del lado de los humildes y con los pobres de la tierra echó su suerte.
No es casual que la columna primera que se fundó en la Sierra Maestra y combatió bajo su mando durante la lucha insurreccional llevara el nombre de José Martí, y que el líder rebelde hablara del Apóstol más que de sí mismo y lo venerara junto a la inmensa galería de héroes que ha dado esta valiente isla del Caribe.
Así supo poner en marcha la República Martiana con todos y para el bien de todos con el ser humano en el centro, que para orgullo de compatriotas de estos tiempos es uno de los preceptos fundamentales que distinguen la Nueva Carta Magna que rige los destinos de la Patria desde su proclamación en abril de 2019.
Al decir del notable escritor cubano Cintio Vitier, que consagró su vida al estudio de la obra y pensamiento del Héroe de Dos Ríos: “La bondad, el deseo de hacer el bien, y de hacerlo, ha sido la más sobresaliente de las virtudes del Apóstol”.
Para el doctor Pedro Pablo Rodríguez, investigador del Centro de Estudios Martianos: “Martí nos enseñó que, a pesar de que en algún momento podamos sentir cansancio, hay que reemprender la vida, sin que perdamos la fe en el espíritu humano”.
“De él recibimos igualmente su inspirador patriotismo y un concepto tan alto del honor y de la dignidad humana como nadie en el mundo podría habernos enseñado”, dijo otro martiano de acción y corazón, el intelectual y político Armando Hart Dávalos, para concluir enfáticamente: “en la idea del bien está, pues, la clave para salvar a la humanidad”.
De ahí que el programa del Moncada era esencialmente martiano y esa continuidad en el pensamiento está en cada paso, en cada acción de Fidel, que nos enseñaría en el proyecto revolucionario toda la dimensión ética, humana, política, ideológica, internacionalista y antimperialista de Martí.
“Qué bien conocemos nosotros a los yanquis! Si nosotros hubiéramos cedido una sola vez a las exigencias imperialistas, la Revolución Cubana no existiría. Lo que ha frenado a los imperialistas es el heroísmo de nuestro pueblo (…)”, señalaba el Comandante en Jefe, como expresión de que en su intachable conducta heredó como nadie el acendrado antimperialismo de su Maestro.