El lunes pasado APTRA formalizó la entrega de sus premios “Martín Fierro”. Este año el clima estuvo enrarecido por el tenso clima político-social que vive el país y en definitiva acabó dejando en evidencia unas de las caras más lamentables de la actual sociedad argentina. Porque aunque allí sólo participa gente relacionada con la televisión, la radio o el espectáculo, son un segmento representativo de la ciudadanía y sobre todo, son formadores de opinión. Es algo que pueden negar, pero no ignorar.
La ceremonia, que fue realizada en el recinto del prestigioso Teatro
Y lo digo con bronca porque pareciera ser que algunos “famosos” locales de peso, Mirtha Legrand, Francella, Echarri, Duplaa entre ellos, pusieron el grito en el cielo porque se suponía que debería haber sido una fiesta para el arte y la cultura en lugar de una plataforma política. A otros les pareció aburrido o desubicado. Y tienen razón en el concepto pero no, en absoluto, en la coyuntura.
Vivimos en un país que no está para fiestitas que pretendan emular el glamour hollywoodense. En Argentina sufrimos desde hace diez años, un gobierno que superó todos los limites de corrupción alcanzados previamente. Sin distinguir partidos o colores, son gente que roba. Que se apropia de la riqueza fruto del sudor ajeno.
Jorge Lanata, periodista de investigación, conocido dentro y fuera del país, formuló de una forma nunca antes vista, denuncias fundadas, probadas, filmadas, grabadas, testimoniadas y reiteradas. Sin embargo no pasa nada. No pasó ni pasará nada.
Y no pasó nada porque más del 90% de los argentinos son pingüinos y casi todo el resto tiburones. Los pingüinos son aves no voladoras, de costumbres sociales que viven en enormes comunidades. Su supervivencia está basada en su número y suelen correr todos para el mismo lado sin motivo aparente ni entender por qué lo hacen. La vida de un pingüino es cumplir su función biológica y morir.
Los tiburones, en cambio, viven solos, no suelen atacar en grupos y si lo hacen no es porque estén organizados para colaborar entre ellos sino porque todos quieren lo mismo al mismo tiempo y cuando huelen sangre atacan y muerden sin pensar, sin saciarse, hasta que no quede nada, entonces luego, cada uno se va por su lado hasta el próximo festín. Solos.
Argentina está gobernada por tiburones y habitada por pingüinos. Muy malo para los pingüinos.
Lanata no es nadie. No se postula a ningún cargo. No dirige ningún ministerio. No es representante de ningún partido político. Es un periodista que ahora alcanzó una difusión espectacular gracias a trabajar en un grupo multimedio, y utilizar esto para hacer lo que cualquier periodista de vocación soñaría con hacer, hablar, comunicar, informar y denunciar lo que investigó a la mayor audiencia posible.
En la ceremonia, al recibir una de sus estatuillas, el periodista agradeció a este gobierno y sus secuaces porque es verdad, sin ellos no existiría, al menos no al nivel que existe hoy en día. Lanata es la luz roja del tablero que indica una falla en el motor, si todo va bien, permanece apagada. La luz roja molesta y titilante que nadie quiere ver hasta que el motor echa humo y nos quedamos tirados en la cuneta.
Pero los pingüinitos que están cerca de la costa mueven sus cabecitas para todos lados incrédulos, y siempre en grupo. Desde el mar les tiran sardinas, abren los picos y tragan; se siguen acercando al océano y les tiran más sardinas. Los tiburones, que tienen un hambre insaciable, no se conforman con sardinas, mejor se las tiran a los pingüinos para que se sigan acercando.
Continuando con las alegorías marinas, no olvidemos a las rémoras. ¡Ah, que bichito tan fascinante! Van adheridas a los tiburones y comen de sus sobras. Todo lo que escape a la voracidad de los escualos, trocitos que escapen de sus miles de dientes. Quizás también sientan lástima de los pobres pingüinos crédulos pero si el tiburón no come, ellos tampoco.
En Argentina también hay muchas rémoras. Muchos de nuestros artistas, periodistas, deportistas y empresarios son rémoras. Una recua de adefesios sin talento que se pavonean ante las cámaras, creyendo y pretendiendo convencernos de que provienen directamente de una rama de semidioses romanos, se quejan de que un periodista “politice” un acto tan sagrado como la entrega de los “Martín Fierro”, pero poco les importa que un cajero de banco gane más que Bill Gates. O que un jardinero tenga el nivel de lujos de un delantero del Real Madrid. O que una presidente con ínfulas de diva inextinguible pretenda recrear el reino egipcio dos mil años después de la muerte de Cleopatra.
Argentina está (o estuvo) produciendo más riquezas que en ningún otro momento de su historia desde el 25 de mayo de 1810. Pero esas riquezas no llegan jamás a los argentinos, se las devoran los tiburones, lo que sobra es comido por las rémoras, los pingüinos de la costa reciben sardinas gratis a cambio de estar calladitos y de vez en cuando sacrificar alguno. Para el resto no hay nada.
Por supuesto que hay una grieta, del tamaño del Gran Cañón del Colorado y no podemos negarnos a verla. Es una división tan profunda que nadie la quiere ver, porque reconocerla sería reconocerse idiotas. Caímos en uno de los clichés más conocidos del mundo, una archiconocida frase que se atribuye a Julio Cesar, emperador romano: “Divide y vencerás”, y atención, divididos estamos.
Los argentinos ya aceptan con la cabeza gacha cualquier cosa que se les imponga. Impuestos, restricciones, recortes, ajustes, prohibiciones, vedas, corralitos. Estamos cursando una etapa de fragilidad de la voluntad popular inédita.
Es una lástima que representantes de la cultura de este país como Pinti, Mirta, Francella, Echarri, Duplaa, Del Boca, Florencia Peña hasta Tinelli y muchos otros sean rémoras. Que se hagan los boludos siempre y cuando algo les caiga a ellos. Una pena que no aprovechen el poder que la gente les da y lo usen para oponerse a lo que saben que está pasando.
No importa. Total hay fútbol para todos, y ahora en HD.