Revista Cultura y Ocio

Martín – María Eugenia

Por Natali Yager


Parece que va saliendo a buscar algo. Vuelve . .


MARÍA EUGENIA: – ¿Otra vez me olvidé lo que iba a buscar?


Lo encuentra, era laurel. Está sola, habla con ella misma.
Está seleccionando plantas aromáticas y medicinales arriba de una mesa rectangular
pequeña de madera gruesa y vieja, el suelo es de tierra o de cemento, ella está descalza,
son algo así como las ocho de la noche, ocho y media. Y no hace calor calor, ella tiene un
short hasta un poquito más arriba de las rodillas y un buzo azul finito que era de algún
hermano o de algún padre. Canta suave, o se calla y mira, o piensa en voz alta. Aparece
una cucaracha, la mira.


MARÍA EUGENIA: – no, yo a vos te tengo que matar. La mata, la junta en una palita.

Entra Martín.


MARÍA EUGENIA (a Martín): – No es casualidad que Kafka se haya metamorfoseado en
cucaracha, ahora ve todo. Es inmortal.


Martín la mira, mira la palita. En sus gestos, en los ojos, en la manera de mirar… todo lo
hace un poco lento aunque apurado. Deja una bolsa de tela en una silla, le da un beso en el
cachete y le agarra la cabeza con una mano. No está completamente presente con toda la
atención, se da vuelta, busca una silla., se mueve como si tuviera una capa de polvo seco
sobre la piel. Se sienta, se saca las zapatillas sin desatar los cordones, se saca las medias,
Majo trae una palangana con agua tibia y sal, él mete los pies, debajo de la palangana un
toallón blancoamarillogrismarrón. Se levanta para seguir con su tarea. Martín se hace
masajes en las piernas, en los pies, intenta sacarse algo, se saca un pulover finito, ahora ve
todo lo que hay en la mesa, y la ve a ella (María Eugenia se ilumina cada vez más, se
escuchan intensificados los ruidos del lugar, está frente a una mesada de mármol viejo con
los bordes carcomidos, está poniendo algo a hervir, dos hervidores, uno mitad azul y mitad
negro, el otro blanco con flores) se la ve a ella iluminada por la luz que entra de afuera, un
poco más que el resto de las cosas. Martín la mira, está absorto. Se escucha un viento, hay
un ruido suave que viene del patio, ella respira y se mira el pie que acaba de pisar agua en
el suelo. Martín se masajea las manos, la cabeza. Los masajes son rápidos, intensos, los
repite sobre los mismos lugares. Se rasca los dedos de las manos.


(después de un rato, como hablando para sí misma) MARÍA EUGENIA: – Lo que te desarma
es la ansiedad. – (Pausa)


MARTÍN
(la mira y agarra el cortaúñas). : – y la desilusión.


MAJO:- tenés un ego gigante


MARTÍN: – si tengo una ansiedad tremenda, pero sé que si no la freno un poco no voy a
poder empezar con nada
(pausa)


MARTÍN: – No creo que sea un inmortal, se está muriendo. ¿Por qué la mataste?


MARÍA EUGENIA: Yo también pensaba eso,, pero bueno. son muy viejas las cucarachas
igual


Le pasa una taza de té y se sienta en otra silla enfrente de él, él saca de la bolsa un budín
artesanal.
(Pausa)


MARTÍN: – ¿Cuántas cosas podremos pensar a la vez? siento como si no tuvieran lugar.
Mi cabeza atrás en la nuca se está sacudiendo y algo aparte, algo de mí, la
retiene.


MARÍA EUGENIA: – Respirá. ponete un poco de esa agua en la nuca y sostenete un
rato ahí. (pausa corta). Tratá de estar derecho.


Ella lo está mirando. Él corta rápido con la mano que le quedó libre tres rebanadas grandes
de budín y agarra una.


MARÍA EUGENIA: – Comé más lento Martín – (resignada).

Mira la taza de té que tiene en la mano, mira rápido la que está frente a Martín, las intercambia y prueba. Martín ve esos movimientos mientras está ocupado en coser la punta de una media, prueba el té que estaba tomando ella.


Martín: – ¿no te parece que es siempre lo mismo?


MARÍA EUGENIA: – el té?


Martín: – no…


MARÍA EUGENIA: – vos decis…
(pausa) …

Martín: – ¿Sabés qué creo? que lo único que no se repite no se muestra.


MAJO: – No. no es así.
(pausa larga)


Majo camina hacia alguien que todavía no se ve, hacia donde la escena está oscura…


– siempre que me mirás tenés la cabeza hacia atrás, eso es porque no estás derecha. te va
a doler todo después.


MARTÍN (continúa como si no hubiera habido interrupción): – Parece que me estoy despertando de un sueño

Majo escucha eso cuando ya está llegando a la puerta, gira un poco la cabeza y le sonríe.
Sale.

OSCURIDAD


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