Martina

Martina estaba tirada en su habitación, sobre la cama con su enorme y largo gato sobre su estómago, respirando o más bien suspirando. Acababa de telefonear a su madre para contarla que el último libro que había enviado a la editorial lo acababan de rechazar.
La madre no daba crédito a sus palabras:
– ¿qué ha ocurrido?, te han dado alguna explicación.
– Solo lo de siempre mama, el argumento es igual o parecido a otros, esto ya está muy visto, es una mierda, da igual, pasado mañana veras mi novela publicada con otro nombre y distintos personajes o tirada en el cubo de basura o yo que sé. Estoy enfadada no me tengas en cuenta mis palabras.
Murphy el gato ya se levantaba cuando Martina por milésima vez suspiraba y miraba primero al techo y luego a la ventana. Luego miraba con odio su ordenador y de nuevo a la ventana y el techo. La sacó de su ensoñación una llamada al móvil, sonaba la banda sonora de memorias de África. Miró el número y descolgó.
– He leído tú novela, no esta mal, la idea me ha gustado, sólo tienes que pulir el estilo. Los diálogos seguidos con la narración no son legibles, resulta difícil diferenciar cuando es diálogo de cuando es narración.
– De acuerdo, ¿quién puñetas eres?
– Sólo el corrector de textos de la editorial.
– Te han dicho que me llames.
– No, contrariamente al director no creo que las novelas que mandas sean tópicos. Creo que desbordas imaginación, pero habría que trabajar para que el lector se sumergiera en la novela, en vez de intentar descifrar el texto.
– Ja ja ja!! Esta bien, desde que leí La Verdad Sobre el Caso Sabolta, con ese principio de libro tan extraño, me había propuesto buscar recursos estilísticos nuevos. Pero creo que tienes razón.
– Intenta reescribir la novela y mándala de nuevo.
– ¿Crees que funcionará?
– Estoy convencido.
Martina se sentó de nuevo frente a su ordenador, siempre se habla del miedo del escritor ante la página en blanco. Martina vio un abismo al que se precipitaba cuando tubo que empezar a rehacer su novela.
MJO