Ahora que el Estado nos ha abandonado echamos de menos la conciencia cívica de antaño

Los pronósticos del viejo comunista cobran vida en una Hispania azotada por la crisis
Cuando el viejo alemán desarrolló su crítica ácida a la Economía de Mercado no se percató del desarrollo, a posteriori, del Estado de Bienestar. Un Estado Social que ha permitido la compatibilidad entre: las fuerzas explotadoras del neoliberalismo occidental y la protección del "ejército de reserva". Gracias a la tolerancia del intervencionismo estatal, por parte de las manos invisibles de Smith, los cuellos azules del proletariado han apaciguado sus deseos de rebelión y han tolerado - a regañadientes – su debilidad en el campo de batalla. Es precisamente, ese estado de confort de las clases medias del ayer - gracias al desarrollo del Estado protector – el que ha permitido que la indignación contra la globalización no se haya generalizado – de forma acusada – a los países con altas dosis de bienestar. Como ustedes observarán: Estados Unidos – el país con menor intervencionismo estatal – ha sido el buque insignia del movimiento antiglobalización.
Lo ha sido, porque la brecha de la desigualdad ha perpetuado a "los de abajo" en una jaula existencial. Una jaula – valga el símil – con muy pocas posibilidades de ascenso social. Sin embargo, en los países del Norte Europeo, la fortaleza de su modelo socialdemócrata ha permitido que la comodidad económica de sus clases medias no ponga en jaque el "establishment" de sus mimbres económicos.
Si nos miramos el ombligo, nos daremos cuenta que en España: sí hay indicios para otorgarle la razón a Marx. Desde que la derecha empuñó el cetro de la Moncloa, se ha producido un desmantelamiento crónico del Estado Social. Un desmantelamiento suscitado por las políticas austeras llevadas a cabo por Rajoy y los suyos. Tales políticas, han ensanchado las distancias que separan las migajas de los lazarillos de los manjares burgueses. El "ejército de reserva" – en palabras de Marx – a día de hoy, ya no cuenta con un Estado protector que le tienda la mano -como antes- ante situaciones de necesidad. Sin el Estado Social – o un debilitamiento significativo del mismo – la crítica ácida de Karl al Capital resucita en la globalidad actual. Los pronósticos del viejo comunista cobran vida en una Hispania azotada por la crisis. Una crisis cuyo único instrumento ha sido proteger al mercado por encima del interés ciudadano. Una crisis – y valga la redundancia – que ha estado más preocupada en escuchar a Smith que otorgarle voz a los seguidores de Keynes.
Ahora que el Estado nos ha abandonado – decía esta mañana el búho de la rama – echamos de menos la conciencia cívica de antaño. El individualismo de los últimos años – característico del paradigma neoliberal – ha hecho que cada uno de nosotros - ustedes y yo – hayamos ido a lo nuestro, sin tomar en consideración la probabilidad de que algún día se pinchase el flotador de la piscina. Hoy, sin flotador en las aguas turbias del presente, el náufrago social busca, en el consuelo del otro, la energía necesaria para llegar a la orilla, sin el confort de su pasado. El espíritu marxista, o dicho de otro modo, la conversión de una clase “en sí” en otra “para sí” inunda los asfaltos de Madrid de mareas blancas y verdes unidas por los flujos de la indignación. El cabreo de las masas – la clase media – por su pérdida de confort económico y posición social ha devuelto a la palestra a las tesis de Marx. Hoy, sin clase media, los alienados de la burbuja han despertado de su letargo. El malestar contra las élites impregna al ideario social del licor anarquista que reinó en los preámbulos del Capital. ¡Coca – Cola, por favor!
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