Revista América Latina

Marx y la automatización del trabajo

Publicado el 14 enero 2024 por Jmartoranoster

LUIS BRITTO GARCÍA

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Todo valor es tiempo de trabajo humano, proclama irrefutablemente David Ricardo. Karl Marx refina el concepto: el valor de una cosa equivale al tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Pero ese valor –del cual el capitalista ilegítimamente se apropia- pertenece al trabajador que lo creó con su labor. Un botón producido manualmente puede requerir más de una hora de trabajo: en el mismo lapso la maquinaria puede producir miles. ¿Cuál es el valor de éstos? ¿Y a quién pertenece dicho valor?

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Estas preguntas adquieren mayor relevancia en la medida en que el trabajo humano es sustituido por el de máquinas cada vez más complejas, que a menudo excluyen o suplantan al obrero. ¿A quién pertenecen las máquinas? ¿Y a quién el valor de las mercancías que éstas producen? ¿Si las maquinarias sustituyen por completo al trabajador, como sucede progresivamente, éste podría ser desechado sin que le corresponda ningún derecho?

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Según Marx, el capital se presenta como la totalidad de las condiciones del proceso productivo y se escinde “en ciertas porciones cualitativamente diferentes: material de trabajo (es ésta, no materia prima, la expresión correcta y conceptual), medios de trabajo, y trabajo vivo”. La maquinaria es un medio de trabajo, y “lo automático no es sino la forma más plena y adecuada de la misma, y transforma por primera vez a la maquinaria en un sistema, puesto en movimiento por un autómata, por fuerza motriz que se mueve a sí misma; este autómata se compone de muchos órganos mecánicos e intelectuales, de tal modo. que los obreros mismos sólo están determinados como miembros conscientes de tal sistema” (Karl Marx: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, vol, 2, México. Siglo XXI, 1972, pp. 216-230). Vale decir, el “trabajo vivo” se combina con los “medios de trabajo” movidos por “un autómata” para producir la mercancía.
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¿Cuál es la tendencia de esta combinación? Según Marx, la maquinaria compleja no opera “como en el caso del instrumento, al que el obrero anima, como a un órgano, con su propia destreza y actividad, y cuyo manejo depende por tanto de la virtuosidad de aquél. Sino que la máquina, dueña en lugar del obrero de la habilidad y la fuerza, es ella misma la virtuosa, posee un alma propia presente en las leyes mecánicas que operan en ella, y así como el obrero consume comestibles, ella consume carbón, aceite, etc. (matières instrumentales) con vistas a su automovimiento continuo”. Máquina “virtuosa” que “posee un alma propia”: parece que Marx escribiera en el presente.

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Esta tendencia de la máquina a constituirse en “dueña en lugar del obrero de la habilidad y la fuerza” no ha hecho más que incrementarse. En efecto, “La actividad del obrero, reducida a una mera abstracción de la actividad, está determinada y regulada en todos los aspectos por el movimiento de la maquinaria, y no a la inversa. La ciencia, que obliga a los miembros inanimados de la máquina -merced a su construcción- a operar como un autómata, conforme un fin, no existe en la conciencia del obrero, sino que opera a través de la máquina, como poder ajeno, como poder de la máquina misma sobre aquél”. Así, el movimiento de la máquina determina al del obrero: ejerce su poder sobre él.

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La máquina se convierte entonces en otro instrumento de apropiación del trabajo vivo por el capital. Señala Marx que la maquinaria se impone por “e1 análisis a través de la división del trabajo, la cual transforma ya en mecánicas las operaciones de los obreros, cada vez más, de tal suerte que en cierto punto el mecanismo puede introducirse en lugar de ellos. (…) De ahí la lucha de los obreros contra las máquinas. Lo que era actividad del obrero vivo, se convierte en actividad de la máquina. De este modo la apropiación del trabajo por el capital, el capital en cuanto aquello que absorbe en sí trabajo vivo -«cual si tuviera dentro del cuerpo el amor»- se contrapone al obrero de manera brutalmente palmaria”.

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Así, los trabajos innovadores de los científicos, ingenieros y técnicos que inventan las máquinas, son valor que genera una plusvalía centuplicada. El capitalista se apodera de ella sin remunerarla en la totalidad de su valor, mediante tres procedimientos acumulativos. 1) La mayoría de los grandes científicos ponen sus descubrimientos a disposición de la humanidad de manera gratuita. Ni Newton, ni Darwin, ni Mendelejev, ni Einstein, ni María Curie, ni Pasteur, ni Alexander Fleming, ni Alan Turing, ni Watson, ni Philo Farnsworth ni Timothy Berners Lee patentaron jamás sus hallazgos ni devengaron un céntimo por ellos. 2) El capitalismo contrata a los investigadores en empresas e instituciones que se apropian de sus descubrimientos patentándolos corporativamente. 3) la propiedad intelectual, a diferencia de la física, caduca para sus creadores tras un lapso predeterminado, dejando para las grandes empresas la libertad de aplicarla gratuitamente, sin pagar derechos, o de prolongar la propiedad ya patentada sobre ellas mediante mil estratagemas.

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El capital, entonces, se apropia de lo que pudiéramos llamar una plusvalía intelectual de científicos y técnicos, para convertirla en parte del “capital fixe” o fijo. El trabajo intelectual produce tanto o más valor, tanta o más plusvalía que el manual. Este estadío marca el advenimiento de un nuevo modo de producción: “Tan pronto como el trabajo en su forma inmediata ha cesado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja, y tiene que dejar, de ser su medida y por tanto el valor de cambio [deja de ser la medida] del valor de uso. El plustrabajo de la masa ha dejado de ser condición para el desarrollo de la riqueza social, así como el no-trabajo de unos pocos ha cesado de serlo para. el desarrollo de los poderes generales del intelecto humano. Con ello se desploma la producción fundada en el valor de cambio, y al proceso de producción material inmediato se le quita la forma de la necesidad apremiante y el antagonismo. Desarrollo libre de las individualidades, y por ende no reducción del tiempo de trabajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos”. Tiempo libre y medios para todos: el Reino de la Libertad.

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