Como cada 8 de marzo, pasado mañana se celebra el Día Internacional de la Mujer No tiene nada de festiva la jornada, sino reivindicativa de los derechos que asisten a las mujeres, sin que sean discriminadas por razón del sexo. Justo cuando se “recortan” libertades en nuestro país con reformas que limitan prácticas -como la del aborto- habituales en países de nuestro entorno, se hace más necesario que nunca la exigencia de una efectiva igualdad de género y la ruptura del dominio patriarcal que somete a la mujer en la familia y la sociedad. Por tal razón, este año el mes de marzo estará impregnado de una “lucha feminista” que rehuirá el tratamiento trivial de la problemática que afecta a las mujeres para centrarse en la realización de una serie de actividades (talleres, charlas, jornadas de convivencia, manifestaciones y otras acciones) que servirán para hacer patente la voluntad de éstas en no ceder a sus derechos y exigir el respeto que merecen como personas.
Bajo la denominación Ni un paso atrás en nuestros derechos, nosotras decidimos, colectivos agrupados en la plataforma Movimiento Feminista de Sevilla, formado por múltiples asociaciones y mujeres a título individual, organizarán toda una batería de propuestas con las que intentarán “apropiarse del espacio público y compartir experiencias”. Además de la manifestaciónque recorrerá el sábado el centro de la ciudad, están previstas una perfomance en la Alameda, una piñata anti-Gallardón en las “setas” de la Encarnación, una asamblea que tratará sobre la crisis y precariedades vitales, la obra de teatro, Patricia David: Historia de Mujer, en el Teatro del Duque, un taller de Guerrilla de la comunicación feminista, una concentración para inscribirse en el Registro de la Propiedad con el lema Registramos nuestros cuerpos contra la reforma de la ley del aborto, diversas charlas, como la que se impartirá en la Universidad Pablo de Olavide acerca de La reivindicación del Derecho al Aborto en nuestro país, la presentación de un escritoen el Palacio Arzobispal sobre el derecho a decidir, además de exposiciones, entrega de premios, poesía, música y otras actividades que posibilitarán la denuncia de la situación que aún padece la mujer en pleno siglo veintiuno.
Enmascarados en hábitos y costumbres sociales que minimizan el machismo y la misoginia en las relaciones de pareja, la desigualdad de género y otras discriminaciones legales que sufre la mujer favorecen, en casos extremos, la aparición de una violencia que es imposible erradicar de forma definitiva en nuestras sociedades. La envergadura de este problema queda de manifiesto en un estudio reciente de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE, encargado por el Parlamento europeo, según el cual más de 62 millones de mujeres en Europa han padecido violencia física o sexual, más de 100 millones han sido acosadas sexualmente y 10 millones han sido privadas de su libertad incluso dentro de sus propias casas.
Es decir, una de cada tres mujeres adultas del Viejo Continente ha experimentado violencia física o sexual, y una de cada 20 ha sido violada. Y eso sin contar que el 67 por ciento de las mujeres maltratadas por su pareja no denuncia la situación. Se trata, pues, de un grave problema que, en lo que llevamos de año, ha causado la muerte a 14 mujeres en nuestro país, la última, ayer mismo. No es algo que suceda en países del tercer mundo o subdesarrollados, sino en la Europa del primer mundo y en nuestro ámbito de convivencia. El progreso material y educativo en las sociedades modernas no lleva apareado la consideración automática de la mujer como persona que disfruta de igualdad de derechos y oportunidades que el varón. Parece lo contrario. De los datos del estudio citado, se detecta un porcentaje mayor de maltrato de la mujer entre los países nórdicos que en los del sur, figurando España entre los que ofrecen cifras más bajas de maltrato por parte de la pareja.
Aparte de otras explicaciones y consideraciones, no es que los nórdicos sean más machistas que los del sur. Sino que, a mayor concienciación, mayor capacidad de denuncia de estas lacras que explotan a la mujer como ser subordinado al hombre. Los acosos sexuales, los “techos de cristal” que impiden la promoción de la mujer, la discriminación laboral y salarial y un paternalismo trasnochado que persigue el mantenimiento de privilegios y desigualdades por razón del sexo, son algunas de las causas que mueven a la mujer a reivindicar sus derechos, a no renunciar de sus conquistas legales y a exigir la ruptura de un tipo de relación patriarcal por otro basado en la equidad y la igualdad en la pareja.
Existen, por tanto, sobrados motivos para teñir de violeta el mes de marzo en Sevilla y en el mundo. Para no cejar en el empeño de que la mujer detente los mismos derechos que el hombre y goce de las mismas oportunidades para su desarrollo personal y profesional, sin que deba estar sometida o tutelada ni por el hombre, ni la iglesia ni el gobierno. Desterrar el machismo que hace prevalecer discriminaciones y conduce a la violencia de género es una tarea que incumbe a todos, no sólo a las feministas. Porque los Derechos Humanos han de estar vigentes en todos los países y amparar a todas las personas, sin distinción. Hasta que ese objetivo no se cumpla, al menos, en relación con el trato a la mujer en nuestro país, el Día de la Mujer debería celebrarse no sólo cada 8 de marzo, sino todos los días del año. Por una cuestión de dignidad. Y la dignidad no tiene sexo.