" Y, entonces, llegaban los chicos. Los chicos siempre gritaban. La madera del suelo siempre gritaba. Todos gritaban, menos las manchas de vino del mantel. Éstas, se mantenían calladas, sin hacer ruido, desplegando todos los tonos rojizos que les dejaban. Formando círculos intermitentes. Círculos irregulares. Perfecciones que nadie veía. Siempre estaban a la espera. A la espera de que alguien volviese a posar su copa en éllas. Las manchas de vino, del vino que hacía gritar a los chicos. " Marzo nunca se fue.
Fotos de Laura Makabresku. Texto by me.