Yo más. Esa era la frase favorita de mi hermano. Cuando mamá nos servía la sopa, él sorbía las cucharadas al doble de velocidad para poder repetir:
-Yo más, mamá, yo quiero más.Si papá nos llevaba a ver el partido de fútbol del equipo del barrio, él se soltaba de su mano y se encaramaba a la barandilla, como un mono, para poder decir:-Yo más, papá, estoy más alto y más cerca.Con los años me fui acostumbrando, dejé de darle importancia, y eso le volvió más envidioso. Si yo volvía con las rodillas desolladas, él además había perdido la piel de sus codos; si y traía a dos amigos a jugar al Monopoly, él se traía a media docena. Mi subconsciente pudo guiarme a que escogiera el boxeo como deporte en mi adolescencia, quién sabe, Perdí dos dientes y me rompieron la nariz; y tuve que someterme a dos operaciones de cirugía estética para solucionar el problema. Mi hermano siguió mis pasos, pero tuvo más suerte, a él no le rompieron nada; sin embargo, también pasó por el quirófano. Ahora tiene más pecho que yo, unas caderas mucho más femeninas y unos glúteos más respingones. Ah! sí, y una naricilla más respingona, sí, mucho más bonita que la mía. Y vive mucho más tranquilo convertido en la mujer más masculina que jamás he visto.