Revista Opinión
De acuerdo a la CEPAL aproximadamente 3, 287 mujeres han sido víctimas de feminicidio en América Latina y el Caribe en 2018. ¡Insólito!
Cada día en que algún periódico en América Latina expone los detalles de algún feminicidio nos evidencia el luto, el dolor y la fragilidad del ser humano. Nuestras mentes imaginan las escenas: lamento, tristeza, caos, angustia, impotencia y en muchos momentos, rabia.
Las cifras inundan nuestras mentes, todos coincidimos en las mismas preguntas: ¿Cuántas más? ¿Se pudo haber evitado? ¿Hubiera sido distinto de haber hecho esto o aquello? Solemos dejar llevar nuestra mente a tantos escenarios que nos puedan devolver un poco de paz, esperanza o al menos una explicación lógica de lo sucedido. Esta tragedia nos lacera a todos.
Así como en toda historia, además de los protagonistas, el villano y la escena también hay actores secundarios, cuyos roles en múltiples ocasiones son tan primarios como el del actor, así mismo cada feminicidio impacta un sin numero de vidas, dejando secuelas en cada una de ellas.
Una desgracia que hace que todos: el justiciero, el santo, el indolente, el conservador, el extrovertido y el sensible, experimenten una vulnerabilidad abrumadora sin dejar a nadie indiferente.
Estas secuelas van más allá del dolor evidente, de la consternación, la frustración, ira, enemistad e impotencia. El impacto de las mismas puede producir en muchos casos traumas, estados depresivos, culpa e inclusive reproducción de la misma violencia en la medida de la cercanía o del impacto individual de la acción.
Existen múltiples estrategias para cerrar la brecha de los feminicidios: más casas de acogida con programas integrales y sostenibles, mayor publicidad y jornadas de concientización, intervención preventiva a familias, unidades psiquiátricas en zonas vulnerables, pero sobretodo, un mayor nivel de concientización y sensibilización individual, como familias y como naciones.
Hagámoslo por ellos, esos segundos actores de la tragedia: padres, hijos, mejores amigos, vecinos, compañeros de trabajo, los conocidos y aquellos que no lo fueron tanto, también en honor a ellos, ¡detengamos todos la violencia!
¡La mayor demostración de amor es la libertad!