Revista Literatura

Más allá de la Eternidad

Por Martindealva

Más allá de la Eternidad

Saboreo la última gota de vino que nos aguarda en la copa mientras el silencio se hace dueño de la estancia que nos protege, más allá de la vigilia, en ese mundo que tú y yo guardamos bajo el archivo de nuestros sueños. Diáfano, de colores inmáculos y contrastes de tinieblas, un continuo paseo entre dos mundos tan distantes, que tan solo en nuestras quimeras tornan realidad. Tu mirada, atenta a la letras que te absorben por un instante, se eleva para encontrarse con mis ojos y alimentar de esperanzas cada poro de mi ser. Tus labios me señalan un momento y un lugar, un sencillo gesto que me invita a traspasar las murallas de la mesa que nos mantiene distantes sólo en el eterno.

Mi rostro te corresponde con una sincera sonrisa víctima del deseo, me deslizo lentamente sin perderte en mi norte, me recibes con lento y delicado gesto deshaciendo el nudo que ata tus piernas, mostrándome la aceptación de la carne en este mundo de fantasía. Siento el olor que emana de tu piel, acompaño el movimiento de tus manos que recorren tus piernas entre caricias y sutiles vaivenes que hacer perderme en el sentido de la consciencia. Mis dedos se convierten en prisioneros de los tuyos – esta noche soy tuyo, muéstrame el camino para desflorar el jardín de mis deseos -.

Acompañas a mis manos a tu rostro, dibujan dibujan figuras imposibles desde tu boca hasta tus cabellos. Mis labios sedientos de los tuyos esperan tu consentimiento. Tu sonrisa atraviesa mi pecho rompiendo en mil pedazos las barreras del pudor, y nuestra comunión se muestra presente mientras saboreo tu hiel. Mis dedos pasean entre las costuras de tus cabellos aprendiendo cada rincón de ti, y tus brazos me acogen en tu lecho regalándome el calor de tu piel. El calor comienza a reinar en este pequeño universo que hemos creado para nosotros, dejando atrás la frialdad de las palabras. Nuestros cuerpos caen sobre el mullido sofá dejando la libertad de tener ambos cuerpos a la merced de nuestros labios. Despojo el lino de tu blusa con mis torpes dedos mientras mi lengua se desliza lentamente por tu cuello, arqueas tu espalda para sentir mi hombría entre tus piernas, que rodean mi cintura para decirme que al menos en ese instante, soy tuyo.

Nuestras pieles conjugan en un dulce juego de caricias y miradas cómplices, y tu sonrisa reina en el lugar. Mis manos pasean lentamente por las tersas dunas de tus pechos, mi boca ávida de ti es testigo de la floración de tus pequeños y delicados vástagos que saborea y humedece con templanza y placidez. Claudicamos de todo aquello que nos impide abandonar las cadenas de este mundo para adentrarnos en este desconocido para ti, y que te ofrendo para que hoy seas mía, y perdure mientras el fuego de nuestras entrañas no apague nuestra pasión. Te despojo de todas las pieles que se interponen entre nosotros y abordo tus caderas con mis manos para embestirte una y otra vez bajo la tenue luz de las velas. Nuestra respiración se hace una, nuestros cuerpos exudan el aroma del sexo y del pecado, el alboroto de mis jadeos y los gemidos que exhalan de tu garganta ensordecen mi piel. Sintonizamos en una batalla de deseos, anhelamos lo que nunca conocimos y hoy descubrimos. Me ahogo en un mar de sentimientos que afloran a cada embate de mis perniles que una y otra vez roban un poco más de tu aliento. Tus labios ensangrentados de lujuria piden audiencia a los míos, que abandonan su tarea dando paso a la maña de mi dedos.

El espacio se hace pequeño y caemos sobre la espesura de la alfombra, sientes la lanza de mi destino penetrar en lo más profundo de tu ser… Clamas porque no abandone su posición de vanguardia y retenga aún más ese ejército que ansía liberar…

Sólo un instante, un único instante es lo que te pido en esta extraña noche en la que he abandonado los prejuicios de la carne y fallo contra el delito del adulterio, aunque no hay más pecado que serle infiel a mis deseos. Ven, embísteme una vez más, penetra con tu vida el pozo de mis deseos.

Mi Yo abandona su existencia para crear un nosotros, en este instante en el que desgarro mi alma y absuelvo de la cautividad la semilla del diablo.

Alzo la voz al viento y doy gracias a la vida por permitirme ver ese anhelo de no haber conocido el amor, y haber creído hasta hoy en el olvido de los besos.

 


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