Revista Cine
La exploración de quiénes somos, a dónde vamos, o de dónde venimos, sigue de plena vigencia, si nos atenemos a que en la sesión de ayer, la sala de cine estaba completamente abarrotada con todas la entradas agotadas horas antes de comenzar la proyección. Una circunstancia que quien subscribe, no veía hace ya muchos años. ¿Cuáles eran las razones o motivos que movían a esta espontánea movilización? Yo creía que en buena parte era asistir al último ensayo cinematográfico del maestro Clint Eastwood, aunque esta película no fuera un proyecto personal, sino un encargo de su buen amigo Steven Spielberg, al que no pudo decir que no; pero también me apuntaron, que la gente necesita saber más, y quiere conocer historias que los aproximen a la línea que divide la vida de la muerte pero desde un punto de vista de espectáculo de masas (nada más contradictorio a la soledad de la muerte), y eso al parecer arrasa y llena.
En esta ocasión el bueno de Eastwood ha tenido que hacer frente a muchos contratiempos como son, que Más Allá de la Vida no es un proyecto personal, o que ha tenido que lidiar con el guión de Peter Morgan, un prestigioso guionista que esta vez ha naufragado, convirtiendo su historia en el gran talón de Aquiles de la película. A pesar de todo, Clint Eastwood ha filmado este film con su sello personal de siempre, saliendo vencedor en secuencias memorables como la del tsunami, a la que le ha puesto su sello personal al pedirle al personaje de la periodista Marie Lelay (Cécile de France) que expulsara unas burbujitas en medio del tobogán devastador de las olas, lo que es cierto que le da un toque más cercano y humano a la secuencia de acción. Del mismo modo, que le da un tono comedido al resto de sus personajes, salvo al final de la película donde se une al naufragio del guión.
Expresaba Eastwood hace unos días, en una de las entrevistas que realizaron con motivo de la promoción de la película, que nunca había visto en el mundo del cine que tres historias como las que se cuentan en su film, se unieran al final de la forma en que éstas lo hacen, lo que sin duda nos lleva a pensar que hace mucho que no va al cine, porque Robert Altman y su famosa Short Cuts ya lo hacen, o cualquiera de los experimentos fílmicos de Arriaga e Iñárritu también, por citar sólo dos ejemplos. En este caso, Más Allá de la Vida nos narra tres historias de pérdida y soledad, a las que en otras ocasiones Eastwood ha sabido dar muestras de manejar a la perfección, pero que en esta ocasión suponemos que supeditado por el guión de Peter Morgan no ha sabido sacarles brillo y lucidez tras dos largas horas de metraje. Si bien, cualquiera de las historias que a modo de relato corto se nos proponen en principio pueden ser interesantes, a medida que se nos proporcionan datos sobre las mismas, éstas van decayendo en su interés. Pero es sobre todo al final, cuando se nos muestra una sonrojante falta de originalidad para darles un final, lo que hace que cuando salimos del cine nos preguntemos si ha merecido la pena perder tanto tiempo para no contar nada. De entre elenco de actores del film, habría que destacar a Frankie McLaren en su papel de Marcus como niño perdido e inadaptado ante la falta de su hermano gemelo, y a una sorprendente Bryce Dallas Howard (quizá porque sólo estuvo cuatro días en el rodaje) que aguanta los primeros planos de una forma admirable, y que nos ha dejado escenas como la de las degustaciones de alimentos sencillamente increíbles, sin duda, de lo mejor de la película. Pero sería injusto no destacar el buen trabajo de Cécile de France y la cristalina luz de su mirada con unos poderosos ojos azules que conectan con el público, y el gran Matt Damon, que ha creado un papel en el que importa más lo que no dice que lo que expresa, como una buena muestra de interpretación gestual. En definitiva, Más Allá de la Vida es una película bien rodada, dirigida e intrepretada, pero que nos relata una historia que no va a ninguna parte.