Cuando tenga veintiuno voy a estar casada, a los 23 tendré hijos y de seguro a los veinticinco a más tardar estaremos, el marido, los hijos y yo, en planes de construir casa propia. Esa era yo a mis catorce años. Ah, el mundo parecía enorme y sin embargo ya sabía por lo que iba a suceder en cada etapa de mi vida, tenía un plan.
Los años continuaban pasando y de pronto estar casada a los veintiuno era inconcebible ¿cómo? ¡tan joven! ¡Jamás!. En aquel momento mi vida revoloteaba alrededor de lo más importante: mi universidad ¿Y cómo no? si muchos de mis excompañeros del colegio estaban acabando la universidad y logrando grandes cosas en el mundo laboral… yo no. ¡que mal me sentía!
Es que la sociedad dicta que a cierta edad hay que cumplir con los requisitos sociales. Yo; un tanto desorientada, además como siempre interesada en más de mil cosas a la vez. Luego de haber hecho un curso de secretariado y haber desertado de una carrera en administración de empresas, me encontraba enamorada de los idiomas, si eres una niña buena y te gustan los idiomas entonces estudias para ser la teacher de alguna escuela en la vecindad.
Y sí, trabajé en una institución gubernamental como recepcionista y con paciencia empecé a trabajar de instructora de inglés, pero no me bastó así que viajé, a los veintitrés ni estaba casada ni tenía hijos… las directrices sociales y yo no coincidíamos. Unos pocos familiares, unos conocidos y hasta algún susodicho amigo criticaron mis decisiones, mi falta de matrimonio y de hijos. De seguro que en algún momento fui la comidilla del pueblo ¡que más da!
Vas a ver las vueltas de la vida, encontré a mi Don Juan mientras viajaba. Han pasado ya casi cinco años, vivo en un país totalmente distinto, aún no tengo hijos, ni casa; para colmo de males, ahora, tampoco quiero ser teacher ni secretaria… ¿Desastre? ¡NO! Que bendición tener 30 años y estar tan confundida como a los veinte, ¿hay vida más allá de los veinte?, ¿me puedo reinventar?, ¿puedo aprender?, ¿puedo? Eliza, a los catorce años me hubiese llamado treintona sin futuro. Yo a mis treinta años, considero que más allá de los veinte ahi suficiente tiempo para ser alguien interesante, sofisticada, un poco loca, llena de vida, con los ojos abiertos para apreciar las oportunidades de la vida y hambrienta de nuevos retos. ¿Qué quiero ser? Lo que quiera… y es que mientras que haya vida, puedo soñar, aprender, compartir, ayudar y merezco ser feliz redescubriéndome, manteniendo un balance con las otras partes importantes de la vida, no comparándome al resto del mundo, a la guapa, a la exitosa profesional, a la madre con casa y marido, a la que sigue soltera. Soy muy joven para convertirme en una treintona amargada… si tan solo tengo treinta años y apenas estoy comenzando.
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