El mundo de la traducción tiene unos claros protagonistas: aunque muchos dirán que son los textos traducidos, yo pienso precisamente en los autores de esas traducciones. Los traductores somos los que damos forma a los textos y dedicamos muchísimo tiempo a hacerlo lo mejor posible. Quizás por esa razón, por estar tanto tiempo delante de textos que tienen que ser trasladados de una lengua a otra, por estar tanto tiempo en nuestra «traducueva», se nos podría tachar de monotemáticos. Pero, ¡oigan!, ni mucho menos. O, por lo menos, no en mi caso personal. En esta página de mi diario, os quiero contar algunas cosas que ocupan mi tiempo además de la traducción y los idiomas, pero que, además, son muy complementarias al trabajo que desempeñaré en un futuro.
Quien me conoce un poco, sabe que soy un devorador de películas y de series, sobre todo en esos días en los que no tengo mucho que hacer o el tiempo no acompaña —como pueden ser las noches de lluvia del invierno malagueño, que de lo único que tienes ganas es de quedarte en casa—. También aprovecho estos momentos para ponerme al día con el género de los videojuegos, en donde no tengo un gusto particular. Eso sí, lo que sí comparto con los tres géneros del medio audiovisual que disfruto en mi tiempo libre es el gusto por aprender expresiones nuevas y comparar la versión internacional y la localizada o traducida, dependiendo del género.
Otra de las actividades en las que me gusta invertir horas es en la de la comunicación en el mundo virtual, o, lo que es lo mismo, en el community management o gestión de mis diferentes perfiles en la web 2.0. Este mundo me empezó a interesar cuando la comunidad de mi diario empezó a crecer en las redes sociales y mi rol de productor de contenidos necesitaba un empujoncito. Para ello, durante el verano de 2012, me formé en un curso que ofrecía la Universidad de Málaga sobre gestión de comunidades sociales y ahí aprendí varias herramientas que hacen que esté al día con la comunidad. Como traductor, veo que es otra forma de comunicar y que no todos los idiomas usan los mismos métodos para decir lo mismo.
La cocina me apasiona, y no solo la que me ponen delante, sino la que preparo yo. El primer año de la universidad fue lo peor precisamente por estar tanto tiempo fuera de casa: así no podía probar comida casera. Al estar más tiempo en casa, aprovecho no solo para comer comida hecha por mi madre, sino también para hacer mis propias versiones de lo que un día serán mis platos. También, por cuestiones culturales, me atrae mucho la comida oriental, e incluso ya me he animado a hacer unos cuantos platos exóticos en mi casa. También he aprendido, al leer recetas en inglés, vocabulario específico de cocina.
Por último, le he cogido el gusto a hacer deporte. De un tiempo a esta parte, y tras una lesión de rodilla que me mantuvo alejado de todo este mundo durante casi tres meses, me enganché al pilates gracias a Cassey Ho, una monitora de pilates que sube entrenamientos gratuitos a su cuenta de YouTube, ejercicios que combino con una bicicleta estática que me compré hace tiempo. Al ver los entrenamientos íntegramente en inglés (no hay más elección), aprendo vocabulario específico, pero esta vez de deporte y de anatomía.
Hasta aquí mi visión del mundo más allá de nuestro pequeño mundo, que es la traducción. Insisto: no es que nosotros seamos monotemáticos, sino más bien que algunos tienen una visión de nuestra profesión un tanto cerrada y, como dije antes, nos imaginan en nuestra cueva. Y no, no somos así.