Superado el grado cero
te ame tan furiosamente
que me dolían los dientes.
Soliamos olernos mutuamente,
nos reconocíamos en un deshielo mutuo
y un correr de ríos bajo nuestros pies.
Preguntar era correr el riesgo
de volver con la verdad
y no verte mas.
Esos deseos de eternidad
se pusieron cobrizos
y estancaron nuestros sueños.
Ahora cada uno tiene una isla,
mas allá del cero,
pero nos separa un océano.
* La isla de las palmeras. Den Denise Hustache