****El vuelo a Nueva Orleans desde Nueva York, le pareció eterno. Cuando llegó sus maletas estaban extraviadas y no sabía qué hacer para recuperarlas, espero 2 horas hasta que le dieron noticias. Resulta que mientras él venía en el avión que se dirigía a Nueva Orleans sus maletas viajaban a Los Ángeles.—Genial. —Pensó. — ¿Qué diablos se supone que me pondré en estos días?Tomó un taxi y se dirigió a la casa de su tía. Cuando llegó, ella lo saludó con efusividad. —Hola hijo. ¡Qué alegría verte! Llevaba tiempo sin verla, tenía la cara llena pequeñas arrugas y ya se veía el paso de los años en su cuerpo. Cuando era joven había sido una incansable trabajadora. Desde los 15 años había sido una domestica más, de la famosa servidumbre negra de los años cincuenta y ahora se dedicaba a vivir tranquilamente en ese caserón que sus hijos le habían hecho, para que estuviera tranquila en su vejez. Todos los hermanos de su madre y sus hijos, adoraban a la tía Lissi y admiraban el valor y la entereza con la que llevó su vida, para poder sacar adelante a sus hijos. Ahora todos eran hombres y mujeres de bien, exitosos, algunos vivían en otros estados y otros tenían sus negocios en Nueva Orleans. Pero todos estaban pendientes de ella de una u otra forma.—Hola tía, yo también me alegro de verte. —la abrazó y le dio un beso en la mejilla.— ¿Qué tal el vuelo?—Estuvo bien, pero la verdad es que estoy un poco cansado y con eso de las maletas, mi día ha sido bastante estresante.—No te preocupes, lo solucionaremos.—Ven, quiero presentarte a tus primos. Creo que solo conoces a dos de ellos y tienes seis más. Todos quieren verte.Le presentó a todos los primos y que no conocía, diciéndoles a cada uno, el porqué de su venida a la ciudad. Luego entraron a la casa, hacía demasiado calor y su tía le prestó ropa de su primo Mick hasta que el saliera y comprara la suya por lo menos para un día o dos hasta que llegaran las maletas.Le mostró la casa y luego subieron a la que sería su habitación hasta que el pudiera instalarse en su nuevo apartamento. La habitación era muy bonita, con piso de madera, una cama grande con dosel, paredes decoradas con cuadros y pinturas de la familia. Había un amplio vestier y un baño que tenía una tina de las antiguas, esas que están hechas en cerámica con patas de hierro. Su tía había contado con suerte, pues el área donde vivía no había sufrido con la inundación del Katrina, tanto como otras. La casa había permanecido en pié y como era una familia grande y unida, todos habían puesto su grano de arena para reconstruirla.— ¿Te gusta tu habitación?—Es muy bonita, gracias.—¿Ya almorzaste? —Sí, nos dieron algo en el avión. —trataba de no preocuparla, la verdad era que no tenía hambre. Todos estos cambios le quitaban el apetito.—Bien, entonces te haré una deliciosa cena para esta noche. —le dijo tocando su mejilla—Ahora, descansa. Vendré mas tarde para que vayamos a la iglesia, hoy es Domingo y quiero orar por tu madre y tu esposa. Estoy segura de que deben estar juntas en el cielo.—Gracias tía, —Jeremiah sintió una opresión en su pecho. —estoy seguro de que así es. ¿A qué horas debemos estar allí?—Todavía tenemos tiempo, es hasta las seis de la tarde y apenas son las dos. La iglesia está muy cerca de aquí.—Descansaré un poco y me terminaré de instalar, pero a las cinco y media estaré listo para que nos vayamos.Su tía salió del cuarto y él se puso a sacar su portátil y a hacer unas cuantas llamadas importantes. Luego se estiró se hizo un pequeño masaje en el cuello, le dolía después el cuello después de varias horas en el avión y de perder sus maletas. Afortunadamente en su maletín llevaba las cosas de uso personal y su portátil.Se acostó un rato en la cama y cerró los ojos. El cansancio lo venció y se quedó dormido, soñando con su madre, viéndose de unos cuatro años de edad. Su madre era una mujer hermosa con grandes ojos verdes y su piel hermosa de color ébano, sonrisa amable y una forma de ser muy dulce. Ella nunca le puso una mano encima, ni ella ni su padre, los dos crían que todo se podía solucionar con el diálogo. Para todo, eran así. El nunca los oyó gritar o discutir.Su casa siempre estuvo llena de amor y eso fue lo que sus padres le inculcaron para cuando tuviera su propia familia. Se veía en el patio, ayudando a su padre con el césped, su madre estaba en la cocina preparando el almuerzo. Era un domingo y los niños estaban afuera de sus casas en sus bicicletas o con sus padres jugando. Casi podía sentir el olor del pastel de carne que su madre hacía. Cuando terminaron con el césped, su padre entró a hurtadillas a la cocina y desde atrás tomó a su madre por la cintura y la abrazó. Luego le dio la vuelta y la besó. Ella le decía, tratando de zafarse, que se detuviera; riendo todo el tiempo y en sus ojos Jeremiah podía ver el amor que sentía por su padre.En otro momento del sueño, el ya era un joven de veinte años. La edad que tenía cuando su madre murió. En el sueño ella se acercaba a él y se sentaban en la banca de un parque precioso, lleno de flores en todos los colores. —Jeremiah, mi niño. —Ella siempre le dijo así, aún cuando lo veía hecho todo un hombre. —tienes que confiar en ti mismo, debes perdonarte por lo que sucedió. Es hora de seguir adelante y encontrar un nuevo amor.Jeremiah, no podía creer que su madre le estuviera hablando. Mucho menos que le dijera que siguiera adelante.— ¿Cómo puedo seguir sin ella?—Lo harás hijito. Tu amor con ella, no tenía futuro pero sí tiene un pasado. Desde donde yo estoy, el amor es diferente. Las cosas se comprenden mejor y todo tiene sentido.—No te entiendo, madre. ¿Qué tratas de decirme? —no se había dado cuenta, hasta que sintió un sabor salado en sus labios. Estaba llorando.—Me haces falta. Cómo me gustaría que estuvieras conmigo para que no fuera tan grande este dolor. Me siento solo, quisiera haberme ido con ella.—Espera hijo y cuando llegue el momento, ama. —le dijo limpiando con sus dedos, las lágrimas en sus mejillas. —Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad. —dijo mientras se desvanecía.— ¡No me dejes! No te vayas, por favor. —trataba inútilmente de tocarla, pero ella desapareció. Solo alcanzó a oír su voz una última vez.—Recuerda, perdónate a ti mismo y cuando el momento llegue, ama. Con todo tu corazón.Se despertó sudando y con una sensación de tristeza muy grande en su corazón. No sabía que había provocado ese sueño con su madre. Tal vez fuera el hecho de que estaba en la casa donde ella había crecido, y eso le hizo pensar en ella. No entendía lo que le había dicho, pero sabía que sus sueños siempre eran acertados, era como una especie de don que había pasado de generación en generación entre la familia de su madre.Se limitaría a esperar. Estaba seguro de que muy pronto tendría la respuesta a sus preguntas.
Más tarde su tía tocó la puerta y el salió, ya listo para irse a la iglesia con ella.—Madeleine nos va a acompañar. —le dijo señalando a la chica de unos 16 años que estaba recostada a un coche que había visto mejores días.Se acercaron al auto y la chica les abrió desde adentro.—Hola, primo. Soy Madeleine, la hija de tu prima Bertha. ¿La recuerdas?El se acordaba de su prima Bertha, una chica, alta, con frenos en la boca, pasada de kilos que siempre se estaba metiendo con todo el mundo y tenía un genio de los mil demonios. La chica se parecería a su padre porque no veía nada de su madre en ella.—Oh, claro que recuerdo a tu madre. ¿Cómo está ella?—Está bien. Trabaja como profesora de modistería para las reclusas en la cárcel del estado.—Que bien, es un buen trabajo. Siempre es bueno ayudar a tu prójimo. Ella asintió y encendió el auto.— ¿Estamos listos?—Sí, querida. Vámonos, antes de que no consigamos puesto en la parte de adelante. — le dijo apresurando a la chica.Mientras iban hacia la iglesia, Jeremiah observó el barrio en el que vivía su tía. Era un barrio bonito. Gentilly era un sitio lleno de casa de estilo Bungalows, también había muchas casas de estilo español – mediterráneo y casas de campo inglesas construidas desde 1.900. Pasaron por el restaurante de una de las hijas de la tía Lissi. “Nicole’s Creole cousine” un restaurante que según le dijeron sus primos, era de comida cajún, la comida de típica de Nueva Orleans. En general era un barrio bastante grande y bonito, pintoresco como todo allí.Llegaron a la iglesia y se detuvieron a hablar con el pastor Andrews, luego de saludarlo, se sentaron en las bancas de adelante y a los diez minutos comenzó el culto. Jeremiah cerró los ojos y oró a Dios para que le respondiera sus preguntas, para que le revelara lo que ese sueño con su madre había significado. Al abrir sus ojos nuevamente se encontró con que ya se había terminado todo y el único en la iglesia era él. Miró hacia todas partes y no vio a su tía, hasta que oyó que se acercaban unos pasos.—Muchas gracias Pastor Andrews, siempre que hablo con usted quedo más tranquila. Ese muchacho en realidad me tiene preocupada.—Tiene que darle tiempo Lissi, todos tenemos nuestra forma de superar las penas. Cuando esté listo lo sabrás, mientras no estés forzando las cosas.—Gracias, eso haré. —miró hacia Jeremiah y le hizo señas para que se acercara.—Hijo, el pastor Andrews dice que en la universidad donde él da clases, hay una vacante para un profesor de Literatura.—Tía, yo no soy profesor de literatura, sino de arquitectura.—Tal vez sea bueno un cambio. Sabes tanto de Literatura como el que más. ¿Qué te parece?—No lo sé, ¿Puedo darle una respuesta mañana?—Claro que sí, hijo. Esperaré tu llamada. —dijo el Pasto de manera tranquila.Dicho esto, se fueron de regreso a casa. En el auto Jeremiah se preguntó si realmente este cambio sería para bien. Odiaba que la gente lo mirara con compasión por lo que le había sucedido. Quería empezar de nuevo pero no dejaba de pensar si habría sido buena idea venir aquí, donde todo el mundo lo conocía y sabía de su tragedia.