Revista Libros
Al día siguiente, Jeremiah se preparó para ir a ver apartamentos, toda la familia le había dicho que no comprara, que primero alquilara y viera si se sentía cómodo con el sector. Además el todavía no sabía si se quedaría en Nueva Orleans o decidiría irse a otro estado, su casas la había vendido con los muebles así que era muy poco lo que tenía y era mejor saber con certeza si se quedaría para luego dedicarse a comprar todo lo que necesita una casa o un apartamento. Le gustaba el área de Pauger Street a solo tres cuadras del barrio francés, sus casas eran rurales, en un estilo antiguo pero con todas las comodidades modernas. Tenía cita con el agente inmobiliario a las once de la mañana y ya eran las diez y media, tendría que apresurarse, si quería que le mostraran la casa.Llegó muy puntual. El taxi lo dejó en la puerta de la casa y allí estaba el agente hablando con un hombre grande, que parecía ser un jardinero por la ropa que llevaba y las herramientas.—Buenos días. —Le dijo acercándose a los dos hombres.—Buenos días. ¿Usted es el señor Jeremiah Lincoln?—Sí ese soy yo. —extendió su mano para saludarlo.—Mucho gusto, señor Lincoln. —estrechó su mano. — Si quiere podemos pasar adentro, estoy seguro de que esta casa le gustará.—Me parece bien. Los dos hombres se dirigieron a la entrada y Jeremiah pudo ver la casa estilo cottagge criollo, muy bonita y bien cuidada. La idea era que estuviera amoblada.—Esta casa fue construida en 1.829 y ha tenido muy pocas restauraciones. —le dijo el agente inmobiliario.— ¿Cuántas habitaciones tiene?—Son cuatro espacios en total, muy amplias y como es casa de criollos, tiene algo que se daba mucho en esa época, y es que no hay pasillos. Todas las habitaciones se comunican entre sí. Aunque en realidad solo tiene un dormitorio y dos baños, el de visitas y el de la habitación.—Lo primeo que observó al entrar era la sala, con un escritorio, un sofá cama, sillas, sistema de Cd estéreo, el suelo, el suelo original era de corazón de pino y tenía una alfombra de lana suave. La habitación de al lado tenía un gran dormitorio con una cama King size, un armario, mesitas de noche, armario con cajones altos, una televisión pantalla plana y una alfombra de lana, el baño era de techo alto y claraboyas que dejaban pasar la luz natural, tenía una ducha con tina y estaba decorado de forma acogedora, al igual que el baño de visitas. Después estaba el comedor con una mesa redonda y sus respectivas sillas, un computador con impresora y una amplia y confortable tumbona. El otro espacio que había era el de la cocina que contaba con todos los electrodomésticos de acero inoxidable, cafetera y esas cosas.—Me dijo usted que el alquiler costaría mil quinientos dólares, ¿Verdad?—Sí, así es. Tal vez lo vea un poco elevado pero hay que tener en cuenta que es una casa totalmente amoblada, cerca del barrio francés. —Es cierto, de todas formas el contrato solo será por seis meses y a partir de allí, ya veremos.—Está bien. ¿Quiere visitar otras propiedades o ha decidido quedarse en esta?—le dijo el hombre.—Esta me gusta, la verdad es que pasaré muy poco tiempo en ella, no quiero estresarme buscando por todos lados. —Entiendo. Entonces pasemos a llenar los papeles. Hicieron todo lo que se necesitaba y el agente quedó de llamarlo en unos días para confirmarle si la inmobiliaria había aceptado sus papeles.Más tarde se dedicó a pasear por los sitios más conocidos del barrio francés y supo que a pocas cuadras quedaba el cementerio St Louis, almorzó en un restaurante cercano y luego entró para conocerlo.Se acercó a los grandes mausoleos de piedra y cemento, caminaba entre tumbas y observó que había algunas de las más prominentes personas de la ciudad, sepultadas allí. Estaban las tumbas de piratas, madams de famosos burdeles, artistas y más. Pero el personaje más sobresaliente sepultado allí era Marie Laveau llamada “La reina del Vudú” que falleció hace mas de 100 años y todavía le rinden honores. Miró la tumba y vio que tenía botellas con un líquido extraño, dibujos cabalísticos, signos en forma de x y pequeños ramos de flores con monedas al lado.Todo eso se le hizo un poco extraño pero él era bastante abierto de mente, así que no juzgaba a nadie. Estando allí mirando esa tumba, oyó un grito pidiendo ayuda y corrió hacia el sitio de donde venía el ruido. Lo que encontró le hizo sentir que sus tripas se retorcían. Un hombre más o menos de unos cuarenta y tantos, estaba apuntando con un cuchillo a una anciana y le decía que si no le daba lo que llevaba en la cartera, la mataría. En ese momento no resistió y sin que el hombre lo viera, se fue por detrás de él y lo empujó. El hombre perdió el equilibrio y cayó al piso tratando inmediatamente de levantarse para tomar el cuchillo que en la caída había quedado más cerca de Jeremiah que del ladrón.—Deténgase. —le dijo él, ya con cuchillo en mano.—Maldito entrometido, esa vieja tiene dinero y es como quitarle un pelo a un gato. Yo en cambio lo necesito para comer.—Esa no es razón para robarle, podías pedir comida y no creo que te la hubieran negado en alguno de los muchos restaurantes que hay por aquí. —mientras decía eso vio que el hombre se acercaba mas a él, con la intención de quitarle el cuchillo. Levanto el cuchillo para que el hombre viera que si se acercaba, le daría con él. En ese momento escuchó pasos que se acercaban.El hombre retrocedió y volteó para mirar quien era. Una tour de los muchos que hacían los visitantes por el cementerio, se acercaba. El ladrón se asustó y salió corriendo, dejando el bolso de la anciana tirado. Jeremiah se acercó a la señora y le preguntó si se encontraba bien.—Estoy perfectamente muchacho. Muchas gracias por tu ayuda. —lo miró de pies a cabeza. —Estaba por irme a mi casa, solo estaba poniendo flores en la tumba de mi difunto esposo, cuando ese hombre me sorprendió.— ¿Quiere que la acompañe a su casa? No me cuesta nada hacerlo y de paso me aseguro de que ese ladrón no regrese a hacerle daño.—Bueno, bueno. No todos los días se encuentra uno con un hombre galante y caballeroso, que lo ayude. ¿Cómo decir que no? —le respondió con una sonrisa que arrugaba la piel de su rostro completamente.—Entonces, no se diga más. —le tendió el brazo y ella se sujetó a él.Caminaron por unos quince minutos y llegaron a una casa de color crema y café, con un pórtico en la entrada, que tenía un columpio donde cabían dos personas cómodamente, la anciana le dijo que allí solían sentarse su esposo y ella en las tardes antes de que el muriera. Luego entraron y se encontraron en una pequeña salita de estar, había una chimenea con fachada de ladrillo, allí lo invitó a sentarse.— ¿Está segura de que quiere que me quede un rato con usted? No quiero ser una molestia.—Muchacho, si una anciana te invita a su casa, tu dale gusto y dí que sí. Además no son muchas mis visitas últimamente, todos mis conocidos están tres metros bajo tierra. —le dijo burlándose.— ¿No tiene hijos?—Tuve un hijo, pero murió en la guerra en Irak. —le respondió mientras caminaba a la cocina que se veía desde donde él estaba sentado.Jeremiah, sintió pena por la mujer. Estaba completamente sola.—No te sientas mal hijo, yo he vivido mi vida plenamente y ahora solo espero el momento de estar nuevamente con mi Jackson y con mi hijo Tyron.Jeremiah se preguntó cómo supo lo que él estaba pensando. La vio salir de la cocina y dirigirse nuevamente a la sala con una bandeja de té y galletas.—Este es té de Jamaica, lo compro a unos mejicanos que tienen un mini market cerca de aquí, tienen el mejor té de Jamaica y las mejores quesadillas que he probado. —le sirvió el té y le extendió el plato de galletas. —Bueno ya hora cuéntame ¿Qué estabas haciendo en el cementerio? ¿Tienes algún familiar allí?—No, no tengo a nadie allí. Solo fui por curiosidad.— ¿Conociste la máxima atracción? ¿La tumba de Marie Laveau?—Sí, acababa de verla cuando escuché que usted pedía ayuda. —la anciana lo miró, casi como escaneándolo.—Te contaré algo de ella. —se fue acomodando en el sillón. —Marie nació en mil setecientos noventa y cuatro. Fue una mujer muy bella, de pelo negro, piel morena y ojos penetrantes. Era hija de un hacendado blanco Charles Laveau y de una mulata. Se casó con un joven negro por la religión católica en la catedral de San Louis, pero se dice también que ambos practicaban la magia y la hechicería, al poco tiempo de casada, el esposo desapareció y nunca se volvió a saber de él. Ella se dedicó entonces abiertamente al vudú y hubo mucha gente que la siguió. Se casó por segunda vez y su esposo desapareció de forma misteriosa también. Dicen que falleció a los sesenta y seis años pero otros afirmaban haber hablado con ella mucho después de su supuesta muerte, ya después fue su hija la que se proclamó reina del vudú.—Es una historia interesante. —se quedó pensativo. — ¿Y qué hacían todas esas botellas y cosas raras en su tumba?—Son regalos y cosas que le dejan los que le piden favores y creen en ella. Las botellas son de elixir mágico según dicen. Cada Lunes se reúnen los practicantes de vudú, la magia blanca y otras clases de hechicerías en el cementerio para pedirle favores y que fortalezca sus poderes. — ¿Y qué hacen en esas ceremonias? —le preguntó extrañado.—Muchacho, esa gente hace de todo. Hay cánticos y oraciones en ceremonias bastante extrañas. La gente se contorsiona, hay música de tambores y queman incienso.—Wau, todo eso por ganarse los favores de esa mujer.—Así es. De hecho mucha gente le deja frente a su tumba siete monedas de diez centavos para lograr el favor de ella.Jeremiah estaba fascinado oyendo a la anciana, pero de repente empezó a sentir mucho sueño y trató de levantarse.—Ya me tengo que ir, es tarde dijo mirando el reloj. —viendo los números borrosos pero aún así notó que marcaban las seis de la tarde. Llevaba dos horas allí, escuchándola. Trató por todos los medios pero no pudo ponerse de pié, entonces sintió una mano en su hombro y la voz de la mujer que le hablaba como en susurros al oído. —trató de alejarla.—No te asustes. ¿Qué podría hacerte una vieja como yo? Solo quiero agradecerte lo que hiciste por mí, esta tarde y por eso voy a concederte un deseo de tu corazón, uno que quieres mucho pero todavía no lo sabes.Jeremiah sintió una corriente que pasaba por todo su cuerpo tan fuerte, que cayó al piso y de repente todo se oscureció.