Revista Libros
Abrió los ojos, sintiendo una punzada en la cabeza, trató de enfocar la vista y no logró, tenía mucho dolor de cabeza. Se levantó torpemente y notó que estaba en una especie de prado, había un lago cerca. Caminó hacia el lago y cuando estuvo frente a él, se agachó para lavarse la cara, hacía mucho calor y no había ninguna casa donde resguardarse de los inclementes rayos del sol, solo le quedaba estar un rato a la sombra de un gran árbol que estaba al pie del lago.¿Dios que había pasado? Un momento estaba en casa de la anciana y al otro estaba en un sitio completamente distinto. Oyó como una especie de caballos galopando y se giró para ver de qué se trataba. Lo que vio lo dejo pasmado. Cinco hombres a caballo venían escoltando un grupo de personas de color, que estaban vestidos con harapos y tenían cadenas en los tobillos y en el cuello, había mujeres, ancianos, hombre jóvenes, niños, y todos parecían “esclavos”.¿Qué diablos? —pensó confundido. —La esclavitud tenía años de haber sido abolida. ¿Cómo podían tener a estas personas así?De repente los hombres a caballo lo vieron y se detuvieron. Miraban a Jeremiah de arriba abajo.—Eh, tú. —Dijo uno de ellos — ¿Qué haces aquí solo, sin tu amo? ¿Qué es esa ropa extraña que llevas puesta?—Jeremiah, no entendía lo que pasaba y porque le preguntaban esas cosas.Sintió unos brazos que apresaban los suyos y luego uno de los hombres trató de poner una cadena en su cuello. Se defendió y golpeó a uno de ellos, salió corriendo pero ellos lo seguían a caballo y lo atraparon cuando trataba de cruzar hacia el otro lado del rio. Peleó como una fiera con ellos y le partió la nariz a alguno, pero le cayeron encima cinco hombres, por más fuerza que tuviera nada pudo hacer. Entre todos lo retuvieron, le buscaron marcas en el cuerpo, el sello de su amo, pero no vieron nada y entonces, le encadenaron.Lo llevaron a él y a los demás caminando por varios kilómetros, cuando alguno de ellos se quejaba, le daban latigazos en la espalda.—Ahora ya no te ves tan fuerte. —le dijo uno de los hombres, había oído que le llamaban Jerico. Era un hombre cruel, lo había visto castigar a una mujer mayor por querer detenerse un momento a descansar, Jeremiah quiso hacer algo pero no pudo, con todas esas cadenas puestas sobre él. Miraba indignado la forma en la que trataban a esa pobre gente.Trató de no poner atención a lo que decía y prefirió preguntarle algunas cosas para saber en dónde estaba. Había notado que los demás le trataban de “señor”, y él pensó que lo mejor sería seguirle el juego.—¿Señor, podría preguntarle algo?—¿Qué podría querer saber un animal como tú?Jeremiah se atragantó con su lengua, de las ganas que tenía de mandarlo al infierno.—¿Qué año es este? —le dijo de manera sumisa.—Estamos en el año de 1.850, el año donde tú serás un esclavo bien vendido y donde los de tu raza seguirán trabajando como burros en las plantaciones. El hombre soltó una risa demoniaca y lo miró con asco.Jeremiah pensó que tenía que salir de esta pesadilla, cuanto antes. El problema era ¿Cómo lo haría? Lo tenían encadenado, si por lo menos lo hubieran atado con una soga, sería más fácil, escapar, pero con cadenas era imposible.En algún momento pararon porque ya era de noche y los hombres a caballo desmontaron para reunirse y hacer una fogata. A los esclavos los dejaron reunidos aparte, sin nada que los mantuviera calientes, con solo su poca ropa para cubrirse. No podrían dormir bien ya que las cadenas los tenían unidos por los pies y por el cuello, de manera que si alguno se movía los otros también. Permanecieron lo más alejado que podían los unos de los otros, pero al comenzar a descender la temperatura, todos se acercaron para recibir calor, los unos de los otros. Jeremiah vio que no todos sus captores se habían quedado dormidos, uno en especial se acercó y tenía el ojo puesto sobre la chica más joven que estaba en el grupo de esclavos. Llegó a la chica, ella estaba dormida y el aprovechó para taparle la boca con su mano, empezó a tocarla y a subirle la falda y delante de todos los demás esclavos el muy miserable la iba a violar, sabiendo que nadie podría hacer nada por ella. Se rehusó a dejar que un hombre violara a una mujer frente a sus ojos, así que empezó a gritar como un loco y enseguida los demás hombres despertaron. Uno de ellos fue hasta ellos.— ¿Qué sucede? Les preguntó a los esclavos.—Nada señor, perdóneme, es que tengo mucho dolor en la pierna.—Pues te aguantas maldito esclavo, aquí tú no eres nada, solo otro animal más.
El desgraciado que había querido violar a la chica, se lo quedó mirando y se le acercó para decirle al oído.—Sé porque lo hiciste, yo no olvido tan fácil, cuando me hacen algo.En ese momento supo, que se había ganado a un enemigo.
En la mañana, siguieron caminando hasta llegar a un terreno amplio y verde. Hectáreas de campos sembrados de tabaco, la tierra estaba ojada y las hojas de las plantas, se veían sanas y de un tono verde profundo. Eran plantas enormes de más de metro y medio, con sus hermosas flores de colores rosados en forma de trompeta, soltaban un delicioso aroma. Había esclavos por todos lados, mujeres jóvenes y hombres de todas las edades.Muy cerca de allí, habían hombres a caballo tal vez, cuidando el trabajo que hacían los esclavos. Supuso que eran algo parecido a los encargados de hacer que el trabajo se hiciera y las órdenes se cumplieran. Los hombres que recolectaban las hojas de tabaco estaban casi en harapos, solo tenían un pantalón y una camisa sucia, algunos ni siquiera la camisa. En la expresión de todos esos esclavos había algo en común; tristeza, agotamiento y desesperanza.Sintió de repente un dolor muy fuerte que quemaba su espalda, se dio la vuelta solo para ver como venía el otro golpe que a duras penas pudo esquivar. En ese momento escuchó un grito y vio que Jerico, se le acercaba al hombre que lo había golpeado, era el mismo que había querido violar a la chica.— ¿Eres estúpido? —le dijo con ira. ¿Es que no te das cuenta que él esclavo vale más porque es nuevo? No tiene marcas de propiedad y su piel no tiene un solo azote. Eso me hará venderlo por mucho dinero.—Perdone señor, es que yo le hablaba y no me respondía, siempre hemos tratado así a todos los negros.—Pero a este no. Solo su amo podrá castigarlo, ya el hecho de tenga golpes en la cara hará que baje su precio.
Unos kilómetros más adelante, divisó una casa grande de tres plantas, la parte central de la casa era circular atravesada de arriba hacia abajo por columnas enormes y cada piso tenia balcones de lado a lado. Sus altos ventanales la hacían ver aún más imponente. A un lado de la casa, en la parte que no era circular, estaba la puerta principal y en la parte de afuera de la mansión, estaban plantados grandes almendros a cada lado. Un hombre de color salió de la casa, solo que no estaba vestido con harapos como los demás sino con librea. El hombre se acercó a Dawson.—Dile a tu amo, que Dawson está aquí, que traigo mercancía nueva.El hombre se apresuró en hacer lo que le decían. Al poco tiempo volvió a salir.—Señor Dawson, el amo dice que lo espere en la parte de atrás de la casa, que ya lo atiende y me dijo que lo llevara al abrevadero para que le diera agua a los caballos.Dawson de mal humor los movió a todos a la parte trasera de la mansión y desmontó su caballo. Los demás siguieron su ejemplo y unos tres, se alejaron para darles agua a las bestias.A los quince minutos llegó un hombre como de unos cincuenta años, corpulento, casi gordo, cara redonda con grandes patillas, ojos claros y mirada cruel, había un hombre más joven a su lado que se parecía mucho a él, pero más delgado.—Dawson, te dicho mil veces que no dejes a los esclavos en la puerta de enfrente. Mi mujer se escandaliza por nada y cuando tú te vas, soy yo el que tengo que oír sus malditas quejas día y noche.—Lo siento señor. La verdad es que quise mostrarle la mercancía antes de llegar a venderla en el pueblo. Sé que hay algo que le va a interesar.El hombre se quedó pensando un momento y luego asintió.—Muéstrame.Los otros hombres llegaron e hicieron que todos los esclavos, incluido Jeremiah se pusieran en fila. El hacendado pasaba y los inspeccionaba uno a uno, mirando dientes, cabello por si tenían piojos, según dijo. Veía si las mujeres tenían buenas caderas, porque eso le daría más cantidad de esclavos.—Parecen estar en buen estado, pero ahora mismo solo necesito unos ocho. Una mujer joven para que se encargue de ayudar a la cocinera, esa negra ya está vieja y no puede sola.—Tal vez yo se la puedo vender en el mercado, conozco hombres que las usan para niñeras. —le dijo Dawson interesado.— Si por mí fuera ya la hubiera vendido, pero sé que no dan mucho por ellas a esa edad y mi mujer está muy apegada a esa esclava.—Bien. ¿Va a comprar hombres?—Sí necesito mano de obra, este invierno que pasó muchos se enfermaron y algunos murieron, necesito hombres fuertes y en buenas condiciones que puedan estar día y noche recogiendo hojas de tabaco.—Estos de aquí, le pueden servir y tengo a este que es nuevo, no tiene marca y es fuerte, saludable. —dijo señalando a Jeremiah.El hacendado inmediatamente se interesó y se acercó. Le tocó los músculos de los brazos y le vio las piernas.— ¿Qué son esas ropas extrañas que trae? Desnúdalo, quiero verlo bien.Jeremiah luchó y peleó para que lo dejaran en paz. Al final le quitaron los pantalones y la camisa, dejándolo solo en bóxers.— ¿Qué rara prenda es esta? —lo miró extrañado. — ¿De dónde vienes muchacho? ¿Algún amo tuyo te ha dado estas ropas?Jeremiah no contestó. Sintió una bofetada en la mejilla.—Cuando tu amo se dirija a ti y te pregunte algo, debes contestarle. —le dijo Dawson.—No tengo amo. —le dijo Jeremiah al hacendado.El hombre se sorprendió por lo que le dijo.—Retiren eso, necesito verlo bien. Quiero saber si puede tener hijos o no. —dijo el hombre, señalando el bóxer.—Entre varios lo despojaron de la última prenda que llevaba puesta, él peleaba y sin poder hacer nada más porque estaba encadenado, trató de morderlos, de nada le sirvió. Se sintió expuesto y humillado sin la ropa y con varios hombres observando su miembro.En ese momento, una joven salió corriendo de la casa y soltó un jadeo de sorpresa al ver a Jeremiah completamente desnudo.—Bethany, entra inmediatamente. Pero ella no podía dejar de mirar el apéndice tan enorme que tenía ese esclavo. Además era el hombre negro, más apuesto que había visto. No pudo mirarlo como a ella le hubiera gustado porque su padre le haló tan fuerte de su brazo que sintió que tendría morados en pocos minutos.Jeremiah la vio y sintió como un golpe directo en su corazón, nunca había visto a una mujer tan hermosa. Y a él no le gustaban las mujeres blancas, pero esta era preciosa, tenía largo cabello dorado como el sol, sus ojos eran de un azul profundo como el mar, su nariz pequeña con pecas esparcidas sobre ella como polvo de hadas, mejillas rosadas y una boca en forma de corazón que provocaba todos los malos pensamientos que hacía mucho no tenía, su cuerpo a pesar de estar cubierto por tanta ropa dejaba ver una cintura perfecta y unos pechos que en ese mismo momento le daban ganas de tener en su boca, esa diosa estaba viendo directamente a sus partes nobles. Sintió su miembro empezar a endurecerse en reacción a la mirada tan directa de la chica.—Padre, dijiste que ya no compararías más esclavos. —le dijo ella tratando de no pensar en lo que acababa de suceder.Su padre se la llevó a un lado y le dio la vuelta para que no siguiera viendo al hombre desnudo.—Por Dios muchacha ¿Como piensas que llevaré esta plantación sin ellos? Y además tú no debes estar presente cuando hago mis negocios, lo sabes muy bien. Ahora entra n la casa y déjame hacer el trabajo de un hombre.—Pero padre…—Dije que te vayas inmediatamente, ve con tu madre a coser, a mirar vestidos, a supervisar la comida, eso es lo que hacen las mujeres. —le dijo en un tono que no admitía excusas.Beth salió corriendo furiosa y entró a la casa. Tropezó con su hermana Eleonor y casi la bota al piso.—Eleonor, estás siempre en el medio. —le dijo con exasperación. ¿Dónde está mamá?—No lo sé y si lo supiera tampoco te lo diría. —le contestó alzando una ceja en señal de desafío.—Ahora no tengo tiempo para lidiar con niñas malcriadas.Eleonor se quedó sorprendida y soltó un bufido de indignación. —Espero que padre te castigue por estar espiándolo y luego ir a contárselo a nuestra madre.Ella no le prestó atención y subió corriendo las escaleras, tenía que evitar que su padre siguiera comprando esclavos.