Miró a su hija Beth, era una niña obediente, pero tenía sus propias ideas, algo que podía causarle más de un problema con su padre o con su futuro esposo, tenía un corazón enorme y se preocupaba por todos los que vivían con ella, fueran blancos o esclavos, familia o extraños. Era muy hermosa, tenía de su padre, la nariz pequeña, la estatura, pero su boca acorazonada, sus ojos azules y su cabello rubio ensortijado, eran herencia de ella. Todos los jóvenes de sociedad estaban encantados con ella, con su delicadeza al hablar, al actuar, su conducta y sus modales eran los de una perfecta dama, y hasta sentían cierta atracción por su comportamiento y sus ideas, pero Blanche sabía muy bien que eso solo sería hasta que se casara, luego de eso, a los hombres se les pasaba en el enamoramiento y entonces pasaban de cumplir todos sus caprichos a exigir. Exigían hijos, exigían buen comportamiento, exigían virginidad, exigían obediencia… y la lista nunca acababa.
Quería algo mejor para sus hijas y le oraba todos los días a Dios para que encontraran un buen hombre que las quisiera por encima de las reglas y costumbres de la sociedad, un hombre que compartiera sus sueños e ideologías, un hombre que tal vez, no fuera de esa época.— ¿Estás más calmada ahora? —le preguntó Blanche—No mucho, pero si tú me ayudas a hablar con padre y a convencerlo de tratar mejor a los esclavos, estaré mucho mejor. —le dio su mejor sonrisa a su madre.—Muy bien, ya verás como todo sale bien.—Gracias madre. —le dio un beso y salió hacia las escaleras pensando en la forma en la que ayudaría esas personas. Luego lo pensó mejor y se fue al ala de las niñas, donde quedaba su habitación. Allí se quedó un rato leyendo para calmar las ganas que tenía de hablar ya, con su padre. Oyó un ruido afuera y se acercó a la ventana. Vio a los hombres que vendían esclavos, alejándose de la hacienda. Eso quería decir que ya su padre había terminado de hacer negocios. Estuvo un rato viendo los esclavos que se iban con el hombre, pero no vio al esclavo que estaba desnudo. Seguramente es uno de los que mi padre compró—pensó.Jamás en su vida había visto a un hombre desnudo personalmente y mucho menos a un esclavo. Aunque había escuchado a sus amigas hablar del miembro viril del hombre y algunas de ellas, eran bastante curiosas y tenían incluso algunos libros con fotografías de mujeres y hombres desnudos, Lola Randolph estuvo de viaje por la India y trajo con ella, un libro , donde habían parejas teniendo intimidad en posiciones extrañas, decía que si su padre se lo encontraba alguna vez, la mataría. Así que lo guardaba en una tablilla desajustada en el piso de su cuarto, donde colocaba todas sus cosas secretas. Recordó lo grande que era el esclavo, su piel era hermosa, de un café como el chocolate, no negra como la de otros, se notaba que tenía antepasados blancos. Pero de todas formas sus facciones eran de un hombre negro, uno muy buenmozo, sus ojos eran claros, eso sí lo pudo distinguir, pero sabía bien el color que tenían. Y su cuerpo era grande con músculos muy definidos, en el momento en que lo vio, quiso pasar su lengua por su pecho, no sabía muy bien porque tenía ese pensamiento, sentía curiosidad por su cuerpo y ese miembro gigante que vio. En las fotos y dibujos que había visto, ese apéndice no era tan grande, realmente podía matar a una mujer con eso.Tocaron la puerta.Señorita Beth. —la llamó su nana.—Pasa nana.—Mi niña, tu madre te necesita, dice que la acompañes a ella y a tus primas a tomar la merienda en el ala Este.—Está bien, nana. Dile que ya bajo.— ¿Necesitas ayuda para cambiarte de vestido?—Sí, por favor.Esther fue a la esquina de la habitación y halo la cuerda que se comunicaba con el servicio. Cinco minutos después, otra esclava estaba en la puerta.—Pasa Dauphine. —le dijo Esther. —Dile a mi niña Blanche, que la niña Beth, baja en un momento.—Sí, señora. —salió y cerró la puerta tras ella.—Mi niña ¿Qué vestido quieres?—El blanco de tarde estará bien nana. Creo que está en el baúl de la izquierda. — señaló. Beth se refrescó con un poco de agua de la jofaina y se colocó un bonito vestido de seda blanca que tenía dos faldas, la inferior con volantes de encaje en intervalos con seda roja y la falda superior, tenía pequeños ramilletes de salvia estampados, en el borde una pequeña cinta roja a juego con la falda inferior y estaba abierta a los lados para dejar ver la falda de adentro, en el cabello, una cinta de color rojo. Se miró en el espejo y le dio su aprobación a la imagen que vio.Esther la ayudó con su cabello y se lo retocó un poco. —Ya está mi niña. Bajemos rápido el amo debe estar abajo con tu tía y tus primas también.
Efectivamente estaban todos en la terraza, tomando limonada. Apenas para el calor que hacía.
—Tía Augusta, que bueno verte.—Bethany, querida. —se levantó para abrazarla. Estás preciosa, has crecido mucho, ya eres toda una mujer.—Es lo mismo que digo yo, por eso su padre está en conversaciones con la familia Erhard, parece que el hijo mayor, ha puesto sus ojos en mi pequeña. —dijo con orgullo.Bethany abrió los ojos con terror.—Pero madre, John Erhard es un petulante, se cree el dueño del mundo y todo el tiempo dice cosas como “Una mujer solo sirve para dar hijos” “Debes ser más prudente en tus opiniones, Bethany” — le dijo haciendo una mímica exacta de su voz y sus gestos.Todos en la terraza se echaron a reír hasta soltar lágrimas.— ¡Dios mío, suenas exacta a él! —dijo Adrian, su prima mayor.—Es que el habla así realmente. —le contestó su otra prima. — Beth lo imita mejor que nadie.—Hija sabes que eso es de muy mal gusto. —le dijo Blanche, tratando de disimular su risa.—Eleonor y Joseph estaban muertos de la risa y Beth sabía bien porqué.El hermano menor de John siempre le había hecho la vida imposible a Eleonor y cuando se veían saltaban chispas de lo que se odiaban. Aunque a Beth le parecía muy sospechoso que cada vez que decían que Henri, el hermano menor de John asistiría a alguna reunión donde coincidiría con Eleonor, ella hacía mala cara pero se esmeraba mucho en su presentación personal. ¿Será verdad eso que dicen, que del odio al amor hay solo un paso? —pensó. Joseph por el contario lo detestaba porque John le había quitado con mentiras a la chica que el adoraba y cuando destruyó su reputación, no la volvió a ver jamás. Aunque obviamente él se había defendido y su padre había jurado que la pobre Emily Dickinson, era la culpable, su hermano y ella sabían que no había sido así. Emily era una chica muy inocente y de hecho lo era todavía, en realidad, el la sedujo para que luego ella tuviera que casarse con él y poder acceder a su fortuna, pero el padre de ella tuvo un revés económico y se fue a la ruina. Cuando él lo supo suspendió el compromiso y dijo que lo había hecho porque se enteró de la relación de Emily con otros hombres. Cómo el padre de ella ya no era bien visto por la sociedad, debido a sus finanzas, la gente optó por creerle a él, que era heredero de una vasta fortuna y el hijo mayor de una de las familias más renombradas en Nueva Orleans. Y aún así su padre quería casarla con ese horroroso ser humano. —cerro los ojos y deseó con toda su alma que su príncipe azul llegara pronto por ella.