El Sr. Mas, líder del tres por ciento y de algún partido político de corte independitista, es el responsable último de una drástica reducción de la inversión extranjera en Cataluña, una región en caída libre lastrada por un independentismo que terminará por convertir una de las autonomías más prósperas de España, en una república bananera mediterránea; mientras tanto defiende la inmersión lingüística y educa a sus hijos en inglés, que hay diferencia entre el pragmatismo familiar y la pasión política que lo empuja. D. Arturo vende unas urnas que no le interesan lo más mínimo, pero que adocenan a unos cuantos radicales que meten el ruido suficiente para ofrecere la imagen de que ciertas reivindicaciones son un clamor popular, en el contexto de una Cataluña que, con toda probabilidad, votaría “no” en un supuesto referéndum sobre independencia. Como comentamos otras veces en este espacio, una consulta legal, con la participación de todos los españoles, podría arrojar un resultado contrario, sobre todo si algunos conciudadanos votan con las vísceras del hartazgo generalizado que provoca el eterno victimismo de los pseudoindependentistas que vociferan libertad mientras vigilan sus propios bolsillos.