Estamos ante una novela escrita por una mujer y dirigida esencialmente al público femenino. Esto, naturalmente, no quiere decir nada, ni mejora ni empeora la calidad del producto. Pero en mi opinión si abusa de tópicos considerados propios de la mujer (los hombres son unos vagos, los hombres sólo piensan en acostarse con mujeres, los hombres no ayudan dentro del hogar en las labores domésticas, etc) entonces se escora peligrosamente del lado de una literatura facilona que no va a cuestionar nada sino que va a aceptar sin rechistar todo lo que lleva muchas décadas bien asentado en la sociedad.
La historia que se presenta en esta narración es la de una psiquiatra, la doctora Emma Robinson, que en un centro psiquiátrico de internamiento debe decidir si una mujer allí recluida, Connie Mortensen, periodista y escritora profesional, está en condiciones mentales de enfrentarse a un juicio por intento de asesinato de dos niñas, una su propia hija Annie, y por haber atentado contra Ness, una vecina íntima con la que mantenía una estrecha amistad y cuya hija Polly es la otra niña contra la que atentó. Ella, Connie, no recuerda nada de nada.
Todos los esfuerzos de la Dra. Robinson tienden a provocar el estallido del recuerdo en la mente de Connie. Por eso en la novela a través de las entrevistas o sesiones de terapia que mantiene con la reclusa Connie la psiquiatra se remonta hacia atrás del suceso terrible que se le imputa para intentar así la recuperación de la memoria. Pronto Connie, que cuenta en 1ª persona estas sesiones de terapia, se encariña con la doctora a la que ve como una persona frágil y a la que como si del efecto rebote de un medicamento se tratara va a destapar en su interior el recuerdo de un penoso suceso acaecido seis años atrás y que desde ese momento, casi sin saberlo ella, le ha condicionado la vida.
Tres son pues las patas del banco que sostienen esta historia, y las tres son mujeres: Connie, la reclusa internada en un psiquiátrico; Ness, su amiga íntima; y Emma, la psiquiatra que intenta encontrar una explicación al terrible suceso que ha llevado a que la prensa califique a Connie como “la mamá monstruo” o algo así. Los hombres son escasos y como ya he dicho antes están en el relato sólo para reforzar la imagen de mujeres sufridas y/o engañadas de sus parejas. Son: Karl, marido de Connie y padre de Josh y Annie; y Si (Simon) el marido de Emma que es músico de orquesta. Quien haya llegado hasta aquí en la lectura preguntará: ¿Y qué hombre atribuimos a Ness? Pues ninguno en principio porque Ness es pareja de Leah, exitosa presentadora de televisión. O sea que en el abanico de estas tres mujeres la autora nos ofrece variedad de tipos femeninos: dos heterosexuales (Emma y Connie), una homosexual (Leah) y otra bisexual (Ness). No está mal.
La novelista Natalie DanielsDado que nos movemos dentro de un espacio en el que la definición sexual tiene su importancia la autora dedica atención a este aspecto. Ellas –sobre todo Emma– lamentan la obligación que tienen de atender los requerimientos sexuales de sus parejas, pero al tiempo se felicitan porque una vez pasado el trago quedan liberadas durante una serie de días. De otra parte hay mujeres como Ness que parecen disfrutar del sexo en todas sus versiones: sola, en compañía femenina o en compañía masculina, e incluso llega a fantasear con otras combinaciones eróticas quizás más estimulantes. Diríase que por su belleza y ademanes despierta el deseo en los hombres y mujeres que se le acercan. Es precisamente el sexo, una de las bazas que explotan estas novelas que buscan el aplauso fácil y la confortable aceptación popular. Aunque Natalie Daniels no se demora en los aspectos sexuales es evidente que éstos pulsionan sobre las conductas de los personajes, en especial las de ellas que parece deben estar siempre atractivas para ser aceptadas y deseadas por los otros.
Como cualquier best seller, en especial aquellos no muy logrados, los personajes son bastante planos, sin apenas evolución mostrándose tal cual casi desde el principio. Sólo Emma y Connie conocen cierta evolución que se nos va desvelando en el curso de las sesiones terapéuticas que tienen ambas. En estas sesiones se nos va desvelando que Connie sufre “chifladura psicótica bipolar” (sic en palabras de la propia Connie) por culpa del abuso de las benzodiacepinas que tomaba como si fueran caramelos y que le había recetado su doctora de cabecera., “una mamá pija del colegio a donde iban sus hijos”.
Quizás el asunto del consumo inmoderado de las benzodiacepinas sea la única denuncia social clara y más o menos bien desarrollada que aparece en el relato. El resto de asuntos -¡una infinidad!- que se tocan se hace de manera muy superficial en general: los embarazos entre adolescentes, la monotonía sexual en los matrimonios, la mala praxis médica en la receta de fármacos adictivos, el alzheimer, la menopausia, la hipocresía social (“Adrián, el abogado solidario que defendía a las mujeres víctimas del tráfico humano pero frecuentaba a prostitutas”; o cuando al hablar de una pareja amiga, los Stevenson. Dice de ellos que “se declaran antifascistas pero no soportan que nadie contradiga sus opiniones”), la islamofobia, los excesos de los ingleses en sus vacaciones en España, los ahogamientos de inmigrantes en el Mediterráneo, etc., etc.
Junto a los asuntos anteriores la fabricación del best seller que “Más cerca aún” es se realiza con alusiones a temas musicales y/o grupos conocidos por el gran público: grupos británicos de los 90 como “Babybird” o de los 70 como “Joy Division“; el canadiense Rufus Wainwright o los clásicos “The Temptations“, Ian Dury, Siouxsee, “The Clash“, “The Cure“, etc. En fin, musicalmente, hay para todos los gustos dentro de la música pop. La novela por este lado será del gusto de un amplio grupo.
De literatura he encontrado alusiones a Agatha Christie, Enid Blyton y Anita Brookner. Precisamente la novela que lee Emma en sus desplazamientos en metro o autobús es “Hotel du Lac” de Anita Brookner. Esta novela, que fue premio Booker 1984, plantea precisamente un asunto semejante al que Emma intenta lograr con Connie: llegar a la verdad superando las trampas y los obstáculos que una memoria reacia al recuerdo acostumbra a interponer. Estoy casi convencido de que esta novela de Anita Brookner está en la base de la génesis de la de Natalie Daniels. También y como de pasada hay una alusión fugaz a la pintura de David Hockney cuando se describe la reproducción de un cuadro de este artista.En cuanto al aspecto formal, la novela se distribuye en 20 capítulos que van alternando los de la narración en 1ª persona de Connie con los de narrador externo que protagoniza fundamentalmente la doctora Robinson. Otro narrador que aparece en el relato, sobre todo en los capítulos focalizados en Connie, es Annie, la niña pequeña de Karl y ella que muestra a través del Diario que ha escrito otras perspectivas de lo acontecido a los personajes adultos.
Del aspecto lingüístico de la novela poco puedo decir al tratarse de una obra traducida, pero respetando la labor de Neus Nueno Cobas, su traductora, diré que el vocabulario que la autora utiliza es en ocasiones por demás cotidiano; con el vago deseo de ser duro y directo hace uso de términos vulgares muy extendidos lo que sin duda agradará a un número amplio de lectores (‘jiñar’, ‘polla’, ‘follar’, ‘cagar’, ‘mierda’…). Pero igual que echa mano de vulgaridades, recurre otras veces a cursiladas lingüísticas como cuando al hablar de la Dra Anita Rhys Evans, madre con la que Connie ha coincidido en la guardería y colegio de sus hijos dice que su hija Hannah va a un colegio pijo (“colegio para Niñas Santa Pija del Pino”) mientras que Josh va a la “Academia Pública del Público de la esquina“; o cuando hablando de la atracción que generaba Ness, Connie dice que “ella jugaba en otra liga”.
En mi opinión estamos ante una novela despropósito en la que todo se reduce a pura acumulación sin orden ni concierto y que llega al culmen cuando para alcanzar el punto climático del relato hace acopio de todo lo que puede en opinión de la escritora causar zozobra o cierto espanto en sus lectores: sangre de menstruación que corre muslos abajo, más quemaduras de salfuman que arden sobre la piel, más drogadicción por benzopiadinas, más locura transitoria, más bipolaridad, más…¡¡Demasiado!!