Ahora que el barrio madrileño en el que vivo parece un poco más tranquilo (pero supongo que es porque el frío y la lluvia logran que los tipos agresivos y alcoholizados se refugien bajo techo), en las noticias sobre Zamora y en las historias que me cuentan de mi ciudad da ésta la impresión de tener un entorno más conflictivo que antes, y antes lo era poco o muy poco. Leo o me cuentan historias de tíos con navaja, de apuñalamientos en la Calle de los Herreros, de broncas y palizas aquí y allá, de pistolas en las inmediaciones de las discotecas de madrugada, de robos con armas en una pizzería de Benavente, de tiroteos en no sé dónde (viviendas y coches que alojan balas, para miedo y estupor de sus propietarios)… La lista se amplía y muchos leemos con ese mencionado estupor estas noticias. Siempre dijimos que Zamora era una ciudad tranquila, donde no ocurría nada, y la realidad y los últimos acontecimientos ya se encargan de desmentirlo.
Este aumento de la violencia (quizá una de las consecuencias de la crisis) no es culpa de la incompetencia, pues la policía está resolviendo algunos casos con profesionalidad: véase la detención del joven que desvalijaba casas tras acceder por los patios y escalar fachadas y forzar las cerraduras, un detenido al que ya han bautizado en los periódicos y en algunas redes sociales, con sorna, con los motes de “Spiderman” y su versión castellana, “El Hombre Araña”. Digo esto porque, siempre que hay un robo o una pelea, la sociedad le echa la culpa a la policía, por no actuar a su debido tiempo ni prevenir la tragedia; pero, cuando la policía está presente con sus efectivos en algunas zonas (botellones, plazas donde se trapichea con droga, etcétera), esa misma sociedad denuncia que estamos en un estado policial. ¿En qué quedamos, amigo? ¿Quiere que la policía prevenga, pero que no esté presente? Lo que todavía no se han inventado son los policías invisibles, y menos aún ese sistema premonitorio que imaginó Philip K. Dick y que Steven Spielberg convirtió en una fascinante película, `Minority Report´, donde el presunto culpable era detenido antes de perpetrar sus fechorías porque los agentes utilizaban un sistema para predecir los crímenes antes de ser cometidos. Que conste que yo no defiendo un sistema policial, absoluto, con las tropas instaladas en cada esquina, por así decirlo, pero lo que no se puede es mamar y morder al mismo tiempo. Al hilo de esto, es curioso que la policía de Estados Unidos, que es más cañera y acata las leyes sin perdonar una, sea vista incluso por nosotros mismos como “los buenos”, gracias a la imagen del cine; y que los policías de España sean más o menos considerados como “los malos”, no sé muy bien por qué.
La cuestión es que algunos puntos de la ciudad se están convirtiendo en un polvorín. Uno de los efectos que más lamento de esto es lo de Los Herreros. Pasé allí media juventud y, bueno, siempre hubo broncas y altercados, yo mismo estuve alguna vez envuelto en una de esas de empujones y “me has pisado” o “me diste un codazo”, que por fortuna no pasaron de ahí, pero lo de ahora yo creo que es más grave, con armas blancas y promesas de venganza y cosas así. Y lo lamento porque es una calle con encanto, de la que ya quedan pocas, y porque sé que los dueños de los bares se lo curran, conozco a unos cuantos y algunos de ellos fueron mis barman de cabecera durante un tiempo. Ojalá sea algo pasajero.
El Adelanto de Zamora / El Norte de Castilla