Hace un año publiqué mi libro Guía para invertir tu patrimonio en Libros de Cabecera (www.librosdecabecera.com) con el objetivo de ayudar a cualquier inversor particular (como yo) a tener una visión de conjunto de cómo enfocar las inversiones.
Durante estos doce meses me han escrito muchos lectores pidiéndome aclaraciones o consejos específicos, que yo he respondido siempre lo mejor que he podido.
Hoy quiero complementar, aunque sea de una forma desordenada, los mensajes que lanzaba en el libro, destacando alguno de ellos, para compartirlos tanto con quienes hayan leído el libro como con quienes no lo hayan leído:
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Lo primero que hay que asumir es que NO PODEMOS ASEGURAR NADA. Es decir: humildad. La mejor manera de afrontar el futuro de nuestro dinero es DIVERSIFICANDO nuestras apuestas. Quienes concentran sus inversiones en un solo tipo de activo, e incluso más, en un activo concreto, sea el que sea, están jugando con fuego. Además, como ya es sabido: "rentabilidades pasadas no aseguran rentabilidades futuras". Y esto sirve para acciones, fondos, inmuebles y cualquier otro tipo de activo. Es decir: DIVERSIFICAR, DIVERSIFICAR, DIVERSIFICAR. No me cansaré de decirlo. ¡Y no concentrar riesgos también quiere decir que es mejor no invertir en acciones de la empresa en la que se trabaja! Y no concentrar las apuestas en empresas del sector en el que se trabaja, por ejemplo. Está claro que si uno invierte todos sus ahorros en un activo de éxito fulminante, obtendrá rentabilidades estratosféricas, pero si el activo se hunde, perderá todo... El inversor prudente lo que quiere es mantener el valor de sus ahorros frente a la inflación, y si acaso ganarle algún punto a la inflación media. Lo demás es pura especulación. Por desgracia hay pocos inversores prudentes y muchos especuladores. Y, ojo, ser prudente no es dejar el dinero debajo de la almohada o parado en una cuenta corriente en el banco. Esas opciones también suponen un riesgo (de robo o de quiebra del banco...); y, desde luego, están sometidas a la corrosión de la inflación.
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Diversificar quiere decir compaginar, en la medida de lo posible:
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Activos más seguros con otros más arriesgados. La lógica económica es implacable: la mayor rentabilidad está asociada a un mayor riesgo; y viceversa.
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Activos más líquidos con otros menos líquidos. La lógica vuelve a imponerse: la iliquidez debe proporcionar más rentabilidad.
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Combinar sectores. No apostar todo al sector tecnológico, por ejemplo. Un sector que ha perdido millones en 2022, por ejemplo.
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Combinar tamaños. Las acciones de grandes empresas son más seguras, pero menos rentables. Las pequeñas son más arriesgadas pero más rentables.
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Combinar países o areas geográficas.
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Salvo que uno disponga de tiempo y recursos, conseguir ese grado de diversificación es imposible un inversor particular. ¿Qué alternativa tiene? Pues invertir en fondos de inversión, gestionados por profesionales, que disponen de la información, los conocimientos y los recursos necesarios. El trabajo del inversor es escoger las gestoras y los fondos adecuados, aplicando esa política de diversificación que mencionaba. Los fondos son una buena alternativa de inversión, en cualquier tipo de activo (renta fija, renta variables o activos alternativos de todo tipo, incluidos los inmuebles), pero hay que saber diversificar a través de ellos.
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Hay que saber escoger gestoras fiables de esos fondos. Fiables y, a poder ser baratos. Las comisiones de gestión varían mucho de una gestora a otra, de un fondo a otro. En ese contexto, los fondos de renta variable de gestión pasiva (que invierten sobre índices) son una opción a tener en cuenta. Y en especial los gestionados por roboadvisors, de los que hablo en el libro.
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No existen activos legales que puedan ofrecer rentabilidad a corto plazo y segura. El inversor particular ha de buscar la rentabilidad en el largo plazo, con paciencia y perseverancia. Si ha respetado los puntos anteriores, la rentabilidad llegará. Eso sí, según el tipo de activo hay que aplicar una u otra disciplina. En la inversión en acciones, por ejemplo, a mi siempre me ha servido ponerme unos límites, unos stop, tanto cuando gano más dinero de lo que pretendía, como cuando pierdo más dinero de lo que pensaba. Por salud mental, es mejor vender cuando una acción pierde más de un 40%, por ejemplo, o cuando gana más de un 50%. Especialmente cuando se pierde. Yo abro una botella del mejor vino que tengo en ambos casos. Y me quedo mucho más tranquilo.
En fin, no me quiero extender más. Si te interesa profundizar en el tema, te remito a mi libro. Puedes encontrarlo en la web de la editorial, en Amazon, o en cualquier librería de España o Latinoamérica.