El artículo Más debe saberse para no hacer que para hacer: adecuación riesgo-beneficio de las prácticas clínicas (y II) ha sido publicado en el portal Dietistas-nutricionistas, portal de nutrición.
La importancia de la divulgación
Está clara la necesidad de hacer difusión de esta realidad entre los profesionales sanitarios: elaborar o revisar Guías de Práctica Clínica, hacer formación, utilizar herramientas de condicionamiento skinneriano como incentivos o penalizaciones a su uso, incorporar filtros informáticos, monitorizar, enviar feedback a los centros sobre su situación y comunicar a las autoridades sanitarias si se considera conveniente son algunas de las acciones que se han propuesto. Tal vez las acciones deberían ser especialmente contundentes en periodos de crisis económica como el que estamos viviendo (sin sugerir en ningún caso que la situación económica justifique el recorte de servicios sanitarios adecuados y necesarios) y en los casos en los cuales se prescriban pruebas que no solamente no aporten beneficio claro, sino que además tengan un riesgo razonable de resultar perjudiciales, a corto o a largo plazo.
Hacer divulgación o no de este tipo de hallazgos entre la población general, una vez hecha entre los profesionales, es un tema controvertido. Sin embargo, parece un contrasentido no sacar el máximo jugo a la gran cantidad de tiempo y trabajo invertido en la búsqueda de la evidencia disponible, su sistematización, y la lucha en la medida de lo posible contra las resistencias e inercias profesionales. Hay motivos para creer que buena parte de la insistencia de los médicos a la hora de continuar usando procedimientos que se han mostrado inadecuados (o que no se han mostrado consistentemente adecuados) radica en el miedo al juicio social, totalmente erróneo, que relaciona excelencia profesional con intensidad terapéutica. Consistentemente con ello, muchos datos obtenidos en contextos clínicos diferentes encuentran que los centros privados se tiende a intervenir más, en general, que en los públicos: a pesar de que a menudo estas intervenciones sean innecesarias (tales como baterías de pruebas complementarias para enfermedades remotamente probables o imposibles de identificar con la prueba en cuestión el estadio clínico del paciente) o incluso inadecuadas (como el exceso de partos por cesárea documentado en España en comparación con otros países europeos).
“Hay motivos para creer que buena parte de la insistencia de los médicos a la hora de continuar usando procedimientos que se han mostrado inadecuados (o que no se han mostrado consistentemente adecuados) radica en el miedo al juicio social, totalmente erróneo, que relaciona excelencia profesional con intensidad terapéutica”
Sensatez, cultura científica y prudencia
En 1647, el jesuita aragonés Baltasar Gracián publicó su obra titulada “El arte de la prudencia”, que contenía 300 aforismos todavía muy acertados hoy en día. En uno de ellos, afirmó que más debe saber el médico para no hacer que para hacer; en otro, nos remarca que una de las mayores excelencias de la mente es ocurrírsele con rapidez lo que importa. Así pues, millones de años de evolución han conjugado cerebro emocional y racional en pro de la optimización del proceso de toma de decisiones, que en un profesional de la salud debe considerarse, en principio, eficiente y correcto.
En este sentido, pues, quizá conviene apoyar todas las iniciativas que propicien que la sociedad aumente su cultura medicocientífica y deje de castigar la prudencia, tanto en general como en el ámbito de la atención a la salud. Sin embargo, dicho objetivo parece complicado de alcanzar cuando, en nuestra sociedad, actualmente la cultura biomédica no es precisamente prioritaria ni tampoco abundante. Se puede comprobar con relativa facilidad como algunas personas, algunas incluso con educación universitaria, son capaces de creer en moléculas milagrosas capaces de curar “el cáncer” (como si de una sola enfermedad se tratase) o en teorías reduccionistas y a menudo descaradamente erróneas sobre la etiología de patologías complejas como el autismo o la diabetes. Conceptos complejos, como la multicausalidad, la detectabilidad (sensibilidad-especificidad) o la interacción entre factores, son casi imposibles de comprender por una persona que solamente entiende y espera respuestas simples de causa-efecto. Siendo así, quizá sea comprensible que haya quien crea ciegamente en lo que dice Google y, en cambio, sea capaz de desconfiar de las explicaciones profesionales fundamentadas; las “recetas mágicas” de Google suelen ser simples y directas, mientras que la realidad es mucho más compleja y, a menudo, no se puede dar respuesta a todo.
Aprender a confiar en el juicio clínico acertado de su médico, psicólogo, dietista, etc. puede contribuir a la salud de un paciente en tanto que elemento atenuante de la ansiedad, la cual sabemos que disminuye el umbral del dolor. Paralelamente a iniciativas que persigan un aumento de la competencia profesional, ésta parece una buena receta para la mejora de la salud de nuestro sistema sanitario.
Referencias
- Gracián, B. Oráculo manual y arte de prudencia, ed. digital a partir de la ed. de Huesca, Juan Nogués, 1647; cotejada con la ed. crítica de Emilio Blanco (Madrid, Cátedra, 1997) de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/02493842322571839644424/p0000001.htm#I_0_
- Einarsdóttir, K., Haggar, F., Pereira, G., Leonard, H., Klerk, N. de, Stanley, F. J., & Stock, S. (2013). Role of public and private funding in the rising caesarean section rate: a cohort study. BMJ open, 3(5), 1-8.
- Redondo, A., Sáez, M., Oliva, P., Soler, M., & Arias, A. (2013). Variabilidad en el porcentaje de cesáreas y en los motivos para realizarlas en los hospitales españoles. Gaceta Sanitaria, 27(3), 258-262.
El artículo Más debe saberse para no hacer que para hacer: adecuación riesgo-beneficio de las prácticas clínicas (y II) apareció publicado primero en Dietistas-nutricionistas, portal de nutrición.